Según dicen los afiches, esta es la gira de despedida, el fin del camino comenzó en Santiago este 2022 y cuesta creerlo. No estamos ante la presencia de vetustos artistas, al borde de la demencia senil o contando sus últimas historias antes de desaparecer para siempre. Para nada, Kiss es la vigencia misma.
La segunda noche de Kiss en Chile no tuvo nada que no se haya visto en la primera, pero la banda de Paul Stanley y Gene Simmons tienen una premisa que no ha cambiado nunca porque es tan irrefutable como el aire: siempre hay alguien que va por primera vez a un show de Kiss; y esa primera vez te marcará para siempre. Y si esa primera vez pudiera ser la última, más aún.
Los lugares comunes del público número uno, el «intento» de Stanley por hablar en el idioma; sumado a los trucos que hemos visto por años, como la bola de fuego y la sangre de «The Demon»; el vuelo de «Starchild» cruzando por las cabezas del respetable para entonar «Love Gun»; o ese piano de frente al público y cuyas cámaras nunca captan las manos de «Catman» (Eric Singer) para entonar la bellísima «Beth». Todo eso es conocido, es sabido, es repetido; pero siempre impacta, siempre sorprende porque sencillamente no deja de ser un espectáculo que te lleva por la experiencia de ver a Kiss.
En 2015 Paul Stanley venía bastante dañado en su voz y en ese momento uno podía pensar más en una gira final. No se escuchaba bien. Siete años después se escucha mejor, pero infinitamente mejor. Todos se ven y se escuchan mejor. Por eso cuesta tanto creer que este sea el final del camino, pero los afiches así lo dicen. Es el fin del camino de Kiss y puede ser que la de anoche haya sido la última, aunque dejaré los puntos suspensivos…
Repiten todo, nada está fuera de libreto, no hay espacio para sorpresas; así y todo, Kiss es una banda que la puedes ver 10 veces seguidas y te seguirá impactando, porque la pega se hace siempre, todos los días y hasta el último día.