Luego de casi siete meses al mando de Universidad de Chile tras reemplazar a Alfredo Arias, recién ahora Hernán Caputto puede tener algo de paz en la banca azul.
Por Pablo Ortega, As.com
Luego de casi siete meses al mando de Universidad de Chile tras reemplazar a Alfredo Arias, recién ahora Hernán Caputto puede tener algo de paz en la banca azul. El cuadro dirigido por el ex DT de la Roja Sub 17 ganó tres partidos del Campeonato Nacional y en el último logró la victoria ante Santiago Wanderers, con dos jugadores menos en la cancha y estando abajo en el marcador. A nivel local, un excelente comienzo de 2020 para el técnico de la U.
En circunstancias normales, los nueve puntos en la tabla de posiciones del cuadro estudiantil no serían una gran novedad. Pero por lo vivido el año pasado, con un nivel de juego y rendimiento bajísimos que lo tuvieron en las puertas del descenso, es meritorio lo que ha logrado Caputto. En cuatro fechas, el DT ha ido delineando una productiva identidad futbolística y los seguidores azules saben a qué juega su equipo.
Hoy todo marcha bien, pero la búsqueda de una estructura táctica funcional no resultó fácil. Ante Huachipato, en un partido que concluyó con una caída por 2-1 en los minutos finales, Caputto estaba convencido de que el esquema tenía que ser sí o sí el sistema de juego 1-4-3-1-2. Sin embargo, el arrastre de derrotas anteriores y comenzar el campeonato otra vez perdiendo provocaron un replanteamiento de ideas.
La línea de cuatro defensas atrás y la dupla de atacantes se mantuvo inalterable. El DT hincó el diente en la organización posicional del mediocampo, transmitiendo públicamente que allí podría estar la principal dificultad de funcionamiento. Salieron del equipo Gonzalo Espinoza y Jimmy Martínez y además los azules, de la figura de un rombo, pasaron a una línea transversal de cuatro mediocampistas, con dos volantes centrales y un par de externos.
Tras el 5-1 a Curicó en el Nacional quedó la sensación de que por ahí debía ir la cosa en cuanto al funcionamiento táctico. Claro, ese día Joaquín Larrivey anotó cuatro tantos, pero lo significativo estuvo en la zona media: dos medicampistas bien parados en el eje de la cancha (Fernando Cornejo y Sebastián Galani) y un par de hombres de salida (Luis Rojas y Walter Montillo) iniciando sus intervenciones desde los costados con mucha libertad para centralizarse, establecer conexiones con la dupla de arietes (Larrivey y Ángelo Henríquez) y permitir el avance profundo de los laterales (Matías Rodríguez y Jean Beausejour).
Más allá del resultado, la perspectiva entonces era aún más favorable, pues se iban a sumar a cabalidad al plantel los promisorios Camilo Moya y Pablo Aránguiz, tras su participación en el Preolímpico de Colombia. Y el DT no se hizo ningún problema: inmediatamente fueron titulares y la mejoría futbolística continuó su incremento.
Moya pasó a integrar el doble ‘6’ junto Galani con una interesante ductilidad de funciones como tercer zaguero en el inicio del juego y volante central al ascender hacia el eje del mediocampo cuando la U era atacada. Aránguiz, por su parte, se instaló en uno de los costados de la línea de volantes con amplio margen para ir hacia adelante por la punta o ubicarse en el centro e interactuar con Montillo durante la construcción de juego.
Fueron dos decisiones clave de Caputto en pos de la fórmula adecuada. Podría haber esperado que los seleccionados Sub 23 se insertaran de a poco en el plantel 2020, pero tenía la idea de que sí o sí debían estar en la cancha. Estaba claro que el sistema debía que ser el esquema 1-4-4-2 y solo faltaba elevar la jerarquía de la alineación, cosa que Moya y Aránguiz entregan hoy con creces.