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Los peores discos de los mejores del rock

Beatles, Radiohead, Queen, Led Zeppelin o Metallica. Su discografía muestra obras maestras siempre disfrutables. Pero también tropiezos estrepitosos.

Hector Muñoz |

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Beatles, Radiohead, Queen, Led Zeppelin o Metallica. Su discografía muestra obras maestras siempre disfrutables. Pero también tropiezos estrepitosos.

Por ElPais.com

“Lo siento, no es lo suficientemente bueno”. Este ataque de sinceridad de James Hetfield, cantante y guitarra de Metallica, refiriéndose al disco de su grupo St. Anger, no es habitual en las estrellas del rock. Su ego hinchado les impide reconocer que alguna vez se tropezaron, que son humanos y se equivocan, aunque llenen estadios con 50.000 espectadores. Todos estos grupos han firmado obras maestras de la música, discos que siguen repartiendo placer cada vez que se escuchan. Pero de esos no nos vamos a ocupar. Esta vez nos fijamos en sus resbalones, muchas veces producidos por compararlos con sus obras magnas.

– The Beatles, ‘Yellow submarine’ (1969)

Los Beatles fueron tan visionarios que nos dejaron incluso un disco para incluir en estas listas. No ha existido una banda que ofreciera tanto en tan poco tiempo. De vez en cuando hay que recordar que el cuarteto estuvo junto solo diez años, y discográficamente se reduce a ocho, ya que debutaron en 1962 con Love me do. Doce discos largos conforman su carrera, casi todos obras maestras, y a algunos (The White Album, Revolver, Sgt. Peppers…) por encima de la obra maestra. De todos ellos, Yellow submarine (1969) es el más flojo. Y con diferencia. Es un álbum atípico, ya que recoge la banda sonora de la película del mismo título. Son seis composiciones del cuarteto y otras tantas piezas de George Martin, el fiel productor de los de Liverpool. De los seis temas ortodoxos, dos de ellos, los más famosos, ya habían sido editados, Yellow submarine y All you need is love. Por lo tanto aquí lo que se juzga son cuatro temas. Poca cosa… para ellos. Porque Oasis hubiesen matado por canciones como Hey bulldog It’s all too much.

– Neil Young, ‘Le Noise’ (2010)

Existe unanimidad entre el nutrido bando de los seguidores más rockeros de Neil Young de menospreciar su etapa de experimentación electrónica. La focalizan en un disco de 1982, Trans, que Young compuso después de experimentar con la tecnología para poder comunicarse con su hijo Ben, aquejado de parálisis cerebral. Por mucho que se empeñen los amantes de las guitarras, Trans no es ni mucho menos un disco mejor. La utilización de las bases electrónicas y del vocoder (sí, ese artilugio hoy imprescindible en el pop superventas) están al servicio de una canciones, algunas de ellas de entidad. Hay otra tendencia en el proceloso universo Young que es ensalzar Le Noise, de 2010, un álbum que fue acogido con entusiasmo por la postmodernez. Lo grabó el canadiense junto al productor Daniel Lanois. Se destacó su propuesta vanguardista. El problema es que es tremendamente aburrido.

– Rolling Stones, ‘Bridges to Babylon’ (1997)

El problema de los Rolling Stones no es otro que su supuesta virtud: la longevidad. En una carrera tan larga tiene que haber por obligación resbalones. Hace años se hablaba de Black and blue (1976) como su peor obra, pero con el paso del tiempo este trabajo incluso asoma en las listas de los diez mejores de los Stones. Curioso. Los Rolling Stones no graban un álbum notable desde Tattoo You (1981), y estamos hablando de hace casi 40 años. También es verdad que en cuatro décadas solo han editado seis con material propio. De esa media docena el peor es Bridges of Babylon, un disco de 13 canciones de las que solo se salvan dos o tres. Bridges of Babylon fue la gira más exitosa del grupo hasta la fecha. Solo tocaban cuatro temas del disco.

– Bruce Springsteen, ‘High Hopes’ (2014)

Pues no, Lucky Town y Human Touch no eran tan horrendos como se calificaron cuando se editaron, a principio de los noventa. Escuchados hoy hasta se puede pasar un buen rato. En realidad, el último gran disco de Bruce Springsteen es The River, editado ya hace 40 años. Ha publicado buenos trabajos desde entonces, pero ninguna obra suprema. Lo que sí ha editado es alguna morralla, como High Hopes, de 2014: deslavazado, facilón, perezoso y líricamente intrascendente. Algunos discos de Bon Jovi son mejores que este. Y eso, a los fans de Bruce, les duele. Mucho.

– David Bowie, ‘Never Let Me Down’ (1987)

La carrera de David Bowie roza la perfección. Seguramente es, junto a los Beatles, la estrella que menos tropiezos tuvo. Con una diferencia: mientras los cuatro de Liverpool duraron juntos una década, Bowie cumplió una trayectoria de medio siglo. Y siempre innovando. Quizá su disco menos celebrado es Never Let Me Down. Bowie estaba obsesionado con ser un producto vendible. Eran los años ochenta, donde las grandes estrellas abrazaron alegremente la comercialidad aún a riesgo de arrinconar la calidad artística. Bowie mantuvo el equilibrio con Let’s dance (1983). E incluso con Tonight (1984). Pero no con el siguiente, Never Let Me Down (1987), un ejercicio musical tan obvio que parece impropio de Bowie. Consciente del fiasco su paso siguiente fue montar una banda de rock furioso como Tin Machine.

– AC/DC, ‘Black Ice’ (2008)

Si Bon Scott, el salvaje cantante de los primeros discos de AC/DC, tuviese la oportunidad de escuchar Black Ice (2008), escupiría en la cara (así era él) a Angus Young. Tiene menos fuerza que un disco de Céline Dion. Si escuchas una canción de AC/DC te entran ganas de brincar, gritar, lanzar tu chupa al aire. Ni una sola de estas composiciones merece una reacción así.

– Radiohead, ‘The King of Limbs’ (2011)

Seguramente Radiohead participarían gustosos en esta lista para elegir su peor disco. Para colocar en esa deshonrosa posición a Pablo Honey, su primer trabajo, del que en más de una ocasión han renegado. En aquella época eran unos veinteañeros metidos en el huracán del britpop, intentado sonar como unos U2 comerciales. Escuchado hoy, Pablo Honey te arranca una sonrisa y recuerda que incluye Creep, ese himno tan odiado por sus autores. Lo que no gustará a Tom Yorke y compañía es que se diga que su peor álbum es The King of Limbs (2011). Tras haber sido encumbrados por Ok Computer o Kid A, este The King of Limbs es un acto de petulancia: vamos a hacer un churro y a conseguir que digan que es una obra maestra. Muchos picaron. Repleto de jueguecitos electrónicos y voces extasiadas, no se puede decir que estemos ante una colección de canciones a la altura de sus autores.

– Queen, ‘Made in Heaven’ (1995)

Made in Heaven se editó en 1995, cuatro años después del fallecimiento de Freddie Mercury. Está confeccionado por temas que más o menos dejó completos el vocalista y otros que son retazos de su voz luego saturados por un acompañamiento casi siempre tan grandilocuente como artificioso. Conviene añadir que estos son los Queen de su última etapa, los menos interesantes de su carrera. Hay temas buenos aquí, como Made in Heaven o I was born to love you. Y otros que ni el más rendido seguidor de Queen podrá defender, como You don’t fool me.

– Metallica, ‘St. Anger’ (2003)

No lo decimos nosotros, lo dice la propia banda: St. Anger (2003) es un álbum fallido. Pero necesario. Sobre todo porque nos dio la oportunidad de ver ese documental tan lamentable como genial llamado Some Kind of Monster, filmado mientras se elaboraba este disco. Metallica estaba derrumbándose en aquella época, alcoholizados unos, con odio acumulado otros, era un grupo que no estaba en condiciones de meterse en un estudio. Pero lo hicieron, y eso les honra. Hasta la desgana con la que lo grabaron es dolorosamente honesta: nefastamente producido y con canciones rutinarias. El peor disco de la banda más grande del metal moderno. Porque vamos a considerar que Lulu, ese despropósito, un álbum no exclusivamente de su discografía: aquí comparten condena con Lou Reed.

– Nirvana, ‘MTV Unplugged’ (1994)

Nirvana tiene una discografía escasa (con los años se ha ido ampliando con material poco relevante), tres trabajos en estudio y uno en directo, MTV Unplugged In New York, que se editó en noviembre de 1994, seis meses después de la muerte de Kurt Cobain. Este disco se podía haber editado con Cobain en vida, pero el carismático músico no dio su permiso. Una vez muerto, el resto del grupo y la compañía decidieron ponerlo a la venta. Fue un éxito, claro, con el cadáver todavía caliente del mito. Fue el perfecto regalo de la Navidad de 1994 para la gente que no le interesaba Nirvana, pero debían dar o recibir un souvenir cultural aquellos días. El problema de este desenchufado es que quita la esencia del grupo, que es la energía. Es una versión desinflada de Nirvana, por muchos ejemplares que se despacharan.

– Bob Dylan, ‘Knocked Out Loaded’ (1986)

Probablemente el álbum más flojo de la larga carrera de Bob Dylan sea Christmas in the Heart (2009), la única vez que se ha puesta al mismo nivel que Michael Bolton, que también grabó un disco de villancicos. Dejando aparte este trabajo, hay que decir que Dylan tiene algunos tropezones en su carrera. Los años ochenta fueron duros para sus seguidores, con discos casi paródicos, como Empire Burlesque (1985) o Down in the Groove (1988). Pero el más deficiente es Knocked Out Loaded (1986). Dylan pasaba por una incisiva crisis creativa. No se le ocurría nada sobre lo que escribir. Pidió ayuda aquí y allá y fue casi peor. Nada fluye y casi todo suena desganado. La sensación es que Dylan quiere hacer un disco malo. Y la sale muy bien.

– Led Zeppelin, ‘Through the Out Door’ (1979)

En 1978 Led Zeppelin se desmoronaba. La adicción a la heroína de Jimmy Page le mantenía ausente, el alcoholismo de John Boham le impedía tocar su batería de forma consistente y Robert Plant se moría de dolor por la muerte de su hijo. Ante este panorama, John Paul Jones, el bajista, el único capaz de mantener los nervios controlados, asume la dirección del que iba a ser el último disco el grupo (Coda se publicó en 1982 con retales y cuando ya se habían separado), In Through the Out Door (1979). A pesar de ser un trabajo desnortado, contiene piezas interesantes, como All my love, dedicada por Plant a su hijo fallecido y que, con esos teclados, se adelanta a las baladas metaleras de los ochenta; o In the evening, un rock rabiosamente radiable; o el trotón South Bound Suarez. Claro que, comparado con Led Zeppelin IV, este In Through the Out Door es fosfatina.

– U2, ‘How to dismantle an Atomic Bomb’ (2004)

A principios de los 2000 Bono quería que U2 fuesen los Rolling Stones. Pero los peores Rolling Stones, esos cuyo reto era exclusivamente cuantitativo: llenar estadios cada vez más grandes. En ese contexto llega How to Dismantle an Atomic Bomb (2004), un disco construido sobre Vertigo o All Because of You, temas que constatan la decadencia como compositores del cuarteto. Años después de la edición, el propio Bono lo denigró, a su manera: “No hay canciones flojas en el disco, pero como conjunto, el todo no es mayor que la suma de sus partes. Y eso me molesta mucho”. Sea lo que sea lo que quiere decir Bono, no es nada bueno.

– Pink Floyd, ‘The Endless River’ (2014)

La benevolencia de los seguidores de Pink Floyd es tremendamente ancha. Algunos defiendan The Endless River, un disco de descartes de la grabación de Division bell. Veinte años después, en 2014, David Gilmour y Nick Mason decidieron publicarlo. La excusa fue que serviría de homenaje a Richard Wright, fallecido en 2008 y cuyos teclados se escuchan en este The Endless River (recordemos: es material de 1994). Es un trabajo prácticamente instrumental. Y eso no es, obviamente, lo más criticable. Lo inane del resultado es lo más rechazable.

– Iron Maiden, ‘Virtual XI’ (1998)

Hay unos años que los seguidores de Iron Maiden prefieren asumir que sufrieron amnesia. Son cinco, de 1994 a 1999, cuando Braze Bayley sustituyó a Bruce Dickinson como vocalista. En ese periodo la banda británica grabó dos discos perfectos para alimentar las listas de Los peores. Virtual XI (1998) fue el segundo. Bayley no tiene la culpa, que hace lo que puede teniendo en cuenta que lucha contra el carisma y la potencia vocal de Dickinson, el referente. El problema se agrava con unas composiciones que por primera vez suenan famélicas. Probablemente The angel and the gambler, y sus diez minutos, sea el single más soporífero de la historia del heavy.

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