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¿Es ético pedir comida a domicilio durante la crisis del coronavirus? ¿Y seguro?

Nos quedamos en casa para protegernos de la pandemia, pero podemos decirles a otros que nos traigan una pizza a la puerta.

Hector Muñoz |

pedir comida coronavirus

Nos quedamos en casa para protegernos de la pandemia, pero podemos decirles a otros que nos traigan una pizza a la puerta.

Por ElPais.com

«Nuestra salud vale más que un trozo de pizza o una bandeja de sushi». Es el clamor de los repartidores italianos en el diario Corriere de la Sera. Según este periódico, los ahora conocidos como riders siguen operando en el país con más o menos restricciones, según la región. Lo mismo sucede en España, donde han cerrado los bares y restaurantes mientras muchas cocinas permanecen abiertas, operativas para quien quiera un plato hecho en la puerta de su casa. Incluso, en Amazon, en este momento, uno puede comprar cualquier tipo de objeto desde el ordenador de su confinamiento. ¿Que quieres un set de 6 vasos de vidrio? Si eres cliente prime y vives en Madrid, el lunes 23 de marzo lo tienes en casa.

Si nos centramos en la seguridad de los alimentos cocinados, pedirlos a domicilio durante la pandemia no supone un riesgo. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), «en la actualidad no hay pruebas de que los alimentos puedan ser una fuente o una vía de transmisión probable del virus». Luego, sin embargo, está el contacto entre repartidor y receptor, que sí es una probable vía de contagio del virus SARS-CoV-2 por la cercanía física o el hecho de tocar los mismos objetos, como el dinero o la bolsa.

Para minimizarlo, la mayoría de las compañías para las que reparten los riders ofrecen la modalidad «servicio sin contacto». El pago se hace vía web y el repartidor deja la comida en la puerta de la casa, sin que la entrega sea en mano. Para proteger al trabajador, desde Deliveroo aseguran haber implementado las siguientes acciones: dar soporte económico a los repartidores que se tengan que quedar en cuarentena por recomendación médica, impartir formación permanente en medidas de higiene y asegurar el compromiso de esforzarse por conseguir desinfectantes de manos y mascarillas para todos (de lo que se deduce que aún no los tienen).

Las medidas son similares en todas las compañías, que han desarrollado protocolos de protección y prevención. Todos trabajan con guantes. Y, en caso de hacer un servicio con contacto, se respeta el metro de seguridad entre el repartidor y el usuario. De las grandes plataformas que se usan para conseguir alimentos en casa, la única que no ha aclarado sus medidas a BUENAVIDA ha sido Amazon, que asegura «estar trabajando en ellas debido a la complejidad de la situación».

Una necesidad para algunos, ¿un capricho para el resto?

«Muchas personas mayores y dependientes no se ven capaces de cocinar. Nuestra labor es esencial para ellos», asegura la propietaria de un negocio de comida para llevar del distrito de Arganzuela (Madrid). Pero no todos los que recurren a este servicio responden a ese perfil. «Peña preguntándose si se puede pedir comida a domicilio. En serio, no os va a pasar nada porque comáis tortilla francesa dos semanas. Otra opción es que aprendáis a cocinar», se quejaba en Twitter la dietista-nutricionista Raquel Bernácer hace unos días, con aplauso virtual de muchos de sus colegas. La periodista gastronómica Mónica Escudero, editora y coordinadora de El Comidista, añadía: «Hoy me he dado de baja de la base de datos de una agencia porque animaba a pedir por Glovo comida de sus restaurantes. Esto no es una oportunidad de negocio, y si no lo ves es que te falta no solo empatía, sino también una patatita para el kilo».

Aunque, ciertamente, Glovo también es un medio para que quienes no pueden salir de casa gestionen la compra del súper al domicilo, lo espinoso del debate reside en la vulnerabilidad de los repartidores, a los que las plataformas desamparan por considerar que trabajan en régimen de autónomos. Esto es: nada de vacaciones, ni bajas, ni indemnizaciones por accidente laboral. No obstante, como exponía hace unos días la periodista Arielle Pardes en la revista Wired, al calor del respaldo económico que algunas plataformas sí parecen empezar a prestar ahora, «los abogados de este tipo de trabajadores piensan que este es un buen momento para presionar a las compañías para que los traten de un modo distinto», convirtiendo en oficiales esas bajas pagadas.

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