MALDITO ROCK AND ROLL

COLUMNA // George Harrison, el beatle espiritual

Recordamos hitos y curiosidades del miembro más joven de los Fab Four, nacido en un día como hoy, en 1943.

Hector Muñoz |

George Harrison

George Harrison French nació en Liverpool un 25 de febrero de 1943, y falleció víctima de un cáncer el 29 de noviembre de 2001. El «quiet Beatle», el Dark Horse, el que incorporó nuevos elementos dentro de la música del cuarteto más célebre de la música popular. El muchacho que creció viendo a sus compañeros componer algunas de las canciones más recordadas de la historia y que desarrolló un estilo único, apegado a la melodía y a la espiritualidad. El inquieto instrumental, ese que curioseaba con las guitarras, con la cítara y con el ukelele, llevando siempre uno (y a veces dos) cuando viajaba de vez en cuando. El mismo que compuso la canción favorita de Frank Sinatra “dentro del repertorio Lennon McCartney”.

George, el púber que siempre seguía a ese adolescente algo mayor, John Winston, porque tocaban juntos en un grupo llamado Johnny And The Moondogs. El mismo que probó sus capacidades gracias a que su amigo y vecino de años, James Paul, convenció a un suspicaz John de escucharlo. Con sólo tocar el instrumental “Raunchy” le bastó para estar dentro de la banda. El mismo mozalbete que se embarcó a Hamburgo junto a sus compañeros de banda, ahora llamados The Beatles, sin siquiera haber cumplido la mayoría de edad; tenía apenas 17 años y vivió a concho la experiencia que le abrió los ojos en todo sentido. «Those were the days!» recordaría muchísimos años después.

George, el mismo que sabía y emulaba a la perfección el estilo de su ídolo Carl Perkins (se lució en “Everybody’s Trying To Be My Baby”). El mismo mocoso que, a veces, las hacía de intermediario entre un iracundo John y un perfeccionista Paul por los diversos problemas cotidianos que podían enfrentar dentro de la banda. George, el mismo que fue deportado al ser descubierto en su «minoría de edad», poniendo fin a esa aventura en la Alemania. A los meses después, volvería junto a sus compadres para romperla con fuerzas en los principales clubes de ese puerto lleno de urbanidad nocturna.

George, el mismo que conoció la fama internacional a los 20 años, cuando se acuñó en la prensa el concepto de Beatlemanía en los diarios, luego de las explosivas presentaciones de fines de 1963. El mismo que fue a conquistar Estados Unidos junto a sus amigos, más uno nuevo en el equipo, Ringo. El largo viaje le pasó la cuenta a su débil organismo: se enfermó y cayó con fiebre sólo un día antes de su debut en la TV gringa. Fue ahí cuando la gente de Rickembacker le ofreció una guitarra que definiría un sonido innovador dentro de la música popular: una guitarra Rickembacker modelo 360, de 12 cuerdas, la que vio su estreno en la sesiones de “A Hard Day’s Night”.

George, el mismo que siguió curioseando e incorporando elementos a las canciones de sus amigos en la banda, a la vez que comenzaba a escribir. El mismo que es el autor de una de las letras más mordaces dentro del catálogo Beatle, “Taxman”. El mismo que, con apenas 25 años, se hastió de la fama y de su estatus de celebridad. El mismo que se desilusionó de la movida hippie al visitar personalmente la esquina de Haight con Asbury en San Francisco. El mismo que abrazó la religión hindú con fervor hasta el final de su vida, cambiando sus costumbres y moldeando su espíritu. El mismo tipo que se alejó cada vez más del ruido.

George, ese músico curioso, que siempre se juntaba con sus amigos (Eric Clapton, Bob Dylan, Billy Preston, y un medianamente largo etc) a improvisar para ver qué pasaba. Los Beatles comenzaron a ser un obstáculo para su crecimiento. Las pocas canciones que podía incluir no eran suficientes. Después de la separación, lanzó esa verdadera obra maestra en triple vinilo que es “All Things Must Pass”. El mismo que fue injustamente acusado de «plagio inconsciente» de una de sus más insignes, “My Sweet Lord”.

George, ese fanático declarado de aquel grupo de cómicos ingleses llamado Monty Python. Tan fanático era, que les financió una película, “Life Of Brian”. El mismo que era capaz de reírse de sí mismo y reinventarse junto a ese fan nº 1 de The Beatles llamado Jeff Lynne y el “Cloud Nine”. Su sociedad con el mismo Lynne, Dylan, Petty y Orbison llamada Traveling Wilburys y la vuelta a las giras masivas, junto a Clapton, le dieron nuevos aires a su camino en solitario.

George, el mismo que aceptó la propuesta de Paul McCartney para juntarse con él y Ringo Starr para trabajar un par de temas perdidos de John Lennon en los caramelitos que nos dio el proyecto “The Beatles Anthology”. El mismo que, al referirse a los Beatles en ese documental, decía «ellos» y no «nosotros».

George, el mismo que estaba preparando uno de los mejores discos de su vida, trabajando junto a Lynne y a su propio hijo, Dhani Harrison, una producción que terminó llamándose “Brainwashed”. El mismo que ya se sentía en paz consigo mismo y tranquilo al momento de partir.

El mismo que nos dejó preciosas canciones y un recuerdo imborrable dentro de nuestra memoria colectiva. George, quien hoy hubiese cumplido 78 años.

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