La cuarta entrega de la saga de Disney y Pixar te llega directo al corazón sin haberla esperado, y se queda ahí para siempre.
Por Héctor Muñoz Tapia
¿Otra película de “Toy Story”? ¿Era necesario? Había más dudas que certezas con el anuncio que Disney y Pixar hicieron hace unos años atrás cuando confirmaron que no estaba todo dicho respecto a las aventuras de los juguetes que tienen vida propia y que en tres películas nos enseñaron a ser más humanos que nosotros mismos. El cierre era perfecto con “Toy Story 3” en 2010, y no había necesidad de extender el elástico con nuestras emociones. Pero estábamos equivocados.
Así lo demuestra “Toy Story 4”, una secuela para completar la saga con la que crecimos varios de nosotros y que por supuesto despertó las más altas expectativas en lo que nos iban a contar. Y según la primera ola de reacciones, que la dejaron en lo más alto de Rotten Tomatoes con un 100% de aprobación, pareciera ser más una respuesta algo febril. O el propósito cumplido de la maquinaria Pixar que sabe cómo llegar hasta lo más molecular de tu alma y tus emociones para dejarte los ojos aguosos, la fórmula que ya tienen perfeccionada con más de medio siglo de lanzamientos. Y no digas lo contrario.
En su hora y 40 minutos de duración, “Toy Story 4” nos trae de regreso a la tropa comandada por Woody (Tom Hanks) y Buzz Lightyear (Tim Allen), esta vez lejos de Andy y con la pequeña Bonnie como dueña, tal como sabíamos del fin de la tercera parte. Todo lo que pareciera ser un nuevo ciclo se convierte en una nueva aventura donde los juguetes toman aún más protagonismo y actúan como si fuesen los adultos. Es su búsqueda la que está en el foco principal. La duda existencial de Forky (Tony Hale), el nuevo juguete hecho de basura. La perversa Gabby Gabby (con voz de Christina Hendricks), Duke Kaboom (Keanu Reeves) y la delirante dupla de peluches Bunny y Ducky (Jordan peele y Keegan-Miichael Kay) traen nuevos aires en un relato que nos trae de regreso a Betty Boop (Annie Potts) y el crecimiento del sheriff que conocimos en 1995.
Es precisamente el viaje de Woody el que en el fondo mueve “Toy Story 4”. Es acá donde vemos que el vaquero hace un camino de búsqueda interior que se convierte en su motor para todo el relato. Si con la trilogía pensábamos que estaba todo dicho, se nos había olvidado la voz más importante. En el fondo, esta es la película de Woody, es la cinta que el sheriff se merecía desde el primer minuto, con mayores riesgos que antes y ante dudas existenciales que todos vivimos.
Hay una delgada línea que separa a “Toy Story 4” del resto de las continuaciones de cualquier otra saga. Y eso es la capacidad para llegar a emocionarte a nivel celular, algo que solo Pixar puede hacer con precisión de cirujano. Te emociona tanto como la tercera parte y se logra lo imposible: darle un epílogo independiente a la historia principal que terminó hace casi una década. Ahora, más que nunca, los juguetes llevan el relato sobre sus hombros.