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COLUMNA // Deporte en la medida de lo posible

El problema no es de ahora. No es del gobierno de turno que destina importantes recursos al alto rendimiento y al deporte masivo. El déficit es anterior, de base. Es estructural y cultural.

Hector Muñoz |

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El problema no es de ahora. No es del gobierno de turno que destina importantes recursos al alto rendimiento y al deporte masivo. El déficit es anterior, de base. Es estructural y cultural.

Por Rodrigo Hernández, As.com

Mientras la Federación Francesa de Tenis (FFT), organizadora de Roland Garros, anunció hace pocos días un plan de rescate por 35 millones de euros que irá en beneficio de todos los afectados por la pandemia en el tenis galo, en Chile la Asociación Nacional de Entrenadores (ANETECH) está en conversaciones con la Federación de Tenis de Chile, recientemente asaltada por delincuentes comunes y con orden de entrega del recinto de calle Cerro Colorado al Ministerio de Vivienda y Urbanismo, para que complemente un fondo solidario que iría en ayuda de 14 profesores que viven una precaria situación económica.

Pese a que la Anetech recibió casi 30 correos electrónicos y mensajes de whatsapp de entrenadores que están sin poder generar ingresos producto del cierre de temporal de los clubes, la entidad cifró en 14 los casos más complejos. La idea, sumando fondos propios y de la Federación, es generar un bono de 50 mil pesos en alimentos para cada coach y paliar mínimamente la difícil situación.

Si bien es imposible comparar nuestra realidad con la europea -y francesa en particular- teniendo en cuenta que Roland Garros es un torneo que data de fines del siglo XIX y genera ingresos millonarios (con seguros estratosféricos incluidos) no deja de llamar la atención que el salto, que la brecha, sea tan brutal, sobre todo considerando que el tenis sigue siendo, con el número uno del mundo de Marcelo Ríos y las dos medallas de oro de Massú y González (las únicas en más de 100 años de olimpismo), el deporte más exitoso en la historia del país.

Probablemente, algunos de esos 30 profesores de tenis, en cierto momento entrenaron o colaboraron con los mejores juniors de Chile. De seguro, algo tuvieron que ver con jugadores profesionales o de Copa Davis. Uno, está acreditado, participó en la formación del Chino en su etapa más precoz. Actualmente, son muchos más los técnicos en situación de indefensión que los que tienen un contrato estable con clubes o academias. El mercado y la estructura deportiva en este país determinaron que así fuese.

No cabe duda que el tenis es un botón de muestra que ejemplifica con nitidez lo que ocurre en otras disciplinas. Muchísima gente que vive del deporte está pasando momentos duros, de aflicción a raíz de la emergencia sanitaria. Y uno razonablemente se pregunta, cuán distinto pudo ser el panorama si treinta años atrás, en el renacer de los gobiernos democráticos, el deporte hubiese sido estratégico, una actividad prioritaria, un asunto de estado, un motor para alejar a la gente de las drogas, el sedentarismo, la enfermedades y evitar así la alienación de las capas más populares. Hoy Chile, no nos olvidemos, tiene uno de los índices más altos de obesidad en Latinoamérica y cientos de miles de compatriotas están aterrados con el coronavirus por padecer patologías de base. ¿Cuántos menos enfermos podríamos tener si hubiésemos construido más plazas, parques y multicanchas? ¿O si las federaciones hubiesen hecho mejor su trabajo y con mayores recursos a lo largo del tiempo?

El problema no es de ahora. No es del gobierno de turno que destina importantes recursos al alto rendimiento y al deporte masivo. El déficit es anterior, de base. Es estructural y cultural. Los avances en infraestructura, que no son menores en los últimos años y seguirán implementándose de cara a los Panamericanos de 2023, se agradecen pero solo han cubierto una deuda histórica que debe venir aparejada de políticas públicas que estimulen la temprana iniciación en el deporte y, sobre todo, garanticen espacios e instancias de desarrollo en las fases posteriores. Ahí es donde los clubes juegan un rol trascendental porque no sacamos nada con que las municipalidades, por ejemplo, hagan actividades para los escolares de la comuna si después no queda nada más que el recuerdo de una mañana entretenida. Clave es el seguimiento, el estímulo a quienes muestran interés o aptitudes y, por cierto, acompañar a esos niños y jóvenes a los lugares adecuados. ¿Se hace? Por lo general no. ¿Hay clubes suficientes y de fácil acceso para todos? ¡Tampoco! Estamos fallando en el segundo o tercer eslabón. Y el deporte, lamentablemente, termina convertido en flor de un día.

Volviendo al tenis, nadie pide que seamos como la Federación Francesa. Pero qué ganas de parecernos siquiera a Argentina donde los clubes de barrio son muchísimo más que el equipo de fútbol y el partido del domingo. Donde las plazas y parques son espacios preferentes para hacer deporte. Recuerdo que cuando conocí Palermo, en Buenos Aires, a fines de los 90 y vi a la gente mayoritariamente haciendo actividad física fue inevitable comparar la escena con el Parque OHiggins donde predominaban los chales, las cervezas y con suerte había una que otra pichanguita. Hoy al menos, en los sectores medios, se instalaron como tendencias de los runners y la bicicleta.

Cuán distinto pudo ser todo si el deporte más exitoso de la historia hubiese generado un círculo virtuoso, de generación y repartición solidaria de recursos, a partir de la Copa Davis. Nunca ocurrió, al punto que en los noventa el ex presidente de la Federación de Tenis Carlos Herrera debió poner plata de su bolsillo para que Ríos jugara por Chile. Nadie nunca lo cuestionó. Había que tener al Chino en el equipo a toda costa. Ok, ídolo, su talento seguro valía ese dinero y más. ¿Pero y lo perverso del sistema? Nadie lo pensó. O quizá no hubo quién se atreviera a plantearlo.
Reitero, nadie pide que tengamos las espaldas de la federación gala. Pero solo en Chile los organizadores de un torneo ATP impecable y con estadio lleno en la final pierden plata. Y solo en Chile, por los horrores administrativos de un pasado reciente, la Federación y la Asociación Nacional de Entrenadores no logran reunir mil dólares para ir en ayuda de los más desposeídos.

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