COLUMNA FUTURO

RESEÑA // Jazzeros de Alüzinati volvieron a los escenarios y se consolidan como banda de culto

La reunión del colectivo les dio ese título que hasta ahora sólo validaba el boca a boca. El recinto no fue el mejor, pero el show superó cualquier expectativa y abrió un apetito por nuevas fechas.

Diego Puebla |

La reunión del colectivo les dio ese título que hasta ahora sólo validaba el boca a boca. El recinto no fue el mejor, pero el show superó cualquier expectativa y abrió un apetito por nuevas fechas.

Por Iván Rimassa S.

Salvo casos como Cristián Cuturrufo, Melissa Aldana, Claudia Acuña, Christián Gálvez o Ángel Parra, el jazz chileno tiende a vivir en el underground. Si además de eso se considera la dificultad que significa levantar un disco -cosa, por cierto, extrapolable a artistas de otros géneros- sería obvio pensar en una inevitable jibarización de la «escena», pero no es así. Agrupaciones jazzeras no paran de brotar, no es raro ver a un mismo músico repetirse en dos o tres propuestas distintas y todos con sonidos muy diferentes: de lo electrónico a lo acústico y desde algo tan tradicional como el bop o el swing hasta expresiones más modernas como el fusion o nü jazz.

Alüzinati abrazó desde el 2003 este último género, el nü jazz, con un sonido que hace que el jazz ande de la mano sin problemas con el soul, funk, breakbeat y sonidos electrónicos. Eso sí, el proyecto sólo dio a luz un disco: Pirinola Power (2007), con 12 canciones que desde entonces se han pasado de mano en mano entre músicos y fanáticos de ese under que te describía arriba. Sumemos a ese breve catálogo una sesión que hicieron para la serie documental «Tempo» el 2011 y el aporte que hicieron al soundtrack de la película chilena «Subterra» y vemos que no habían muchas horas de música para los que enganchaban con el sonido del colectivo. Súmale también que dejaron de tocar en vivo, excepto un par de puntuales y muy espaciadas reuniones… o sea, ganas de verlos juntos de nuevo sobraban.

La esperada reunión fue este miércoles 11 de diciembre en Casa Conejo, y fue un show íntimo en un lugar que ofrecía una capacidad inferior a las 100 personas. La banda, que reúne a músicos desperdigados por la escena de la música popular chilena, es: Carlos Cortés (batería), Roberto López (bajo), Sebastián Jordán (trompeta), Agustín Moya (saxo), Cristóbal Pérez «Pera Prezz» (guitarra), Consuelo Schuster (voz), Diego «Capi» Calderón (voz) y Ariel Pino (teclados). Pedro Foncea, Bronko Yotte y Celeste Shaw apañaron como voces invitadas. Todos dieron un show sólido, que hizo que la gente -con la nostalgia a mil- cantara no sólo las letras de los temas sino también las melodías que tocan los bronces en cada composición. Cosa rara que sólo se ve en shows de bandas jazzeras con aclamado éxito internacional, como en la reciente visita de Snarky Puppy a Chile, y acá se vio lo mismo y con una banda nacional que tiene sólo un disco bajo el brazo. O sea, a todas luces, una banda de culto. Y ese título no hubiera quedado claro de no ser por esta reunión, en la que tocaron su álbum completo más el single «Planeta» que aún no entra en ninguna placa.

El colectivo arregló algunos temas para esta tocata, metiéndole secciones de solos a algunos y sutilmente rearmonizando otros, y la performance sólo se vio potenciada por un trabajo estelar en la mezcla de sonido. Se escuchaba todo clarito, con frecuencias bajas muy bien definidas y voces que jamás se hundieron en la intensidad de la banda. Y es que con el show no hubo ningún problema, excepto baches insignificantes a nivel instrumental que en ningún caso opacaron un reencuentro que dejó a un público a todas luces conforme. El tema fue el recinto: no dio abasto, habían mesas incómodamente ubicadas frente al show y el calor húmedo fue la tónica.

Por lo mismo es que resulta casi de perogrullo esperar que Alüzinati sume más fechas para el 2020, y en locales con mayor capacidad. Una banda -ahora sí- de culto, con músicos de alto nivel y con un sonido que hoy rescatan otras jóvenes como Santiago Soul o Tercer Tipo, no puede dejar que la reunión de esta semana sea una mera anécdota. Además, en la tocata de Casa Conejo la petición de un nuevo disco se escuchó varias veces, y -entendiendo que armar y publicar un álbum puede significar un desafío- esa sed podría ser fácilmente saciada con la grabación de nuevos singles. De cualquier forma e independiente de lo que se venga, el espectáculo no dejó felices sólo a los que escuchaban: también significó sonrisas y emoción para los que tocaron. Y eso es suficiente para pedir que el colectivo no pare por un buen tiempo y que de acá en más sólo le echen para adelante.

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