OPINIÓN: La biopic del creador de El Señor de los Anillos cumple, aunque tal vez decepcione a los fans duros del creador de la Tierra Media.
Por Valentín Romero, ADN.cl
Con una estética muy británica y empeñada en retratar la dureza de la vida de principios del siglo XX, en concordancia con la infancia y juventud del célebre escritor, Tolkien sigue el molde más convencional de las biopics: datos exactos, atmósfera de época y actuaciones muy circunspectas, aun a riesgo de dejar poco espacio para la emoción.
En la cinta, con mucho drama y mediante saltos temporales, vamos conociendo las primeras décadas de vida de un joven J.R.R. Tolkien (de niño Harry Gilby, y de joven Nicholas Hoult, Bestia de X-Men y recordado por About a boy), entre medio de su participación en la guerra. John Ronald pasa de ser un niño feliz que juega en los bosques de su zona rural natal, a un huérfano que vive en la pobreza y es educado por un sacerdote de Birmingham, donde se comienza a develar como un chico talentoso, interesado en la poesía y en los mundos fantásticos que la literatura es capaz de ofrecer.
Es en ese momento, y al entrar a un estricto y victoriano colegio, conoce a tres amigos con los que conforma una especie de sociedad secreta de chicos que sueñan con cambiar al mundo a través del arte. Y aparecerá en su vida la también huérfana Edith (Lily Collins, hija de Phil), la soñadora y sensible adolescente que se transformará, ya lo sabemos, en el amor de su vida, en un proceso que, pese a la admiración que ella sentirá por él, no estará exento de dificultades e incomprensiones mutuas y externas.