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Veinte personas revelan la película que vieron de pequeños y les traumatizó durante años

El cine es una maravilla. Y también una herramienta para romper la inocencia de los espectadores. Estos son algunos ejemplos.

Hector Muñoz |

película trauma

El cine es una maravilla. Y también una herramienta para romper la inocencia de los espectadores. Estos son algunos ejemplos.

Por ElPais.com

«El cine tiene que producir sosiego», dijo una vez Azorín, uno de los puntales de la Generación del 98. Sin embargo, hay ocasiones en las que no ocurre así, y estas suelen marcar al espectador durante largo tiempo. Durante la infancia el ser humano es más vulnerable a aquello que aparece en pantalla y hay ciertas escenas que pueden desencadenar miedos y ansiedades. Bastan unos segundos de visionado. «El cine a veces muestra cosas que hasta entonces no se conocían y enfrentarse a ellas de repente, sin saber gestionarlo, puede generar traumas. El motivo es que situaciones que antes no les preocupaban por desconocimiento se convierten en un problema», comenta a ICON Rosario Linares, psicóloga de Prado Psicólogos.

La fantasía de los niños, explica la especialista, es desbordante y no saben diferenciar entre realidad y ficción hasta que cumplen los siete años. De ahí que sea importante ver con ellos el contenido audiovisual. «Los padres deben estar al lado de los niños cuando ven una película, aunque esta sea infantil, para preguntarles cómo se sienten después de ver una escena sensible, como pueda ser, por ejemplo, la muerte de Mufasa en El rey león. A los niños hay que explicarles qué es lo que acaba de pasar en pantalla y no dejarles con dudas porque si no la fantasía y los miedos se disparan», señala Linares.

María Hurtado, psicóloga clínica de AGS Psicólogos Madrid, hace hincapié en la importancia de seguir las catalogaciones por edad de las películas. «Una película puede provocar estrés postraumático si el niño no es capaz de comprender lo que está pasando y el contenido es demasiado fuerte para su grado madurativo. Como consecuencia, puede acabar con ansiedad, miedos, insomnio, pesadillas e incluso problemas de concentración», apunta Hurtado. Otro punto a tener en cuenta, tal y como matiza la psicóloga Rosario Linares, es que solo el visionado de un tráiler puede traumatizar a un menor sin necesidad de que haya visto la película entera. «Por eso es tan peligroso que usen los teléfonos móviles y las tablets sin supervisión parental, porque a través de ellos acceden a contenidos inapropiados», apunta la especialista.

En ICON hablamos con una veintena de personas –gente anónima, otros más conocidos en el ámbito de los medios– que nos cuentan cuáles han sido esas películas que les dejaron secuelas y por qué les afectaron tanto.

-Sobre el trauma que le causó ‘Kramer contra Kramer’ (1980) a Pablo García (contable, de 42 años). “Tenía siete años cuando vi esta película que trata sobre un divorcio traumático con niño de por medio. Es bastante dura, sobre todo si la estás viendo por sugerencia de tus padres. Al terminarla no podía dejar de pensar: ‘¿Me estarán queriendo decir algo?’. Por suerte para mí hoy siguen felizmente casados. Pero me causó un trauma fuerte. Estuve meses pensando que tendría que elegir entre mamá o papá”.

-Sobre el trauma que le causó ‘Aracnofobia’ (1990) a María Navarro (enfermera, 37 años). “Hay una escena en la película en la que una chica se está duchando y mientras se lava el pelo le salta una araña a la cabeza. Creo que tenía ocho años cuando la vi y desde entonces he sido incapaz de cerrar los ojos mientras me lavo el pelo porque me viene la imagen de una araña sobre mi cabeza”.

https://youtu.be/XROa2ZOqh8Q

-Sobre el trauma que le causó ‘Candyman, el demonio de la mente’ (1992) a Santiago Zamora (abogado, 32 años). “Con 11 años vi la peli de terror Candyman y terminé yéndome del salón a mitad de la película dando un portazo para no oír nada de lo que pasaba. Me dio tanto miedo que pasé dos o tres años, sin exagerar, sin poder mirarme en el espejo del baño porque es donde Candyman aparecía. También me producía mucho trastorno que goteara algún grifo mal cerrado en el baño, porque el sonido del goteo aparecía en la peli cuando salía el malo”.

-Sobre el trauma que le causó ‘El imperio del sol’ (1988) a Javier Monzón (periodista, 44 años). “La primera vez que la vi tendría 12 o 13 años y aún tengo escenas en la memoria que me abruman, que me transmiten una sensación de tristeza y desamparo brutal. En la película hay un niño que esta solo en una casa vacía aunque vive convencido de que su mundo, que en realidad ha desaparecido por completo, sigue existiendo. La película me dejo fatal porque me di cuenta de que el mundo de seguridad que me rodeaba (una familia feliz con unos padres y hermanos que me querían…) podía irse a la mierda fácilmente. Es un peliculón que me hizo llorar a moco tendido y que me dejaba hecho mierda solo por el simple hecho de recordar a ese pobre crío (que podría ser cualquiera) que no entiende qué está ocurriendo a su alrededor y tiene que apañárselas para sobrevivir”.

-Sobre el trauma que le causó ‘El coleccionista de huesos’ (2000) a Carmen Raya (periodista, 35 años). “Hay una escena en la película en la que una pareja se mete en un taxi y el malo, que es quien lo conduce, ha quitado los cerrojos a las puertas traseras del coche para que no puedan salir. Me traumatizó tanto que desde entonces, tenía 16 años, siempre que subo a un taxi miro antes si tiene cerrojos o no y me acuerdo de la película, por lo que voy en tensión todo el trayecto”.

-Sobre el trauma que le causó ‘El rey león’ (1994) a Silvia García (ingeniera, 34 años). “Cuando vi la película por primera vez tenía seis años y hasta ese momento la muerte era algo que no entraba en mis planes. Sin embargo, la escena en la que Simba presencia la muerte de su padre, Mufasa, me hizo entender lo que era morirse. Y, lo que es peor, que si el padre de Simba se había muerto el mío también podía morirse. Después de ver la película pasé mucho tiempo preocupada pensando en que no quería que se muriesen ni mis padres ni mis hermanos”.

-Sobre el trauma que le causó ‘Cuenta conmigo’ (1987) a Mario Blázquez (periodista, 43 años). “Me dejó hecho polvo la frase final de esta película, cuando uno de los niños protagonistas -ya adulto- dice: ‘Nunca he vuelto a tener amigos como los que tuve siendo niño’. Dios, ¿acaso alguien los tiene?’. Tenía 12 años y cuando la escuché entendí que era verdad. Me dio muchísima pena”.

-Sobre el trauma que le causó ‘La vida es bella’ (1999) a Carla Alonso (maestra, 28 años). “Lloré durante toda la película y se me quedaron grabadas las escenas más duras, sobre todo la muerte del padre. Pero lo que más trauma me causó es que mi familia se empeñaba en decirme que tenía que verla como una película optimista porque el padre es divertido y hace todo lo posible porque su hijo no se entere de que están en un campo de concentración. No podía entender cómo algo tan atroz podía ser optimista y me sentía superincomprendida. Pasé muchos años en los que me ponía a llorar cada vez que alguien decía el título de la película”.

-Sobre el trauma que le causó ‘Todos los perros van al cielo’ (1989) a Elena Ruiz (periodista, 32 años). “Tenía ocho años cuando la vi y me marcó. La peli trata la muerte de un perrito de una manera tierna, pero muy cruda. Cualquiera que haya tenido mascota, como era mi caso, sabe que la muerte de un perro es un algo tristísimo. Creo que simplemente me traumatizó porque al verla fui consciente de que los perros también se mueren, incluido el mío».

-Sobre el trauma que le causó ‘Pesadilla en Elm Street’ (1985) a Jaime López (productor audiovisual, 29 años). «Cuando vi Pesadilla en Elm Street tendría unos 11 años y estuve dos días sin dormir porque creía que si me dormía estaba muerto. Después de dos días de insomnio pasé meses durmiendo con la Teletienda de fondo en el televisor porque me calmaba. Con los años se me pasó, y ahora me flipa la película, pero en su día lo pasé muy mal».

-Sobre el trauma que le causó ‘Tiburón’ (1975) a Cristina Arias (empresaria, 33 años). “La vi con seis o siete años y por culpa de esta película de Spielberg tengo pesadillas recurrentes con tiburones desde entonces. Ni siquiera puedo verlos en un documental o en una foto. ¡Tengo que cerrar los ojos! Tiburón me provocó auténtica fobia a los tiburones…”.

-Sobre el trauma que le causó ‘La noche de los muertos vivientes’ (1968) a Marwan Abu-Tahoun (músico y poeta, 40 años). «El trauma aún me dura. La vi con 10 años, con las luces apagadas y al salir de casa de mi amigo, ya de noche, me daba miedo hasta ir a mi casa, que estaba a 20 metros. Recuerdo ir muerto de miedo durante un tiempo cada vez que se hacía de noche por las calles oscuras de mi barrio o al entrar en mi portal cuando tenía las luces apagadas. Lo mismo al irme a la cama. Me tapaba entero porque tenía un miedo instantáneo a la oscuridad. Y digo que el trauma dura hasta ahora porque se trababa de una película de zombis y desde entonces he sido incapaz de ver otra. De hecho ver los zombis de la serie The walking dead y cosas por el estilo me resulta tan repulsivo que tengo que quitarlo inmediatamente».

-Sobre el trauma que le causó ‘Pinocho’ (1940) a Marga Fernández (psicóloga, 34 años). “Me daba auténtico terror. La parte de la película en la que va a una isla de los juegos donde los niños se convierten en burros es la peor. Lo que más miedo me daba es que en un momento dado el dueño de la isla le pregunta a un burrito ‘¿cómo te llamas?’ y el niño-burro no puede decir su nombre porque solo sabe rebuznar. Lo que me martirizaba era pensar que si un día me convertía en burro yo no podría hablar y mis padres no podrían distinguirme entre otros burros idénticos a mí. Tenía pesadillas por la noche en las que me raptaban y me convertía en burro”.

-Sobre el trauma que le causó ‘El cebo’ (1959) a Pedro Gabilondo (periodista, 70 años, hermano del político Ángel Gabilondo y del periodista Iñaki Gabilondo). «El cebo nos impresionó de chavales a todos los hermanos [los Gabilondo son nueve hermanos]. El secuestro de la niña nos impactó especialmente, tanto que mi hermana decía que no quería volver a pisar nunca un parque grande como el Cristinia Enea de Donostia, donde vivíamos, porque le recordaba al de la película».

-Sobre el trauma que le causó ‘Los santos inocentes’ (1984) a Lupe Clemente (fotógrafa, 44 años). «Esta película me hizo de izquierdas y ultrarroja. Me abrió los ojos y me hizo odiar el fascismo y a los que se beneficaron de él. Después de eso solo he podido verla una vez más porque me afecta mucho y aunque me encantaría volver a verla creo que si lo hiciera ahora con el panorama político que tenemos me reventaría la cabeza».

-Sobre el trauma que le causó ‘La maldición de las brujas’ (1990) a Julia Nowicki (editora, 34 años). «Esta película me pareció aterradora por la transformación de los niños en ratones y por el aspecto malvado de las brujas. Me pasé tres o cuatro años sin atreverme a bajar sola al sotáno de mi casa. Me daba miedo porque me recordaba a la película y creía que las brujas me convertirían en ratón».

-Sobre el trauma que le causó ‘¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú’ (1966) a Miguel Ángel Hernando, más conocido como Lichis (músico, 49 años). «Mis padres no ejercían un filtro excesivo a la hora de seleccionar el cine que podíamos ver en casa y recuerdo que veíamos mucho el programa La clave, que emitía películas. Era de los pocos días que me dejaban trasnochar para ver una película. Un día pusieron ‘¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú’, de Stanley Kubrick, y me dejó una sensación contradictoria porque me reí un montón, pero el trasfondo del mensaje me hizo pensar bastante. Tenía yo unos nueve años y me despertó cierta conciencia de este mundo contradictorio y volátil en el que vivimos. Me marcó como algo tan jodido podía contarse con un humor tan ácido. Queda muy clara la absoluta locura de los dirigentes políticos».

-Sobre el trauma que le causó ‘Acusados’ (1987) a Guillermo Alonso (escritor, 37 años). «De pequeño vi en la televisión este drama judicial que le valió a Jodie Foster su primer Oscar. Mi madre la estaba viendo y allí me enganché yo. Me imagino que ella consideró que no habría nada inapropiado: era un drama judicial sobre una chica que se enfrenta a los tipos que la violaron en un bar y quiere que paguen por su crimen. Me figuro, incluso, que mi madre pensó que podría haber una valiosa lección para mí y enseñarme algo de justicia, igualdad y compasión. La película se centraba tanto en el juicio como en flashbacks de los protagonistas, que iban contando lo que recordaban haber visto aquella noche en el bar. Pero entonces llega el flashback definitivo: el de la violación. Tardé años en recuperarme de eso y recientemente la he vuelto a ver y me ha vuelto a dejar turbado. Una pandilla de desalmados violan en grupo a Jodie Foster, turnándose para ello, jaleándose, tapándole la boca para que no grite. Mientras tanto, algunos hombres presentes en el local jalean a los violadores y alguna mujer sacude la cabeza con tono moralista, pensando que esa chica está disfrutando. Algo demasiado parecido a lo que seguimos viendo en las noticias y que estuvo, a su vez, basado en un caso real (el de Cheryl Araujo, una mujer que fue violada por tres tipos en un bar de Massachusetts mientras nadie hacía nada por ayudarla). Acusados es, además, una historia sobre el mal funcionamiento de la justicia y la manía de sociedad de poner el foco sobre la víctima en vez de sobre el agresor. Teniendo en cuenta lo vigente que sigue todo eso después de 22 años, la película hace efectivamente perder toda la esperanza en la humanidad. Incluso sin esa terrible escena».

-Sobre el trauma que le causó ‘Flash Gordon’ (1980) a Ianko López (gestor cultural, 39 años). «Fui a verla al cine con mi padre y dos cosas me marcaron para siempre. Una, el emperador Ming, interpretado por Max Von Sydow (que hoy es mi actor favorito), con un look entre chinesco y glam, me dio un miedo atroz. Sus apariciones entre acordes electrónicos, su voz atronadora, sus cejas puntiagudas, su maléfica carcajada…. Me producía pesadillas. Creo que estuve un año entero sin dormir. Otra, la escena en la que el protagonista -Sam J. Jones, que no era actor sino jugador profesional de fútbol americano- solo viste un slip negro. Yo debía de tener como tres años o así y fue un doble trauma. Sin duda esa película moldeó para siempre mi posterior experiencia sexual y afectiva».

-Sobre el trauma que le causó ‘La naranja mecánica’ (1971) a Juan Pablo Gozález (55 años, profesor). «La vi en uno de esos cines de sesión doble donde reponían películas. Yo era un adolescente. Su violencia me revolvió por dentro. La vi en los años ochenta y en Madrid había un ambiente de bandas con muchas peleas. En seguida lo relacioné con la película. Pasé algunos meses sin salir de casa. Mis padres estaban extrañadísimos. Lo que ya me traumatizó casi hasta el día de hoy es la escena de la violación. Sé que La naranja mecánica es un clásico del cine muy valorado, pero yo no la he vuelto a ver».

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