La cita de la leyenda del rock argentino con sus fans en Chile pasó fulminante y cargada de clásicos representativos de uno de los genios definitivos de Sudamérica.
Por Héctor Muñoz Tapia
Charly García es de esos personajes más grandes que la vida misma. Y su relación con Chile ya tiene varias décadas, con al menos 3 generaciones siendo testigos de su evolución, sus cambios y la capacidad de reinventarse y sobrevivir como solo los genios pueden hacerlo. Es un valor universal que hay que cuidar, y por eso desde hace unos años, cada concierto que vemos de él puede bien ser el último. Esa al menos es la sensación en las horas previas a esta nueva cita con el músico en el Movistar Arena, recinto al que no volvía desde 2012.
La energía que irradia desde cada rincón del recinto en los minutos previos a que arranque con puntualidad inglesa el show de Charly García pareciera derribarlo todo. El recinto está repleto y agotado con semanas de antelación para el que será el show con el que la leyenda del rock argentino presente La Torre de Tesla, espectáculo que sale por primera vez del otro lado de la cordillera en este nuevo regreso del músico que, con 67 años, pareciera haber vivido muchas vidas y encarnaciones.
Este es el Charly director de orquesta, el que maneja al dedillo una banda de argentinos y chilenos que parte con nuevos aires en «De mi», «La máquina de ser feliz» y «Rivalidad», y que con la intro de «Yendo de la Cama al Living» hace venir abajo todo lo que los rodea. El cariño de su hinchada (porque eso es lo que convocó anoche) es sobrecogedor y Charly lo sabe, respondiendo al clásico «olé olé olé olé, Charly, Charly» en su piano. No hay inconvenientes algunos en el sonido para que las cosas avancen con «In The city that never sleeps» y nuevamente derrumbe todo con «Cerca de la revolución» con el coro del repleto Movistar Arena y el músico tomando su guitarra, siempre sentado en esa especie de trono sillón junto a sus teclados y la muñequera con la bandera de Chile que amplifican las pantallas.
Todo pareciera detenerse cuando García se toma unos segundos para dejar perfectamente afinada la guitarra y lanzarse con una emotiva «King Kong» que la interpreta como si estuviese sentado en el living de su casa, muy suelto y relajado mientras sus músicos lo afirman para seguir con «Lluvia», precisamente al cierre de un día donde llovió en Santiago e imágenes frescas en la pantalla del escenario que preceden a otro momento de nostalgia con «Parte de la religión». El recinto completo responde a los clásicos con devoción y sorpresa para recibir «No llores por mí, Argentina» de los días de Serú Girán.
Ni te das ni cuenta y ya estás en la mitad del concierto cuando Charly y la banda tocan «Cuchillos», que en pantallas nos trae el recuerdo de Mercedes Soza con una serie de imágenes de ambos compartiendo escenarios, sesiones de estudio y momentos especiales. García nos asusta cuando se despide a los 45 minutos de haber comenzado el set y bromea con que queda una más antes de «Canción de dos por tres». Se apagan las luces y un «volví, volví» relaja el ambiente y da paso al rocanrol de «El aguante» el más puro espíritu Say No More.
Un saludo a Zorrito que está al otro lado del escenario y el coro total se apodera del lugar con «Rezo por vos», quizás el canto que más fuerte se escuchó de parte del público esta vez, lo que no alcanza a tapar algunos acoples que se asoman con insistencia y el aplauso para la banda y el adiós de parte de Charly cuando el reloj marca las 22:30 hrs y 60 minutos de música sobre el escenario. Las luces se encienden y cinco minutos de espera parecen una eternidad.
Pero nada es para siempre y Charly lo sabe. El telón rojo gigante vuelve q moverse y «Demoliendo hoteles» vuelve a poner las cosas en su lugar con su teclado tapándolo todo y el apoyo cada vez más protagónico de Rosario Ortega cubriendo las voces altas y mostrando el incendio de la catedral de Notre Dame en las pantallas y otro coro gigantesco para «Nos siguen pegando abajo», con la voz de García cada vez más apagada, inversamente proporcional a lo que tocan sus dedos en las teclas intactas y eternas. Pero queda un poco de viaje aún y los Beatles del «Help!» Ilustran un recuerdo de Sui Generis con “El día que apagaron la luz” y un salto al siglo XXI con “I’m not in love”, de esos días de conciertos impredecibles y una figura pública cruzando todos los límites, pero siempre con la música por delante, el mismo lugar de donde sale «Asesíname».
Al final, el amor es todo lo que necesitamos, acompañado de la preciosa «Ojos de videotape» y las imágenes de Lou Reed y David Bowie sucediéndose de forma alternada. La última vez que vimos a Charly por estos lados, ambos seguían entre nosotros, y este momento nos muestra lo frágil que puede ser todo lo que nos pasa. Tan frágil como un hermoso set que con 19 canciones casi llegó a la hora y media sellando con «Total interferencia» y «El resplandor» al fondo, con la simetría de Stanley Kubrick sincronizándose con el cierre definitivo del telón rojo con los últimos acordes y la gente pidiendo un nuevo bis que nunca llegó. Sinceramente, espero que llegue y que esta no sea la última vez que vemos a Charly García tocando en Chile.