En ocasiones, las películas han desvirtuado aspectos de la realidad para avivar la trama y entretener al espectador. Historiadores, científicos, psicólogos e incluso la policía nos ayudan a desmentir estas licencias.
Por ElPais.com
Con frecuencia se ha acusado a Hollywood de tratar algunos episodios históricos sin demasiado rigor. La excusa siempre ha sido que modificar ciertos aspectos de la historia son necesarios para que la trama resulte entretenida de cara al espectador. Algunos ejemplos: no es verdad que los auténticos vikingos llevasen cuernos, en el espacio no es posible que se produzcan explosiones y Pocahontas y John Smith no se enamoraron perdidamente el uno del otro.
En ICON hemos hablado con historiadores, científicos, psicólogos, e incluso la policía, para desmentir con su ayuda estas licencias cinematográficas.
– Es mentira que… las explosiones de ‘Star Wars’ se escuchen en el espacio
Lo que nos contaron. En Star Wars, saga que George Lucas inició en 1977, las explosiones espaciales son tan clásicas como estruendosas. De hecho, los sistemas de audio de los cines actuales las potencian.
Lo que realmente sucede. Que en el espacio no hay ni oxígeno ni sonido, por lo que es inviable que allí explote nada —para que haya fuego es necesario el oxígeno— ni que una colisión produzca los sonidos ensordecedores que muestran las películas de George Lucas. «Si salimos de la atmósfera de la Tierra, nada suena. Esto se debe a que el sonido es una onda que percibimos con nuestros oídos, cuando hace vibrar el tímpano y nuestro cerebro interpreta la señal. Pero para que esto ocurra, la onda necesita un medio por el que propagarse. Las ondas sonoras son ondas de presión que se propagan por el aire o por el agua, algo que no existe en el espacio», explica el científico David Calle, autor de ¿Cuánto pesan las nubes? «El sonido se produce cuando un cuerpo vibra con una frecuencia comprendida entre 20 y 20.000 Hz y, además, existe un medio material en el que pueda propagarse», puntualiza el científico a ICON.
– Es mentira que… el rey Arturo fuera rey
Lo que nos contaron. En 1963, Disney acercó al imaginario colectivo, sobre todo al infantil, al rey Arturo en el largometraje Merlín el encantador. En la cinta de dibujos animados, el joven Arturo se convierte en rey después de sacar una espada llamada Excálibur de una piedra, algo que ningún noble ni caballero había logrado antes. Una vez convertido en monarca, Arturo se reúne con sus caballeros en la mítica mesa redonda de la corte de Camelot. Pero esta no sería la única vez que el rey Arturo fuera llevado al cine. Durante décadas se han estrenado películas con este rey como protagonista. En 1995, lo interpretó Sean Connery en la película El primer caballero, Clive Owen lo hizo en El rey Arturo (2004) y Charlie Hunnam ha sido el último en dar vida a Arturo en la cinta de 2017 Rey Arturo: La leyenda de Excálibur.
Lo que realmente sucedió. «Arturo fue un señor de la guerra al servicio de Ambrosio Aureliano, el verdadero rey británico que detuvo a los anglos y sajones», afirma a ICON José Soto Chica, profesor de Historia en la Universidad de Granada y autor del libro Imperios y bárbaros. La guerra en la edad oscura (Desperta Ferro). La primera mención a Arturo aparece en un poema épico y en dos vidas de santos escritos en el siglo VII, y se refieren a él como un jefe guerrero. Sin embargo, un par de siglos después aparece la primera referencia acorde con la idea que tenemos de Arturo —el rey de la tabla redonda— en la obra de Nennio Historia Brittonum, escrita hacia el año 833. Aunque fue en el siglo XII, alrededor de 1135, cuando Godofredo de Monmouth creó definitivamente el mito de este rey tan cinematográfico en su obra Historia de los Reyes de Britania. «El título que se da a Arturo en los textos más antiguos (los que representan más fielmente quién fue) es el de dux bellorum, lo que significa algo así como conductor de la guerra o jefe guerrero. Así que, nada de rey y, por supuesto, nada de Excálibur, tabla redonda, Camelot y demás. Su fortaleza era de muros de tierra y madera. Arturo dirigía a una banda de guerreros toscos y brutales, y participó en la batalla del Monte Badon, una lucha librada en 493 en la que los britano-romanos vencieron a los sajones. Pero todo apunta a que con el tiempo se le atribuyeron cosas que realmente hizo Ambrosio Aureliano, que sí acudió a las Galias (Francia) en ayuda del emperador romano Antemio y se enfrentó a los visigodos en batallas», señala el historiador de la Universidad de Granada.
– Es mentira que… Freddie Mercury supiera que estaba enfermo de sida en el concierto el Live Aid
Lo que nos contaron. La película por la que Rami Malek (Los Ángeles, 1981) se llevó el Oscar a Mejor Actor, Bohemian Rhapsody (2018), termina reproduciendo los 20 minutos épicos que protagonizó Queen en el festival Live Aid en 1985. Poco antes de esta actuación, transmitida en directo en más de 70 países, Mercury —interpretado por Malek— descubre que tiene sida y se lo cuenta a sus compañeros explicándoles que no quiere que le traten como a un enfermo y que actuará hasta que su cuerpo resista. Su carisma sobre el escenario y la reciente confesión de su enfermedad hacen de la actuación algo legendario.
Lo que realmente sucedió. Freddie Mercury descubrió que había contraído el VIH en 1987 y no en 1985, como cuenta la película para dotar de mayor dramatismo la escena final. Es decir, cuando Queen actuaron juntos en el Live Aid ni Mercury ni sus compañeros sabían que el cantante estaba enfermo de sida. Cuatro años después de confesárselo a los miembros de la banda, Mercury moría en la intimidad del dormitorio de su mansión londinense (a la que llamó Garden Lodge).
– Es mentira que… las pistolas con silenciador no hagan apenas ruido
Lo que nos contaron. En No es país para viejos (2008), Javier Bardem mata a sus víctimas con una escopeta que apenas hace ruido gracias a un silenciador. Este es solo un ejemplo de muchos. En las sagas de James Bond o Misión imposible sus protagonistas también se valen de este artilugio para acabar con el enemigo de forma discreta.
Lo que realmente sucede. Que un arma de fuego es ruidosa por más que se le ponga un silenciador. «Si una pistola emite un ruido de 10, en una escala del 1 al 10, una pistola con silenciador emite un ruido de 6 sobre 10. No es nada sutil, se distingue claramente que se trata de un disparo», asegura a ICON uno de los trabajadores de la tienda de armas Shoke. Un portavoz de la policía, por su parte, nos confirma que las armas con silenciador no pasan desapercibidas. «Siguen siendo bastante ruidosas», apunta.
– Es mentira que… los esquimales vivan en iglús
Lo que nos contaron. Que los esquimales o inuit, como se llaman a sí mismos, viven en casas de hielo con forma de semicírculo donde se protegen del frío gracias a la capacidad aislante del hielo.
Lo que realmente sucede. Al contrario de lo que se cree, los esquimales viven en cabañas de madera y usaban los iglús de forma muy puntual. «Por lo general, los esquimales usaban los iglús solo como viviendas provisionales durante sus expediciones de caza en las regiones árticas durante el invierno. No solían habitar en ellos y preferían otro tipo de casas. Es verdad que, sobre todo en el ártico canadiense y en el norte de Alaska, se construyeron iglús más grandes que podían usarse como viviendas familiares, pero no era lo más corriente», explica a ICON el doctor en Historia de la Universidad de Granada, José Soto Chica.
– Es mentira que… los cascos de los vikingos tuvieran cuernos
Lo que nos contaron. Es difícil imaginar a un vikingo sin cuernos. El motivo es que óperas como El ocaso de los dioses (Wagner, 1876) o películas como Vicky El Vikingo (1974) siempre han representado a estos guerreros que habitaron el norte de Europa entre 700 y 1100 con cascos coronados con cuernos.
Lo que realmente sucedió. Que Carl Emil Doepler, diseñador del vestuario de las obras de Wagner, se inspiró en el pintor sueco August Malmström para crear la ropa de los vikingos protagonistas de estas óperas. Malmström ilustró el poema épico La Saga de Frithiof retratando a los vikingos con cascos con alas, elemento que Doepler reinterpretó transformándolas en cuernos sin basarse en ningún dato histórico y que acabó pasando al imaginario colectivo como inherente a los vikingos. “Los trabajos arqueológicos no han permitido afirmar que los cascos de aquellos guerreros escandinavos llevaran cuernos”, señala Alfonso López Borgoñoz, expresidente de ARP Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico. El único yelmo vikingo completo encontrado hasta la fecha es el Gjermundbu (Noruega) y avala la opinión de Alfonso López Borgoñoz, pues no hay ni rastro de que esta gorra diseñada a base de placas de hierro estuviera equipada con cuernos.
– Es mentira que… Anastasia sobreviviera a la matanza que los bolcheviques perpetraron contra su familia, los Románov
Lo que nos contaron. Tanto la película de dibujos animados, Anastasia (1998), como el musical del mismo nombre, se centran en la vida de la hija pequeña del zar Nicolás II. La trama cuenta que Anastasia, nombre de la menor de los Románov, sobrevivió a la matanza que llevaron a cabo los bolcheviques la noche del 16 al 17 de julio de 1918, durante la guerra civil rusa. Tras la masacre que acabó con la vida de sus padres y sus cuatro hermanos, Anastasia estuvo desaparecida unos años. En ese tiempo, muchas jóvenes impostoras afirmaron ser Anastasia hasta que finalmente la verdadera se reencontró con su abuela, la emperatriz María Fiódorovna Románova.
Lo que realmente sucedió. Que Anastasia murió el mismo día que su familia. «Es completamente falso que Anastasia sobreviviera. La única verdad es que la joven murió junto con el resto de los Románov», asegura a ICON Fernando Camacho, profesor de Historia en la Universidad Autónoma de Madrid. En 1991, se encontraron los restos del zar Nicolás II, su esposa Alejandra Fiódorovna y sus tres hijos. En 2007, se hallaron los restos de los otros dos hijos. Al cotejar el ADN mitocondrial de unos y otros se descubrió que todos coincidían. Esta prueba corroboró que una de las hijas encontradas junto a la zarina era Anastasia y acabó de una vez por todas con el mito de la gran duquesa. «No hay duda de que Anastasia Románov murió asesinada. La Anastasia que inspiró el musical era una impostora (posiblemente algo perturbada), que consiguió convencer a mucha gente, incluso a familiares de la princesa. Pero nunca fue reconocida oficialmente, entre otras cosas, porque ni hablaba ruso ni sabía nada de la familia real», señala José María Faraldo, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid.
– Es mentira que… Pocahontas y John Smith se enamoraran
Lo que nos contaron. Pocahontas fue una nativa norteamericana que nació en 1595, hija mayor del jefe de la confederación algonquina en Virginia, el jefe Powhatan; y Disney contó su historia en 1995 en la película de dibujos animados homónima. En la cinta, Pocahontas y John Smith se enamoran, pero las circunstancias sociales —ella es una india americana y él un explorador inglés— no se lo ponen fácil. Además, deben hacer frente a un padre, el de ella, intransigente que quiere para Pocahontas un matrimonio de conveniencia con otro indio de la tribu, Kocoum, al que la joven rechaza categóricamente.
Lo que realmente sucedió. Para empezar, no se llamaba Pocahontas. Su nombre era Matoaka. Para continuar, en los diarios de Smith (escritos entre 1607 y 1612) queda claro que Pocahontas y él nunca se enamoraron. Ella tenía 10 años y le llamaba «padre», porque él tenía 27. En la realidad, Pocahontas se casó con Kocoum, de quien sí estaba enamorada, y salvó la vida de Smith cuando su tribu le sentenció a muerte. Lo hizo poniéndose en medio justo antes de que le cortaran la cabeza al colono. Años después, tras enviudar, Pocahontas viajó a Londres, donde volvió a casarse, pero murió a los 22 años, en 1617. Desde entonces, el mito de su romance con John Smith, alimentado por Disney, ha maquillado el genocidio que los colonos perpetraron contra los nativos americanos.
– Es mentira que… se produzca una explosión al tirar una colilla de cigarrillo en una superficie con gasolina
Lo que nos contaron. Existen multitud de ejemplos en el cine de acción (e incluso en las comedias) donde se producen explosiones cuando alguien enciende un cigarro o tira una colilla en una superficie rociada con gasolina. En Zoolander (2001), película donde Ben Stiler da vida a un modelo un tanto descerebrado, hay una escena en la que el protagonista está haciendo el tonto en una gasolinera con varios compañeros y, tras rociar de combustible el coche, alguien enciende un cigarro y se produce una explosión.
Lo que realmente sucede. Que para que se produzca una gran explosión, la gasolina necesita un foco de ignición potente, por ejemplo: un buen chispazo. La colilla de un cigarro apenas arde, por lo que es muy difícil que al caer al suelo produzca una explosión. «Las mezclas de combustibles solo arden en condiciones muy específicas de concentración en aire. Esto quiere decir que no es tan sencillo que se den las grandes explosiones que vemos en el cine al tirar un cigarro al suelo. Para que esto ocurra haría falta tirar algo que arda mucho más», explica a ICON el científico David Calle.
– Es mentira que… la primera experiencia sexual sea idílica
Lo que nos contaron. En Crueles intenciones (1999), Ryan Phillippe interpreta a Sebastian Valmont, un joven libidinoso cuyo pasatiempo favorito es seducir y acostarse con todas las mujeres que se cruza. Reese Witherspoon es Annette Hargrove, una estudiante sin experiencia sexual hasta que Sebastian se cruza en su camino. Él logra que Annette cambie de opinión sobre esperar hasta el matrimonio y la pareja tiene un encuentro sexual, el primero para ella, donde todo sale a las mil maravillas.
Lo que realmente sucede. «La primera vez suele ser bastante desastrosa. La inexperiencia provoca que sea algo torpe (muchos hombres ni siquiera están seguros de dónde está el agujero) y dolorosa para muchas mujeres», asegura a ICON la sexóloga Ruth Osset. «Sin embargo, en las películas se muestra como un momento idílico en el que no se suda y no se despeinan ni un pelo», apunta Ousset. La sexóloga explica además que el cliché cinematográfico de que los hombres siempre tienen ganas de practicar sexo es falso: «Los hombres no están dispuestos siempre. El cansancio y el estrés al que estamos expuestos a diario hacen mucho daño y son fatales para la libido. Otra realidad que no se muestra en las películas es que hay hombres a los que les cuesta abrir y ponerse el preservativo. Muchos incluso pierden la erección intentándolo».
– Es mentira que… Cleopatra llevara vestidos lujosos y joyas
Lo que nos contaron. En Cleopatra, la película más alabada sobre esta reina, dirigida en 1963 por Joseph L. Mankiewicz, el vestuario de la protagonista (Elizabeth Taylor) costó 194.000 dólares (176.018 euros) —hoy serían 1.600.000 dólares (1.400.000 euros)— teniendo en cuenta la inflación). ¿El motivo? Taylor lució vestidos, trajes y adornos innumerables a lo largo de las cuatro horas de metraje (inicialmente eran seis, pero la productora pidió a Mankiewicz que recortara dos horas). Según esta visión, Cleopatra habría sido una especie de Madonna helenística, una estrella del pop rodeada siempre de patrones complejos, decoraciones extremas y colores extravagantes.
Lo que realmente sucedió. La indumentaria de Egipto fue durante siglos muy humilde. «La egipcia era una civilización bastante estática estilísticamente hablando. Allí usaban tejidos muy sencillos, principalmente lino, porque la lana la consideraban impura por su procedencia animal, y aunque bordaban y teñían, lo hacían con sobriedad. Las prendas que vestían eran túnicas o ligeros paños drapeados», explica Carlos Primo, profesor de Sociología e Historia de la Moda en IADE Escuela de Diseño. Es cierto que Cleopatra era de ascendencia griega, pero tal y como asegura Primo, ni siquiera estos orígenes sostienen la idea de que una soberana egipcia vistiera atuendos tan elaborados. «El vestuario de la Cleopatra de Liz Taylor es una mezcla de distintas influencias: las representaciones teatrales y operísticas del personaje en el siglo XIX (desde la de Shakespeare a la Aida de Verdi), el vestuario de las primeras bailarinas de danza oriental que triunfaron en Estados Unidos a principios del siglo XX y, por supuesto, la moda de la época. Hay citas literales a Dior o Charles James en el vestuario de la película, siluetas traídas literalmente de los años cincuenta y sesenta y maquillajes similares a los que podían aparecer en la portada de Harper’s Bazaar o Vogue«, señala el experto en moda.
– Es mentira que… el ‘Titanic’, como dice la famosa película, fuera insumergible
Lo que nos contaron. En 1997, el director James Cameron estrenó Titanic, la que fue durante 12 años —de 1997 a 2009— la película más taquillera de la historia. La trama de la cinta, protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, gira entorno a un lujoso barco, el Titanic, que se hunde al chocar contra un iceberg a pesar de que su característica principal era su supuesta insumergibilidad. Este barco existió, zarpó desde Londres con dirección Nueva York en 1912 y se hundió en mitad del Atlántico antes de llegar a su destino. En la película de Cameron, se hace mención en repetidas ocasiones esa «insumergibilidad» que le diferenciaba del resto de embarcaciones. Justo antes de subir al Titanic, la madre de la protagonista (Winslet) comenta: «Así que este es el barco que dicen que no puede hundirse». Y el que va a ser su yerno confirma: «Ni Dios podría hundirlo».
Lo que realmente sucede. El profesor de Sociología cultural del King’s College de Londres Richard Howells afirma en su libro El mito del Titanic (1999) que White Star Line, la naviera del barco, nunca dijo que este fuera insumergible. «No es cierto que el Titanic trascendiera al público como un barco insumergible. Es un mito que surgió tras el hundimiento para dotar de épica a la historia», asegura el autor de El mito del Titanic. El periodista Philip Howard, de su misma opinión, escribió en The Times en 1981: «No hay ninguna evidencia de que el Titanic fuera considerado insumergible. La palabra insumergible empieza a aparecer en la prensa el día después del hundimiento. Y esto ocurre para darle grandilocuencia al accidente«.
– Es mentira que… William Wallace, héroe de ‘Braveheart’, llevara la cara pintada de azul
Lo que nos contaron. La imagen más icónica de la superproducción histórica Braveheart (1995), ganadora de cinco Oscars, es la cara pintada de azul de su protagonista William Wallece (interpretado por Mel Gibson). En la cinta, Gibson da vida al héroe escocés del siglo XIV que lidera la batalla por la independencia escocesa contra los ingleses. Y lo hace, al igual que el resto de hombres que luchan junto a él, con un look llamativo que ha pasado a la historia: con la cara camuflada con pintura azul.
Lo que realmente sucede. Que los que realmente se pintaron la cara de azul fueron los pictos, pueblo que habitó Escocia durante la invasión romana en el año 47 después de Cristo. «Los pictos eran indígenas que lucharon contra los romanos y se pintaban la cara de azul para infundir pavor. Sin embargo, los escoceses no se pintaban la cara en la edad media, época en la que transcurre la trama de Braveheart«, apunta el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Salamanca y especialista en historia de Escocia, Miguel Ángel Perfecto. Otra inexactitud histórica que señala el historiador es que en la edad media no existían ni la ideología ni los movimientos nacionalistas, por lo tanto William Wallace no pudo ser el líder abanderado del nacionalismo escocés que muestra la película. «El nacionalismo surgió con las revoluciones burguesas en el siglo XIX. En el siglo XIV, que es la época en la que está ubicada Braveheart, aún no existían», matiza Perfecto.
– Es mentira que… Franco no tomara Madrid desde el principio porque no quería, como se cuenta en la última película de Amenábar
Lo que nos contaron. La última película de Alejandro Amenábar, Mientras dure la guerra (2019), muestra cómo Francisco Franco decidió no tomar Madrid al inicio de la Guerra Civil a pesar de que sus consejeros opinaban que podían conquistar la ciudad inminentemente. Según la película, Franco —que no había perdido ninguna batalla— prefirió ir a Toledo para rescatar a los militares que se encontraban en el Alcázar para hacer méritos en vez de hacerse con la capital. Liberar el Alcázar fue un triunfo propagandístico para el dictador.
Lo que realmente sucedió. Que Franco quiso conquistar Madrid desde el principio, pero no pudo, a pesar de intentarlo. El historiador Jorge M. Reverte lo cuenta en De Madrid al Ebro, un libro sobre las batallas que tuvieron lugar durante la Guerra Civil. «Franco siempre quiso tomar Madrid. En el libro documentó hasta cinco intentos, incluyendo las ofensivas del Jarama y Guadalajara. También es falso que alargara la guerra para reprimir mejor al enemigo. Franco reprimió igualmente una vez acabada la guerra», dijo Reverte a EL PAÍS. Tal y como Reverte explica en La Opinión A Coruña, su libro «recoge documentos del Estado Mayor Central que confirman la teoría de que Franco quería tomar Madrid desde el primer momento. Incluso tiene problemas con sus generales, que critican su estratégica y su incapacidad para tomar la capital».