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Emperor en Chile, la consagración del black metal a su máximo nivel

La legendaria agrupación noruega llegó finalmente a presentarse al Teatro Caupolicán de Santiago, así fue su desembarco.

Jorge Lagas |

EMPEROR5

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Sin sufrir no vale, así son algunas cosas en la vida, y al parecer fue el caso de la espera por Emperor en Chile. Más de 25 años tuvieron que pasar desde su primer gran momento, cuando por acá recién se empezaba a conocer el real impacto de la oleada de black metal escandinavo. A partir de los albores del 2000, empezaron a venir todos: Mayhem, Satyricon, Dimmu Borgir, Dark Funeral, Marduk y otros más, todos ellos vinieron varas veces. Pero Emperor no venía. Y para muchos eran los mejores, los que llevaron el género a límites insospechados.

La separación en 2001 fue un balde de agua fría y después vinieron las intermitentes reuniones. Pero seguían sin venir. Incluso hubo gente que tuvo que viajar a otros países para hacerlo. Hasta que por fin se dio, se anunció Emperor en Chile y los seguidores del metal extremo respiraron aliviados y alborozados. Entonces vino la pandemia, que agregó un par de años más y mucha incertidumbre a toda la espera.

Pero finalmente Emperor llegó. Y venció. Tal vez eran todas las ganas contenidas en este par de años, pero la sensación generalizada es que vimos uno de los mejores shows de metal extremo que han llegado a este territorio. Un show impecable y perfecto en muchos aspectos. 

Primero estuvo el número de apertura, Vilú, bien recibidas por parte de los maníacos que ya estaban en el teatro desde temprano. Habiendo recorrido varios escenarios nacionales en el último tiempo, llegaron a poner el broche de oro a lo que ha sido la promoción de su disco “Üden Vilú” (2021), en que ha crecido un montón la propuesta death/thrash del combo integrado por Aline Snow (voz), Karina Ugarte (bajo), Gricelius Morales (guitarra) y Tralkan (batería), que lo dieron todo en cuanto a potencia y brutalidad para estar a la altura de una jornada histórica. Canciones destacadas como «Con fuego» y «Divide y gobernarás» sonaron muy a tope. Con esto quedan listas para dar próximos pasos y pegarse un salto.

El turno de Emperor arrancó con “In the wordless chambers”, del último álbum de estudio que alcanzaron a hacer, “Prometheus – The discipline of fire and demise”. Lo que parecía increíble hasta hace un tiempo, ya era realidad: Ihsahn, Samoth y Trym estaban por fin tocando en Chile, con un sonido increíble que reflejó toda la capacidad de Emperor. 

A medida que corrían las siguientes canciones, como los clásicos “Thus spake the nightspirit” o “Ensorcelled by khaos”, muchos emulábamos lo que sentíamos al escuchar los primeros discos en los 90, cuando nos parecía una música tan llena de cosas y tan intensa que parecía ejecutada por una orquesta infernal, para la que se necesitaba un ejército de tipos, pero en realidad eran los que estaban ahí, tres seres humanos haciendo bien su pega. En total eran cinco, con el apoyo de Ole Vistnes en bajo y Jørgen Munkeby en teclado. Entre todos hacían posible llevar al escenario lo que antes parecía venir de otro mundo.

Se sucedían los clásicos, principalmente de “Anthems to the welkin at dusk” en ese tramo del concierto, como “The loss and curse of reverence” y “With strength I burn”, antes de pasar a otras como “Curse you all men!”, de “IX Equilibrium”. El sonido seguía siendo de primer nivel, la ejecución impecable, Trym es una máquina, Samoth un ícono e Ihsahn una especie de ser superior que hace todo bien. 

Las de “In the nightside eclipse” tuvieron especial efervescecia, el Caupolicán lleno se vino abajo con cortes como “Towards the pantheon”, “I am the black wizards” e “Inno a Satana”, que hicieron aflorar los mosh más prendidos y casi correr alguna lágrima por parte de los más nostálgicos.

Después de un respiro vino el remate de la velada con puros aciertos que quemaron los últimos cartuchos, «Al Svartr (The Oath)» y “Ye entrancemperium”, un acabose del que no se podía creer lo épico de esos instantes. De esto hablamos cuando decimos lo de cruzar límites. La despedida con «Cosmic keys to my creations & times» fue la guinda, a esas alturas había pasado poco tiempo cronológico, pero todos quedaron llenos de satisfacción por todo lo que se vivió.

El veredicto es unánime: uno de los mejores espectáculos de metal extremo que han venido a Chile. Se tiene que repetir para los que no pudieron esta vez.

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