Durante las últimas décadas, la Industria Cultural se ha encargado de perpetuar el imaginario social y el campo semántico sexista que gira en torno a los estereotipos de la mujer.
Por otro lado, en cuanto a la reivindicación que ha estado presente en la industria, he intentado buscar un antónimo al concepto de ‘exponencial’, una curva entre los ejes de coordenadas con una pendiente ínfima de crecimiento relativa a la externalidad. Lo cierto es que, a pesar del activismo en el rubro, la música está al debe.
La cosificación
Mujeres, negrxs y disidencias sexuales, son algunas de las identidades que han estado bajo la connotación negativa de prejuicios y asimilación discriminatoria en las creaciones hegemónicas de las que muchas tardes disfrutamos en el análogo sonido un vinilo o en nuestra lista favorita de alguna aplicación de streaming.
A pesar de que el blues —el género que dio origen al rock y soul— en sus orígenes partió como cánticos que enunciaban los hombres de color que trabajan de forma esclavizante en los campos de algodón como una forma de hacer el trabajo menos duro, este pacífico método de liberación racial no estuvo exento de violencia discursiva de género.
Basta con escuchar “Terraplane Blues” de Robert Johnson, para cuestionarse por qué a nadie le hacía ruido al gozar de semejante composición.
https://www.youtube.com/watch?v=It-tJ8DOjIk
La cosificación de la mujer y comparación con su Terraplane —un modelo de auto de la Hudson Motor Company de 1930— al momento de tener un sexo, probablemente, no consentido por la forma de narrar el destroce de su carrocería. Podemos echarle la culpa a la época, pero la verdad es que el machismo estaba mal entonces y lo está ahora.
Estas conductas arraigadas en el mundo de la composición musical las podemos ver en el pop, rap y reggaetón; pero hoy, hablaremos del blues y el rock.
Un público femenino
Es de perogrullo que la mujer no ha estado ausente en la industria musical del rock, el blues y el soul. Al contrario de lo que caracterizó la época posterior a los 70’s, fue el público femenino su motor.
El paradójico mundo de las audiencias del Rey del Rock era mayoritariamente femenino. Como una de las pioneras formas de liberación, las mujeres llevaban arrastras a sus novios, primos y hermanos para que las acompañaran a corear las letras de Elvis. Su llamado a convertirse en “chicas malas”: bailar libremente, gozar, divertirse y, por qué no, dejar su sexualidad volar.
Sin embargo, seguido a esta época de liberación femenina llegó la cosificación y discriminación de la mujer. Uno de los más icónicos ejemplos fueron las composiciones y los éxitos de Los Rolling Stones.
Con canciones como “Brown Sugar” y “Stupid Girl” en la cúspide de las letras sexistas de la banda inglesa que tantos y tantas idolatramos, es imposible e irresponsable que a las nuevas generaciones, nos parezca indiferente.
“Ella ronronea como una gatita
Luego se da la vuelta y silba hacia atrás
Es la cosa más enferma de este mundo
Mira a esa estúpida chica”
La composición de Mick Jagger y Keith Richards tuvo una sencilla explicación de parte de Richards en una entrevista para la revista Rolling Stone en 1971: “Fue todo un spin-off de nuestro ambiente… hoteles, y muchas chicas tontas. No todas son tontas, de ningún modo, pero así es como consiguió una. Cuando estás desempleado, la mitad del tiempo es imposible salir, fue para pasar por todo un tipo de partido de fútbol”.
Las “groupies” del rock
Ante esta nueva dirección del mundo del rock era necesario dejar entrar el rol femenino. Pero como un buen ejemplo de las dinámicas de poder, en ese mundo de hombres, la mujer, solo pudo entrar bajo el misógino y objetual puesto de “groupie”.
Relegadas al hogar; los locales, escenarios y el lugar público se convirtieron en espacios casi exclusivamente masculinos. La sociedad patriarcal que imperaba daba al hombre la palabra y la acción, y una mujer no era bienvenida: salvo desde su cosificación.
Las «groupies» eran aquellas mujeres que respondían a los instintos sexuales de los integrantes de las grandes bandas con sumisión. Al igual que ellos, se drogaban y, escando a su paupérrima realidad, los excesos y rock les daba libertad. No eran bienvenidas las mujeres “de bien”, aquellas mujeres vírgenes, ni hogareñas; sino aquellas que podía utilizar como objeto sexual.
Caracterizaba a estas mujeres la intención de alejarse de su hogar sin querer retornar. Eran aquellas mujeres que, por el prejuicio de la época, el hombre quería para su sexualidad, pero, por su puesto, con ellas no se querían casar.
“Es buena… para ser mujer”
Lo sabemos ahora y lo sabíamos entonces, las mujeres hacen música espectacular. Al igual que en muchas disciplinas como los son los deportes, la música, la cultura y las artes, entre otras; fue frecuente admitir el talento de una mujer haciendo alusión que era meritorio solo por el hecho de ser mujer.
Como si el género las predispusiera a la mediocridad. Lo cierto es que, con menos herramientas que los hombres (por el escaso acceso a educación y el poco ambiente social de aprobación), las mujeres pudimos brillar con éxitos sin precedentes en la industria cultural.
De esta forma, la opresión ante aquellas que se revelaban no era distinta a la de los propios rockeros. La industria del rock o el heavy metal históricamente ha invisibilizado el potencial creativo de mujeres. Esto, también ha ocurrido con otras identidades como la comunidad LGTBIQ+ debido a su progreso bajo la concepción heteronormada propia del género musical.