King Crimson en Rock in Río y la excelencia sobre el escenario.
Por Rainiero Guerrero desde Río de Janeiro.
Son siete músicos, tres de ellos son bateristas y se ocupan de abrir el espectáculo para dejar en claro que nadie se pisará con nadie. Está todo muy planeado, preparado y ensayado, incluso, aquellos momentos cuando la improvisación sobre esas tres baterías se abre paso por algunos pasajes. Luego entra la banda y cada uno es elemento que se suma al todo, al resultado final: 50 años después es King Crimson en Rock in Río.
Fue un show más acotado, de sólo una hora por las exigencias del festival, pero bastó para que cada una de las canciones fuera la correcta. ¿Gusto a poco? Pareciera. La muestra de maestría de King Crimson hace que todo pueda alcanzar con una sola canción. Red e Indiscipline comenzaron a avisar de qué trata todo ésto, cuánto pesa el show. The Court of the Crimson King fue el viaje en reversa por 50 años y todo suena como el disco, pero mejor, más grande y en vivo.
Robert Fripp desde el costado derecho del escenario supervisa todo. Sólo se mueven sus dedos para digitar líneas melódicas imborrables. También lo hace para sumar algunas teclas. Tony Levin y su bajo pueden ser tan grande como la ciudad del rock y tan fino como las líneas melódicas de Epitaph. Patt Mastelotto, Gavin Harrison y Jeremy Stacy en batería son la primera línea, siendo Stacy el que se alterna con el reconocible sonido del melotrón. Cierra esta lista de excepcionales los vientos del histórico Mel Collins y Jakko Jakszyk en voz y guitarra.
Todo perfecto y eso en sólo una hora. Santiago se apresta para recibir un poco más en dos noche que prometen uno de los shows de más alta calidad musical que vayamos a recordar ¿Hablemos de perfección? Nos vemos en Santiago.