Subsistían gracias a las verduras que daba su pequeña huerta y la leche de una cabra que mantenían en el patio de la granja.
El lunes por la tarde, un joven de pelo muy largo, barba sucia y ropa desgarbada llegó hasta un bar de Ruinerwold, un pueblo de la provincia de Drenthe, en Holanda, donde pidió cinco cervezas. El muchacho, de 25 años, mientras se tomaba las bebidas le contó al dueño del local lo que había sido su vida y las de sus cinco hermanos durante la última década. Desesperado, le pidió que lo ayudara, por eso llamaron a la policía.
El joven había acudido al bar durante varias veces los últimos días, sin saber bien qué hacer. «La primera vez lo eché, pero volvió días después», contó Chris Westerbeek, dueño del local. «Dice que no había estado en una peluquería en nueve años. Su forma de hablar era muy infantil», añadió.
Una vez que la policía llegó al bar, les reveló una historia que parece sacada de un truculento cuento: su padre, de 58 años, lo mantuvo a él y sus hermanos, otro hombre y cuatro mujeres, aislados en un sótano durante más de nueve años, para esperar «el fin de los tiempos». El confundido joven relató que jamás había asistido al colegio, y que junto a su padre y hermanos vivían en una granja cercana. Según su testimonio, había escapado porque «quería terminar con la forma en que vivían».
La granja, donde se sitúa el sótano en el cual la familia compartía sus creencias apocalípticas y de ultratumba, está a unos pocos kilómetros, en la aldea de Berghuizen, donde viven unas 200 personas. Las autoridades, incrédulas de la historia del muchacho, se llevaron una sorpresa al encontrar una escalera al sótano detrás de un armario en el salón de la casa ubicada en medio de la granja. La familia al completo había estado viviendo allí todo este tiempo. El padre incluso tuvo un infarto cerebral hace unos años y había estado en la cama desde entonces, pero ni así la familia tuvo contacto con el mundo exterior.
En ese momento quedó en evidencia que los demás hijos del hombre ni siquiera eran conscientes de que hay más seres humanos viviendo en este planeta. La granja estaba escondida detrás de los árboles. Para acceder a ella hay que cruzar un puente sobre un canal y un camino de tierra y es apenas visible desde la carretera principal, recoge El Confidencial.
La familia llevaba una vida autosuficiente. Tenían un huerto y una cabra. Con eso se mantuvieron con vida todo este tiempo. Los vecinos más cercanos no los conocían, ni los habían visto jamás, aseguran. Según un vecino, todos sabían que un hombre vivía «solo», que él mismo había vallado la granja para aislarla de los demás, había tapado todas las ventanas de la casa, y por ahí solo paseaban unos gansos y un perro, que ladraba de vez en cuando desde el patio.
De acuerdo a los vecinos, hace una década atrás, cuando la familia llegó a vivir a la granja los acompañaba la esposa del hombre y madre de los seis chicos, por lo que ahora la policía investiga el paradero de la mujer. De hecho, durante el empadronamiento cavaron en toda la granja, pensando que podía estar enterrada en el terreno, pero hasta ahora no hay rastros del cuerpo.
El padre se ha negado a cooperar con las investigaciones para esclarecer lo que ha pasado durante casi una década en uno de los pueblos más remotos de Holanda La policía detuvo a un hombre dentro de la casa, pero se niegan a confirmar si se trata del padre de la familia. En un comunicado las autoridades informaron que aunque todos los hijos son mayores de 18 años, ante su desconocimiento de la realidad, estarán bajo el cuidado municipal.