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Cómo reírse del mal: ‘Jojo Rabbit’ y las comedias sobre Hitler

Las primeras comedias sobre el nazismo, como 'El gran dictador' y 'Ser o no ser', recibieron críticas.

Hector Muñoz |

Hitler JoJo Rabbit

Las primeras comedias sobre el nazismo, como ‘El gran dictador’ y ‘Ser o no ser’, recibieron críticas.

Por ElPais.com

El protagonista de Jojo Rabbit es un niño alemán que pertenece a las Juventudes Hitlerianas. Jojo tiene además un amigo imaginario: Adolf Hitler. Se trata de su versión del dictador, un tipo que, al menos al principio de la película, es amable, aplaude su patriotismo y come carne de unicornio.

La película ha conseguido seis nominaciones a los Oscar, incluyendo mejor película, mejor actriz (Scarlett Johansson) y mejor guion adaptado, premio que finalmente ha ganado. La crítica ha sido por lo general positiva, aunque también le ha encontrado puntos débiles. Por ejemplo, en su crítica para EL PAÍS, Javier Ocaña la valoraba positivamente, si bien identificaba algunos «defectos melosos”. Otros críticos eran más duros, como el del diario británico The Guardian, quien apuntaba que la película “fracasa al atacar o incluso simplemente percibir el mal”.

Se trata de críticas habituales para comedias sobre el nazismo y sobre Hitler. Por un lado, estas producciones corren el riesgo de que se les acuse de banalizar a Hitler y el Holocausto. Pero, por el otro, también pueden acabar cayendo en el sentimentalismo y el moralismo, como escribe el historiador estadounidense Gavriel D. Rosenfeld en su libro Hi Hitler! How the Nazi Past Is Being Normalized in Contemporary Culture («Hola Hitler: cómo se está normalizando el pasado nazi en la cultura contemporánea).

(A partir de ahora, por cierto, vienen algunos spoilers, no solo de Jojo Rabbit, sino de producciones de los últimos 80 años).

Ha pasado con los dos grandes clásicos de los años 40 sobre el nazismo, El gran dictador (1940), de Charlie Chaplin, y Ser o no ser (1942), de Ernst Lubitsch. Ambas películas son ya clásicos, con escenas memorables, como el famoso baile con el globo del mundo de Adenoid Hynkel, o el «heil, myself» (heil yo mismo) del actor que se hace pasar por Hitler en la película de Lubitsch. Ser o no ser solo consiguió una nominación a los Oscar, por su música, mientras que la película de Chaplin sumó cinco nominaciones, aunque no ganó ninguno.

Pero ambos títulos también recibieron críticas: a Lubitsch (nacido en Alemania y judío) se le recriminó hacer humor con el sufrimiento de los polacos. Por ejemplo, uno de los personajes, intentando hacerse pasar por un coronel nazi, dice: “We do the concentration, and the Polish do the camping” (“nosotros ponemos la concentración y los polacos ponen el campo”). Y el propio Chaplin escribió en su Autobiografía de 1964 que, de haber tenido noticias de los campos de concentración, no habría rodado su película: “No podría haber hecho humor a partir de la locura homicida de los nazis”.

A pesar de todas estas precauciones, incluso Rosenfeld admite que estas películas, igual que el corto de Los tres chiflados (You Natzi Spy!) y El rostro del Führer, protagonizada por el Pato Donald, “usaron el humor para hacer agujeros en la mítica aura de omnipotencia de Hitler”.

Sí, el Pato Donald: Disney estrenó un corto en 1943 en el que Donald vivía en la Alemania nazi, al principio como un hitleriano convencido y al final dándose cuenta de que vivía bajo un régimen totalitario y criminal. Por suerte para Donald, todo era un sueño. La película ganó el Oscar al mejor corto animado.

Hitler, el musical

Tras el fin de la guerra, “las representaciones cómicas de Hitler se convirtieron en tabú”, escribe Rosenfeld, lo que dio paso a películas más realistas y dramáticas.

De hecho, la que quizás sea la comedia sobre el nazismo más conocida de los 60 ni siquiera muestra al dictador: en Los productores (1967), de Mel Brooks (también judío), se narra la historia de dos empresarios de Broadway que quieren estrenar un fracaso para estafar a sus inversores. Para hacerlo, deciden montar el musical de un exnazi, titulado Primavera para Hitler. La película ganó el Oscar al mejor guion. En 2001 volvió en forma de musical, consiguiendo el récord de premios Tony (12) y justificando un remake en 2005.

El propio Mel Brooks actuaría en otro remake, el de Ser o no ser, en 1983 (titulada en España Soy o no soy). Brooks además grabó un rap para promocionar la película: To Be or Not to Be (The Hitler Rap). En el rap hay menciones a los horrores de la guerra, pero no al Holocausto.

En 1969 se estrenaba en la BBC The Monty Python’s Flying Circus. El episodio 12 incluía Hitler en Minehead, un sketch protagonizado por Hitler, Himmler y Von Ribbentrop, que viven ocultos en un bed and breakfast inglés. Aunque no muy ocultos: llevan sus uniformes nazis y se hacen llamar Hilter, Bimmler y Ron Vibbentrop. Hilter (o Hitler) da incluso un mitin, ante la indiferencia casi total del pueblo.

En 1990 la televisión británica Galaxy intentó una cosa extrañísima: Heil Honey I’m Home («Heil, cariño, estoy en casa») una parodia de las sitcom estadounidenses ambientada en 1938 y protagonizada por Hitler y Eva Braun. La serie mostraba los problemillas de los Hitler con sus vecinos judíos. Solo se estrenó un episodio antes de cancelarse. Según contaba la BBC en un artículo sobre esta producción, parecía un sketch estirado.

Los Oscar son bellos

Otra película candidata a los Oscar, ambientada en la época nazi y con niño, como Jojo Rabbit, es La vida es bella, estrenada en 1997. Se llevó los premios a la mejor película extranjera, mejor música y mejor actor (Roberto Benigni, también director y guionista). En la cinta no salía Hitler, pero el director sí cometió la temeridad de ambientar una comedia en un campo de concentración. En la película, Benigni hace creer a su hijo que no están en un campo de concentración, sino participando en un juego para ganar un tanque.

Tiene mérito: un intento anterior de ambientar una comedia en un campo, El día que el payaso lloró (1972), fue tan desastrosa que Jerry Lewis, su protagonista y director, la dejó sin terminar e intentó que nadie la viera ni después de su muerte.

A veces, los guionistas se acuerdan de que están rodando ficción y pueden cambiar la historia, como hizo Quentin Tarantino en Malditos bastardos (2009), que sumó ocho candidaturas a los Oscar (Cristolph Waltz se llevó el de mejor actor secundario). La película tiene un final sangriento que viene a ser una especie de venganza cinematográfica contra Hitler. The Economist apuntaba que Tarantino “puede hacer que un asesinato sea gracioso incluso en medio de uno de los episodios menos graciosos de la historia de la humanidad”, pero también recordaba que, según muchos críticos, el director “evitaba asuntos morales difíciles”.

Otra venganza es la que vemos en la serie de AMC Preacher (2016-2019). En el cómic en el que se inspira (llamado Predicador en España), Hitler hacía una aparición apenas pasajera, pero en la serie se convierte en uno de los personajes principales, interpretado por Noah Taylor. En las primeras temporadas, su presencia provocó cierto debate, porque parecía hasta buen tipo y ayudaba a escapar del infierno a Arseface (uno de los buenos, llamado Caraculo en la versión española). Es verdad que al principio hay cierta humanización, pero al final acaba sustituyendo a Lucifer, por lo que se puede decir que su maldad queda lo suficientemente subrayada.

¿Y en Alemania?

Mein Führer, dirigida por el suizo Dani Levy y estrenada en 2007, fue la primera comedia en lengua alemana sobre Hitler, cuenta Rosenfeld en su libro. En la película, los asesores de un Hitler desanimado por el devenir de la guerra piden a su antiguo profesor de oratoria que le devuelva la entereza. El problema: ese profesor es un judío encerrado en un campo de concentración. La película no recibió buenas críticas, al considerarse que no conseguía ser ni provocadora ni graciosa.

Tampoco fue muy aplaudida Mein Kampf (2009). Dirigida por Urs Odermatt, narra la amistad de un joven Hitler con un judío, que es quien le acaba aconsejando que se meta en política. Según escribe Rosenfeld, la película no logró capturar el espíritu de farsa de la obra de teatro original del húngaro George Tabori, que tuvo que huir de la Alemania nazi en 1935.

Y en 2016 llegó Ha vuelto, película dirigida por David Wnendt y basada en la novela de Timur Vermes. La película imagina a un Hitler que vuelve a la vida en la época actual y se convierte en la estrella de un programa cómico de televisión y, también, en YouTube. La cinta incluye además escenas grabadas en la calle, con gente (no actores) que le pide selfis y con la que Hitler mantiene conversaciones extravagantes.

Por cierto, esta producción tiene un insólito precedente español: Y al tercer año resucitó, película española de 1980 en la que Franco vuelve a España durante la transición. Basada en una novela de Fernando Vizcaíno Casas, era bastante crítica con la democracia.

En cambio, Ha vuelto no es solo una broma casi de cámara oculta: la película quiere mostrar cómo el discurso de Hitler no desentona en una Europa en la que están en ascenso los partidos de ultraderecha. Tanto el libro como la película también lanzan una advertencia acerca de cómo reírnos y no tomarnos en serio a alguien como Hitler, convirtiéndolo incluso en un meme, puede ayudar a su ascenso.

Claro que resulta muy paradójico que una sátira nos advierta de los peligros de la sátira.

Hitler también es un meme

Uno de los vídeos promocionales de Jojo Rabbit jugaba con un meme conocidísimo: el de las parodias de la escena del búnker de El hundimiento. En esta escena de la película (nada cómica) de 2007, un Hitler interpretado por Bruno Ganz suelta una bronca monumental a parte de sus círculo cercano. En el meme se subtitula el vídeo añadiendo comentarios airados sobre temas tirando a banales, jugando con el contraste y la incongruencia.

El primer uso documentado de este meme, de 2006 y en español, mostraba críticas al videojuego Flight Simulator X. El de Jojo Rabbit muestra a un Hitler indignado por el hecho de que le interprete Taika Wititi, de ascendencia maorí y judía.

Hay cientos de ejemplos: Hitler se enfada por la interrupción de Kanye West a Taylor Swift, por Juego de tronos, por la muerte de David Bowie y por el hecho de que los estadounidenses usen nazi como un insulto. La escena incluso aparece parodiada en la ya mencionada He vuelto (aunque en este caso la protagoniza un productor televisivo).

En su libro, Rosenfeld habla tanto de ese meme como de otros momentos en los que internet ha usado a Hitler como recurso simplemente humorístico, como en la web de Gatos que se parecen a Hitler o en otro meme, Disco Hitler, en el que el dictador aparece en gifs y vídeos bailando musica tecno. A estos ejemplos que cita podríamos añadir otras apariciones de Hitler en series y películas que se acaban convirtiendo también en meme, como la escena en de Padre de Familia en la que Peter Griffin está preguntándole a Hitler qué hace. «¿Cosas? ¿Cosas nazis?».

Siguiendo la línea argumental de su libro, Rosenfeld teme que estos memes contribuyan a minimizar el aspecto criminal del dictador. Es cierto que, como decía la cómica y escritora Sarah Silverman, “el Holocausto no siempre es gracioso”. Pero a veces lo es. El humor (y esto lo reconoce el propio autor) no solo tiene consecuencias negativas. Las propias víctimas de los nazis contaban chistes negrísimos, por ejemplo. Y es que reírse de algo no lo banaliza ni lo minimiza, al menos no siempre. Al mostrar a Hitler como un ser grotesco y ridículo no estamos negando sus crímenes, solo estamos diciendo que esos crímenes los cometió un tipo grotesco y ridículo.

Por ejemplo, la presencia de Hitler en Jojo Rabbit no solo es un recurso chocante para el humor. También permite que Jojo se muestre como un joven nazi sin que dejemos de verle como a un niño.

Y el humor también puede ser una distracción inofensiva. Es decir, a lo mejor simplemente hemos visto un gato que se parece mucho a Hitler y tampoco tiene por qué haber ningún discurso detrás.

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