La investigación determinó que la percepción de los distintos sabores es clave para pautar dietas.
El peso está directamente relacionado con la forma en que percibimos el sabor de los alimentos. Esa es la conclusión a la que llegó un grupo de científicos del Centro de Investigación Biomédica en Red de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) de la Universidad de Valencia, resultados que fueron publicados en la revista American Journal of Clinical Nutrition.
De acuerdo a estos resultados, las personas obesas perciben menos el sabor de los alimentos en comparación a aquellas que no lo son. Esta característica además tiene una influencia genética, lo que puede ser determinante para diseñar dietas personalizadas más eficaces.
«Por un lado, conclusiones recientes en ratones han demostrado que la inflamación que suele existir en la obesidad es capaz de destruir las papilas gustativas», explicó Dolores Corella, investigadora del CIBEROBN y coordinadora del proyecto.
La científica también apunta a la posibilidad de que las personas con menor capacidad de saborear «tuvieran que comer más alimentos para conseguir que llegara al cerebro una información suficiente y parar de comer», lo que podría llevar a la obesidad.
A través del estudio además se logró identificar por primera vez un gen relacionado con la percepción del sabor denominado «LRRC2», gracias al análisis del genoma de los participantes y que, curiosamente, también está vinculado al asma y otras enfermedades pulmonares.
«Es un dato curioso porque hace unos años se descubrió que algunos receptores del sabor, fundamentalmente el sabor amargo, además de en la lengua, se encontraban en el pulmón», reveló la investigadora.
Con estos resultados, el equipo científico pone de manifiesto la necesidad de tener en cuenta la capacidad de percepción de los distintos sabores por cada persona a la hora de pautar dietas para prevenir o tratar la obesidad.