Por Pablo Vera, As.com
La partida de Reinaldo Rueda parece un hecho consumado. Solo es cosa de horas que se ratifique su partida a Colombia, dejando a una Roja acéfala, sin guía y en medio de la incertidumbre. No es un hecho menor que se pone fin a un proceso de casi dos años y eso podría ser fatal. Dos años que quedan en nada para partir de cero, y en medio de unas Eliminatorias.
El DT cafetalero cometió errores, eso es evidente y lógico, pero el final de este proceso se ve empujado por críticas destempladas, faltas de respeto de todo tipo y poca tolerancia. Así, es fácil idear un manual de cómo desperdiciar a un entrenador de renombre, respetado en Sudamérica y creíble para sus futbolistas. Esto último no es menor. De hecho, es muy difícil de conseguir. Él ya se había ganado a un camarín complejo y siempre será más fácil trabajar cuando eso pasa.
Desde su llegada e incluso desde antes de su primer partido ya estaba cuestionado. Los ‘expertos’ solo creen en una forma de jugar y no hay más alternativas. Hay que ser ofensivos, tener vértigo, hacer presión alta y todos esos conceptos de moda que no tienen por qué ser entendidos como una modalidad única para ganar. Ni menos pueden ser utilizados por todos los equipos. El Chile de antes, el de hace cuatro o cinco años, sí podía, estaban los intérpretes, ahora no.
En el país nunca se entendió que no se pueden ganar todos los partidos. Lo logrado con Bielsa y Sampaoli fue una excepción dentro de una historia modesta en cuanto a logros. Rueda llegó a liderar otra etapa. Las estrellas del equipo ya no eran veinteañeros y su peak había pasado. Así y todo siguen rindiendo, pero de una forma diferente a la de antes. El colombiano fue el único que entendió eso y los referentes le creyeron.
Buscó el recambio, por todos lados. Llamó y llamó a distintos jugadores, probó, pero si uno no rendía las críticas eran feroces. El país pedía nuevos futbolistas, pero como no estaba uno u otro, el DT era el apuntado siempre. Aunque hubiese llamado a 100 jugadores en una lista, le hubiese encontrado algún punto negro.
Lo llegaron a tratar de flojo. Eso es inaceptable. Puede gustar o no, pero no se puede decir que no trabajó. Eso es no entender nada. Y perdimos a un DT que, con errores y todo, era un líder para sus futbolistas y eso siempre es lo más importante. Los otros ‘expertos’ solo pueden mirar desde afuera.
La guinda de la torta fue la declaración de Pablo Milad. Una invitación directa a que se vaya. Un poco cordial e irrespetuoso ‘Si no te gusta te vas’. Así nadie podría trabajar bien.