LA DIETA DIARIA SOSTENIBLE
Aunque exista una “brecha dietética” en función del país y del área geográfica —en Indonesia y África occidental, por ejemplo, se consumen cantidades muy reducidas de carne y lácteos, a diferencia de en Norteamérica—, el informe de los expertos detecta que de media en el mundo la ingesta de carne roja, vegetales almidonados —como la patata— ricos en hidratos y huevos es demasiado alta. La comisión plantea una dieta ideal —basada en 2.500 kilocalorías diarias— y sugiere que solo 30 de ellas procedan de carnes distintas de las aves, lo que equivaldría, por ejemplo, a consumir una hamburguesa de ternera pequeña a la semana. El objetivo global es doblar el consumo de frutas, hortalizas, legumbres y frutos secos, y reducir a la mitad el de carne roja y el azúcar. Actualmente, y fundamentalmente en Occidente, el consumo de carne roja y de alimentos procesados y refinados es excesivo, lo que acarrea riesgos para la salud mayores que los causados por el sexo no seguro, el alcohol, la droga y el tabaco juntos, detalla el informe.
Grandes cambios
“Existe una desviación entre lo que la gente come y lo que debería comer”, resume Francisco Botella, vocal de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Explica que una dieta saludable conseguiría, por un lado, reducir la tasa de obesidad y patologías asociadas, como diabetes, problemas arteriales o colesterol elevado, y, por el otro, disminuir el riesgo de algunos tipos de cáncer, como los que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha asociado a la carne roja y procesada. “¿Qué tenemos que potenciar? Pescado, vegetales, legumbres secas, cereales integrales, promocionar el consumo de frutos secos como alternativa, y, en la práctica, reservar la carne para ocasiones especiales”, resume el endocrinólogo, muy favorable al planteamiento del estudio. Sin embargo, advierte de las dificultades de cambiar los hábitos: “Es más difícil cambiar de dieta que de religión”.
Paralelamente, los expertos proponen cambios para reducir los impactos medioambientales de la agricultura y la ganadería, como poner freno al aumento del uso del suelo para la alimentación y los fertilizantes, y la eliminación de los combustibles fósiles en este sector.
Sonja Vermeulen, una de las expertas de la comisión EAT-Lancet y miembro del Centro Hoffmann y de WWF, se muestra optimista: “Hemos visto enormes cambios en la dieta mundial en el pasado, así que es posible un cambio en el futuro”. Y pone como ejemplo el éxito que en México han tenido los “impuestos para reducir el consumo de refrescos azucarados”. Esta especialista cree que los cambios en las dietas pueden resultar más “complejos” que los que se tienen que acometer en el modelo de producción de los alimentos. “Muchos agricultores están interesados en explorar maneras de optimizar la producción, por ejemplo utilizando con más precisión los fertilizantes o el riego, porque mejora también sus beneficios”, detalla Vermeulen.
“Necesitamos la colaboración de todos los actores, incluidos los ciudadanos, los Gobiernos y los agentes económicos”, apunta Francesco Branca, director del departamento de Nutrición para la Salud y Desarrollo de la OMS y miembro también de la comisión EAT-Lancet. Y para ello se deben utilizar, según Branca, herramientas como “los incentivos económicos, o la eliminación de estos incentivos, información a los consumidores…”. Los gobiernos, añade, deben realizar cambios “en las inversiones públicas en investigación e infraestructuras y en las subvenciones a los agricultores”. Y aprobar regulaciones sobre el uso de la tierra, el agua y los fertilizantes, concluye Branca.
EL OLVIDADO MENÚ DE LA CUENCA MEDITERRÁNEA
Francesco Branca, director del departamento de Nutrición para la Salud y Desarrollo de la Organización Mundial de la Salud, se muestra optimista cuando mira al pasado. “Tenemos experiencias concretas sobre la viabilidad de estas dietas en muchas partes del mundo. En Europa, la dieta consumida en los años sesenta alrededor de la cuenca del Mediterráneo era en gran parte similar a lo que ahora estamos describiendo como una dieta sana y sostenible”.
Branca es uno de los expertos que han formado parte de la comisión EAT-Lancet responsable del informe publicado ahora. “En la actualidad, hemos aumentado nuestro consumo de carne roja, grasas saturadas y azúcar y disminuido el consumo de legumbres”, añade este experto, que confía en que se pueda revertir esta tendencia empleando, por ejemplo, incentivos económicos. Jesús Román, presidente del comité científico de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, en la misma línea, incide en que la propuesta de los expertos no es otra cosa que la tan alabada dieta mediterránea. Román alerta sin embargo que incluso en países como el nuestro existe un problema de aplicación: “La dieta mediterránea la conocemos de oídas: en España vivió su momento cumbre desde los años cincuenta hasta los setenta, después la gente empezó a tener más dinero y a comer más productos envasados”.