Hoy en Palabras Sacan Palabras, Andrea Moletto y Álvaro Paci conversaron el periodista y escritor, Óscar Contardo.
Su vida en pandemia
«Soy de los que no pueden quejarse por la pandemia, porque no ha significado grandes trastornos», partió diciendo el escritor sobre su vida en pandemia. «Lo que pasa es que hay gente que lo ha pasado tan mal, que quejarse por estar encerrado es una frescura».
Habló de su aislamiento y de su tranquilidad en el encierro. «Lo he pasado con alcohol y comida, mucho zoom recreativo y paseando al perro», dijo Contardo. «Soy súper conservador, entonces la culpa que me puede generar eso sería demasiado. Máximo, yo creo, que en un lugar me he juntado con cinco personas. Imagínate, es tremendo, enfermarse con el vicho o que tú contagies a alguien, imagínate la culpa».
La Iglesia católica
El Vaticano publicó esta semana una nota aclaratoria para recordar que la Iglesia católica no puede impartir su bendición a las uniones de personas del mismo sexo. Esto, después de que surgieran dudas en algunos ambientes eclesiásticos respecto al controvertido tema en quienes son creyentes de ese credo.
«Hay corrientes en la iglesia que quieren cambios y que estén asociados a las recientes declaraciones del Papa Francisco en un documental, donde dijo que esas personas (homosexuales) deberían ser consideradas dignas del amor de Dios, y que las uniones de esas personas del mismo sexo podrían ser dignas de ser bendecidas», dijo Contardo.
También se refirió a la crisis por la que está atravesando hace mucho tiempo la Iglesia católica. «El Papa ha aparecido con declaraciones públicas como estrategia de relaciones públicas, donde se sugieren determinados cambios sobre el trato a la mujer y a la comunidad LGBTIQ+», dijo. «Eso no significa un cambio estructural en la iglesia en cuanto a su doctrina, sino que solo son señales de cierta voluntad de cierta autoridad dejando en evidencia una corriente interna que quiere cambios. Pero, para que esos cambios se concreten, pueden pasar siglos».
El obispo de Magallanes
Sobre el polémico video en el que se veía al obispo de Magallanes, Bernardo Bastres, durante una homilía en la que hizo un llamado a seguir acudiendo presencialmente en los cultos religiosos. Esto a pesar a la anterior determinación del Gobierno de prohibirlos en Fase 2.
«Bernardo Bastres es sacerdote conservador, que hace esta declaración de llamar a desobedecer las leyes, como si fuesen normas injustas. La norma es sanitaria y Magallanes tuvo cifras disparadas. Hay que recordar que Bastres era compañero de generación de Rimsky Rojas, a quien encubrió pese al prontuario de abuso sexual en contra de exalumnos», dijo Contardo contextualizando.
También, haciendo un recorrido por sus conocimientos sobre la historia de los salesianos en la zona, el autor de «Rebaño», analizó el caso del obispo y su vínculo con la crisis institucional de la Iglesia. «La jerarquía de la Iglesia no da cuenta de la crisis que está viviendo la Institución, que tiene repercusiones más allá del propio mundo católico. Porque son una multiplicidad de organizaciones que están dentro de la sociedad de distintas maneras», dijo Contardo. «Perdieron su lugar, su prestigio. La gente que trabaja ahí es mirada con desconfianza y el rol público de la Iglesia es muy mal mirado. Si la jerarquía hubiera dado cuenta de ese golpe, y hubiera cambiado el lenguaje en situaciones de crisis, las cosas serían diferentes. Lo que aparece ahora con Bastres es una total indolencia. Ese ‘por sobre la ley’ es algo muy fuerte», agregó.
Estatua de Baquedano
«Baquedano no era una figura antipática. La estatua misma era una figura donde se congregaban celebraciones. El tema va por el espacio ocupado y por la actitud que tomaron ciertos grupos de protesta con la estatua. La foto de Piñera con la plaza en cuarentena y el homenaje de los militares en retiro, entre ellos, Cristián Labbé, terminaron por vincular la figura de Baquedano a un sector político», dijo el escritor y periodista en Palabras Sacan Palabras.
Contardo se refirió al espacio de Plaza Italia o, ahora, renombrada popularmente como «Plaza Dignidad». «El tema con Plaza Italia es un punto de encuentro, de celebración y de protesta; pero también, un punto de fractura de la ciudad. Una frontera, una ciudad segmentada, segregada, con una sensación de que hay más de dos países en uno. Donde no hay puntos de encuentro», dijo. «Ese vacío que deja Baquedano, la operación que debiera haber ahí, tiene que ver con proyectos de futuro: ¿Qué vamos a hacer ahí? ¿Cómo vamos a recordar lo que pasó ahí? Las autoridades actuales no son capaces de mirar ni esa ni muchas otras cosas».