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COLUMNA // No lo vieron venir

Se suele decir que los violentos son una minoría. Si efectivamente es así, si la minoría es capaz de detener partidos, campeonatos, significa que la organización de los clubes y autoridades ha sido un absoluto fracaso.

Hector Muñoz |

Colo Colo UC minoría

Se suele decir que los violentos son una minoría. Si efectivamente es así, si la minoría es capaz de detener partidos, campeonatos, significa que la organización de los clubes y autoridades ha sido un absoluto fracaso.

Por Cristian Arcos, As.com

En el estadio Monumental se jugaron 71 minutos del partido entre Colo Colo y la Universidad Católica. Los cruzados ganaban por 2-0 y eran muy superiores al cuadro local. Pero no se pudo jugar más. Una serie de fuegos artificiales, petardos y bombas de ruido cayeron a la cancha central, hiriendo a un futbolista del Cacique, el delantero argentino Nicolás Blandi.

El fenómeno de las barras bravas lleva más de 30 años en nuestro país. Ha sido periódico en el tiempo, con diferentes colores de camiseta y distintos momentos de ebullición. Es muy anterior al estallido social. Responde a causas, orígenes, motivaciones y objetivos distintos. Requieren acciones y soluciones distintas. Muchos han querido vincular ambos fenómenos para sacar conclusiones apresuradas, tribuneras, incompletas. Agua para llevar a su propio molino.

¿Qué tienen en común ambos fenómenos? Que no han sido abordados de manera seria por las autoridades encargadas. Ni por los encargados políticos, policiales ni menos por los propios clubes, quienes hace varias décadas le dieron poder a un grupo particular de aficionados por sobre todos los demás. La desigualdad, el mal que afecta a este país en cada uno de sus aspectos, también se percibe en este caso. Las dirigencias de los clubes chilenos, pre y post Sociedades anónimas, pactaron, negociaron, ofrecieron prebendas, protegieron, contrataron a ese grupo de hinchas. Los privilegiaron. Y las autoridades policiales les concedieron organizar su propia seguridad. Hace no muchos años tenían estacionamiento propio junto a los futbolistas en el estadio Monumental y una bodega para guardar sus implementos, beneficios que ningún otro hincha podía tener. Amparado, avalado, financiado por los mismos dirigentes de los clubes, contratados por parlamentarios y candidatos para participar activamente en sus campañas políticas, los mismos que hoy hacen llamados transversales condenando la violencia. Ambos fenómenos, barras bravas y estallido social, solo han sido criminalizados, pero no estudiados ni prevenidos.

No se pudo jugar el partido entre Coquimbo y Audax Italiano por invasión a la cancha. Estuvo a punto de suspenderse Universidad Católica y O’Higgins en San Carlos de Apoquindo. Se incendió parte de la galería sur del estadio Nacional en el pleito de la U contra Inter de Porto Alegre. En ninguno de esos casos hubo enfrentamientos entre barristas locales versus forasteros. Pero la autoridad decidió, como gran medida preventiva, prohibir el público visitante en Playa Ancha (Wanderes-Universidad de Chile) y en el Monumental. Miopía. Ceguera. Incompetencia.

Se suele decir que los violentos son una minoría. Si efectivamente es así, si la minoría es capaz de detener partidos, campeonatos, significa que la organización de los clubes y autoridades ha sido un absoluto fracaso.

La desigualdad en el trato al aficionado es otro aspecto de larga data. El aficionado que va habitualmente a la cancha es sometido a una exhaustiva revisión, controles que no solo son prolijos, a veces son humillantes. Ese aficionado, para quien llegar al estadio y salir del recinto es una verdadera odisea, debe ver a la distancia como a los violentos se les permite todo. Las fuerzas especiales ingresaron a los sectores Cordillera y Océano del estadio Monumental. No hubo enfrentamientos, es cierto, pero el contingente policial era llamativo para una zona donde no había ningún incidente, mientras en el sector desde donde provenían los fuegos artificiales que impactaron a Blandi, no se apreciaba fuerza policial.

Mario Salas, DT de Colo Colo, dice que no se puede jugar más, sin embargo de los siete partidos disputados en esta fecha, hubo incidentes solo en uno, precisamente en el estadio Monumental. ¿Dónde ponemos el foco? ¿En la mayoría o en la minoría? Dice el técnico albo, con razón, que no podemos esperar que un futbolista muera. Agregaría que no podemos esperar que nadie muera en torno al fútbol. Nadie más, mejor dicho, porque hace pocas semanas falleció Jorge Mora, hincha de Colo Colo, atropellado en las cercanías del estadio.

Dicen que el fútbol no puede volver mientras no haya justicia social. Se entiende, lo que no se entiende es, bajo esa lógica, porque pueden volver todas las actividades, menos el fútbol.

La interrogante, en el fútbol y en el estallido social, no es si no lo vieron venir. La pregunta correcta es si no lo quisieron ver.

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