Hace 56 años se lanzó “Highway 61 Revisited” de Bob Dylan. Un disco excelente, que debería estar en la colección de cualquiera que disfruta de la música popular.
En cada estante, mueble, mesa, rack y estuche debería estar este álbum que tiene mucho de riesgo, desparpajo, arrojo, mensajes encriptados y una poesía libre, abrazando una libertad que en 1965 recién se estaba conociendo para todos los que se maravillaban con un mundo nuevo que se abría a cada segundo.
El segundo de una trilogía de lujo
En este disco, segundo de la trilogía que comenzó “Bringing It All Back Home”, Dylan abandona casi completamente el ropaje folk y asume un sonido totalmente eléctrico, ayudado por un nuevo productor, Bob Johnston.
Grabado en 4 intensas sesiones de estudio y con la ayuda de excelentes músicos como Al Kooper y Mike Bloomfield, el cantautor abre una puerta hacia otra dimensión en el mundo del rock y la música popular tal como se le conocía hace cinco décadas.
Bob Dylan y una portada que lo dice todo
La portada del disco lo dice todo. Dylan, con apenas 24 años y una no despreciable experiencia de ser humano nómada tanto de lugar como de espíritu, mirando fijo hacia la cámara, como desafiando al mundo con su nueva música. Es un lenguaje propio, una nueva aproximación a lo más esencial a la hora de crear. Una espontaneidad que sólo da la certeza de saber lo que se está haciendo. Saber que es tuyo y sólo tuyo, sin perder el norte ni el pasado. Lo que comenzó en el disco anterior, eso de «traerlo de vuelta a casa», en “Highway 61 Revisited” lo afirma a punta e actitud y belleza.
La cara A que parte con «Like a Rolling Stone»
La cara A parte con el, a esas alturas, conocidísimo single que fue “Like A Rolling Stone”, probablemente la canción más importante de la música popular en muchísimo tiempo, un relato descarnado sobre la individualidad y soledad del individuo al andar por su cuenta, «sin dirección, como un completo desconocido, como una piedra rodante»; «¿qué se siente?», pregunta incesantemente su autor en el coro.
Después, en “Tombstone Blues”, Dylan se las arregla para mezclar realidad con delirio vía hechos concretos mezclados con imágenes atrevidas, todo bajo un ritmo trepidante.
A continuación, la calma sorprendente de “It Takes A lot To Laugh, It Takes A Train To Cry”, la que, si han escuchado los bootlegs, comenzó acelerada y standard, para derivar en un piano seductor. Después, una inquieta y poderosa “From A Buick 6”, donde Dylan hace y deshace con el modo de jugar con las palabras.
El lado A cierra con una obra maestra: “Ballad Of A Thin Man”, una de las canciones más enigmáticas que haya grabado Dylan en toda su carrera.
El señor Jones, a quien van dirigidas las palabras en este surco, lo rescató John Lennon 3 años después en “Yer Blues” de The Beatles, el track número 2 del segundo vinilo del álbum blanco.
Una cara B de pasajes bíblicos
La cara B parte de forma celestial con la bella “Queen Jane Approximately”, llena de teclados y guitarras puras.
Después, la épica canción que da nombre al disco, “Highway 61 Revisited”, un relato que mezcla pasajes bíblicos con personajes en una carretera que se cruzan en un viaje, dejándonos todo a la propia interpretación en el punto de encuentro de la autopista 61.
Le sigue esa maravilla de canción llamada “Just Like Tom Thumb´s Blues”, donde Dylan es más explícito al hablar de drogas que en “Mr. Tambourine Man”. Acá no hay figuras para disfrazar ciertos hechos. Por el contrario, Dylan cita derechamente la angustia del junkie («and I don´t have the strenght to get up and take another shot»). No puedo dejar de mencionar la excelente versión que tocó Neil Young junto a Booker T & The MGs en el homenaje a Dylan en el madison Square Garden de 1992. Quedó hermana de la emotiva “Powderfinger”.
El cierre con «Desolation Row»
El disco cierra con uno de esos momentos únicos en los discos del troesma: una canción de 11 minutos de duración llamada “Desolation Row”. Acá Dylan muestra el tremendo salto que se pegó como autor de relatos surrealistas, delirantes, atractivos e innegablemente apegados a la realidad. Nos va presentando una serie de personajes que sólo podrían haber sido observados en el asiento trasero de un auto mientras se está viajando por la carretera.
Estos personajes parecieran estar sacados de un Mardi Grass o de algún carnaval que uno se puede cruzar en el camino. Dylan ocupa todas estas figuras para decirnos una cosa: el mundo está mal y nos dirigimos al Apocalipsis espiritual si sigue todo igual. A pesar de tanto pesimismo, Dylan nos hace ver la luz al final del túnel. El cierre con guitarra de palo y harmónica es conmovedor.
Este disco es de cabecera. No se arrepentirán de conseguirlo y tenerlo en la colección. Por mientras, bienvenida una escucha en streaming…