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‘Adultitos:’ ¿cómo llamar a los que se niegan a madurar pero agradecen no ser ya adolescentes?

Una columna en la que meditamos sobre el placer de rodearse de gente disfrutona, rechazar los lugares comunes de la madurez y tratar de huir de ella a toda costa.

Hector Muñoz |

adultitos

Una columna en la que meditamos sobre el placer de rodearse de gente disfrutona, rechazar los lugares comunes de la madurez y tratar de huir de ella a toda costa.

Por ElPais.com

Cumplo 37 años y debo intensificar mi lucha para no parecer un adulto. ¿Qué es un adulto? ¿Conoce usted a alguno? El término siempre me sonó a derrota. Sospecho que algunos excompañeros de clase se han convertido en uno: observo en redes sociales que se han casado y han tenido hijos y salen a cenar con otros adultos que también tienen anillos y bebés. Es posible que ellos sí sepan qué es el TAE de una hipoteca, que hayan malgastado mañanas esperando a que su coche pase la ITV y que lamenten que en las reuniones de la AMPA ya no se ofrezca vino.

Siempre he visto la vida adulta como un baile de siglas que ya no ofrece tiempo para llamar a las cosas por su nombre. No es que encuentre orgullo en evitarla, pero me da paz rodearme de gente inmadura, disfrutona y pusilánime, a veces casi clandestina, que en vez de tener ideas tiene fobias, que en vez de enfrentarse a la realidad la adultera a su gusto. Por otra parte, hay factores que indican que irremediablemente me hago mayor, por mucho que intente ir al gimnasio para hacer creer a mi cuerpo que sigue teniendo 20 años y por mucha finasterida que tome para que no se me caiga el pelo (intentar sortear la madurez cuando eres calvo es mucho más duro): odio los sitios ruidosos, soy cada día más antisocial y tolero cada vez menos las resacas.

Igual que alguien (gracias desde aquí) creó el término niñor para definir a esos críos que nacen con rostro mohíno y pesaroso, deberían inventar otro para los que nos negamos a madurar pero suspiramos aliviados cada mañana por no ser ya adolescentes.

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