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Slayer en Chile 2017: el caos rampante

Con Patricio Jara recordamos una noche de thrash en el Movistar Arena, que vivimos con todo hace exactos 5 años, el lunes 8 de mayo de 2017.

Slayer Chile 2017 Ignacio Galvez Web
Ignacio Gálvez

*El siguiente texto fue publicado como una reseña del penúltimo show de Slayer en Chile; realizado la noche del lunes 08 de mayo, en el Movistar Arena

Es difícil describir el sonido que Slayer logra en vivo sin caer en los clichés del género. Que es un puñetazo, una patada en las bolas, en la cabeza; entre tantas otras formas que ocupamos los periodistas para explicar aquello en lo que nos quedamos cortos.

La noche del lunes 08 de mayo de 2017 una vez más se comprobó que la banda seguía incólume. Pero tanto como la precisión técnica y la destreza instrumental acostumbrada, la mayor gracia del show que Slayer dio en el Movistar fue el orden del set, la sintaxis infernal construida a medida que transcurrió la noche. Estuvieron los clásicos de siempre, lo esencial del disco Repentless (“Repentless”, “You Against You” y “When the Stillness Comes”) y una especial atención al álbum Show no Mercy (“Die by the Sword”, “The Antichrist”, “Black Magic”, “Fight till Death”) y a ese EP extraordinario llamado Haunting the Chapel (“Chemical Warfare”, “Captor of Sin”). Sobre todo considerando al público que los veía por primera vez, pues ambos registros son previos a 1985.

Lo único que habla por una banda son sus discos y la manera cómo ésta es capaz de presentarlos en directo. Y Slayer, que en su trayectoria  cuenta con nitidez al menos con cuatro momentos creativos, logra revitalizar constantemente su material y entregarlo al público convertido en un show atronador.

El mundo del que habla Slayer no es un mundo feliz, no es un mundo bello. Es una protesta que recoge lo peor de lo nuestro y lo transforma en música. No es fácil explicarlo, pero en vivo la banda conlleva tanto caos que produce un efecto liberador, catártico, y, por qué no, purificador. La multitud que acudió ayer al Movistar bien pudo comprobarlo: hubo hasta cuatro remolinos paralelos y una serie de objetos que salían disparados por los aires: las tradicionales zapatillas, algún pantalón, alguna chaqueta, jockeys… sin contar una muleta perdida en el tumulto y las correspondientes bengalas.

Slayer te gusta mucho o no te gusta nada. Y su penúltimo paso por Santiago estuvo marcado por esa premisa. Slayer no tiene curiosos, no tiene gente con ganas de “vivir la experiencia”. Eso marca la diferencia con tantas otras bandas.

Fotos: Ignacio Gálvez


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