Farrokh Bulsara, o Freddie Mercury, fue un rock star distinto desde sus raíces tanzanas a su excentricidad muy adelantada para sus tiempos, que le cantaba a una Killer Queen y que tenía un tipo de magia especial con un barítono que fusionaba con el estilo tenor, para crear una de las mejores voces de la historia, que podía ser una dulce y suave melodía como en Love of my Life a tornarse tenaz y agresiva como en We Will Rock You.
Es que veintinueve no son suficientes (y lo no serán) para quitar la herencia musical de un genio que, más allá de sus extravagantes trajes, su bigote, su semblante de divo o su clásico micrófono de semipedestal, cumplió su palabra: ser una leyenda.
No es fácil olvidar a Freddie, porque su música, desde Bohemian Rhapsody en 1975, a una de sus últimas creaciones, como: These Days of Our Lives en 1991, está diseñada para trascender en el tiempo y generaciones. Un legado que le dio una nueva cara al rock, tan inigualable como el coreo exacto del público, parecido a poner en stop a todo el mundo por dos minutos, antes de cantar Hammer to Fall en Wembley. Eso no lo logra cualquiera.
Podrán llegar todos los 24 de noviembre de la era, pero un disco de Queen, junto a la voz de Freddie, seguirá sonando como si hubiera sido grabado ese mismo año.