«Dream is over» decía John Lennon en «God», la que estaba de fondo en el segmento del documental «Imagine: John Lennon» que sigue inmediatamente después a metraje de Derek Taylor, el agente de prensa que trabajó con The Beatles desde 1964, y el tipo a cargo de comunicaciones en Apple Corps, saliendo al paso como si fuese el vocero de un gobierno ante el terremoto desatado la mañana del viernes 10 de abril de 1970 con la portada del Daily Mirror y el titular «Paul renuncia a The Beatles».
El contenido de esa nota que llegó a la página principal del tabloide fue nada menos que una filtración: la de la autoentrevista que Paul McCartney había incluido en su primer disco debut, “McCartney”, lanzado a la semana después. Un enredo que tiene origen en marzo de 1970, cuando McCartney había hecho planes para editar su primer disco en solitario en abril, con el sello del cuarteto, Apple Records. Había un solo problema: «Let It Be» estaba programado para salir a la calle en mayo, también con Apple Records. Alguien reparó, no sin razón, que aquella competencia era absurda. Y la solución parecía sencilla: que Paul posponga su álbum.
Y utilizaron a Ringo Starr. Era el procedimiento habitual dentro del grupo. El baterista ejercía el papel de diplomático perfecto, el mensajero de las noticias malas para Paul McCartney, un tipo simpático y bondadoso que podía suavizar el mensaje. Los que lo enviaban eran, claro, John Lennon y George Harrison. Así que una vez más el bueno de Ringo se presentó en casa de Paul. «Eee, hmmm, hemos decidido John, George y yo que no puedes sacar tu disco en solitario en abril. Aquí tienes el escrito”. McCartney vociferó, insultó, señaló a Ringo con el dedo, le lanzó su abrigo y lo empujó hacían la salida. Un mes después el grupo más grande de la historia del rock se había separado. No se anunció en una conferencia de prensa. Solo un cierre amargo a diez años que hicieron felices al mundo. Ocurrió hace exactos 51 años.
«Ellos oficialmente nunca se disolvieron. No hubo ningún comunicado. Es por eso que mucha gente durante los setenta estaba esperando a que volviesen a grabar”, cuenta para El País, por teléfono desde su encierro en su casa londinense, el escritor Philip Norman, una de las personas que más sabe de los de Liverpool, con media docena de libros publicados: «Shout!: The True Story of the Beatles», «Days in the life: John Lennon Remembered» o «Paul McCartney: La biografía».
La relación entre los cuatro Beatles era demasiado tóxica en aquellos tiempos. La grabación de “Abbey Road” puso al límite la capacidad psicológica de los cuatro. Y todos se desahogaron en las canciones. Harrison aprovechó la guerra entre Lennon y McCartney para colocar en Abbey Road dos de sus mejores obras, «Something» y “Here Comes the Sun”; Ringo Starr coló “Octopus’s Garden”, una metáfora acuática que revelaba lo que sentía con los Beatles: “Me gustaría estar debajo del agua”, y Paul McCartney dedicaba “You Never Gime Me Your Money” a su bestia negra, Allen Klein.
Por supuesto, dentro de este relato debemos incluir a Klein, un tipo turbio que saneaba empresas cortando las cabezas necesarias. Fue recomendado a The Beatles por Mick Jagger cuando los agujeros de la tesorería de Apple Corps eran profundos. McCartney no quiso aceptar a Allen Klein: sabía de su falta de escrúpulos y de su exigencia para trabajar con los de Liverpool, el 20% de las ganancias. Paul prefería que se ocupase del papeleo de la banda su suegro, el abogado Lee Eastman, padre de su pareja, Linda. Lennon fue el máximo defensor de Klein y Harrison y Starr también dieron el “sí, dale”. La película se podía llamar «Todos contra Paul».
La furia de McCartney lo llenó todo. Llamó a las principales oficinas de Apple, a representantes, a periodistas, a gente influyente… Hasta que Ringo, otra vez el bonachón baterista, convenció al resto para que le dejaran publicar su primer disco en solitario antes que «Let It Be». Y la venganza de Paul se puso de manifiesto en los primeros ejemplares de “McCartney” los que adjuntaban una extraña entrevista (o autoentrevista) donde el artista explicaba las motivaciones para grabar fuera de la banda. Escudriñada entrelíneas y conociendo el ecosistema contaminado estaba claro, pero no existía un mensaje concreto sobre el gran tema. La entrevista consta de una veintena de preguntas, pero las claves son estas tres:
«Pregunta. ¿Este álbum es una separación de los Beatles o el inicio de una carrera en solitario?
Respuesta. El tiempo lo dirá. Que sea un disco en solitario significa que es el inicio de una carrera en solitario y que no lo haya hecho con los Beatles significa que es un descanso.
Pregunta. ¿Esta separación de los Beatles es temporal o permanente, y se debe a diferencias personales o musicales?
Respuesta. A diferencias personales, empresariales y musicales, pero más que nada a que me lo paso mejor con mi familia [Linda Eastman, pareja de Paul, era la única persona que participaba en el disco: lo tocó todo McCartney]. ¿Temporal o permanente? En realidad, no lo sé.
Pregunta. ¿Prevés en algún momento en el futuro que Lennon y McCartney compongan juntos?
Respuesta. No».
Las opiniones de esa autoentrevista no daban esperanzas a los seguidores de The Beatles, pero ¿se dice en algún momento que se han disuelto? No claramente. «En realidad, no lo sé», desliza McCartney. Los primeros ejemplares del disco, con la parodia de entrevista, se distribuirían a los medios ese viernes 10 de abril. Y aquí entra el Daily Mirror al juego. Un periodista de ese diario se hizo con un ejemplar de la entrevista el día anterior, jueves 9 de abril. La mañana del 10 de abril una tirada espectacular de ejemplares inundaba los kioscos con un titular a página entera: «Paul renuncia a los Beatles». ¿Se deduce eso de la famosa entrevista? Sí, pero no Y no importó. El silencio del resto del grupo, de Allen Klein y de los demás implicados daba oficialidad a ese titular. Al final, un periódico sensacionalista anunció el adiós del grupo.
La artillería más dañina del quiebre definitivo de los Beatles estaba aún por aparecer. John Lennon se indignó. Él fue el que el 20 de septiembre de 1969, en una reunión en las oficinas de Apple, había expresado su deseo de dejar la banda. Pero decidieron que no se hiciera público, ya que había proyectos en marcha, como «Let It Be». «John fue el que antes se cansó de ser un beatle. Y buscó una salida. Pero no encontró el camino hasta que conoció a Yoko Ono. Ella fue la persona que le dijo ‘no tienes que estar en la banda si no te apetece’. Eso ocurrió en 1967. Así que fue una despedida muy lenta», cuenta Philip Norman.
Lennon era ya el tercer beatle que había manifestado su intención de irse. El primero fue Ringo Starr (que de hecho se marchó), luego Harrison y en el ocaso del grupo, Lennon. Paul no había abierto la boca. Norman agrega: «Al final de su carrera los Beatles se sentían como en una prisión. Decidieron no hacer conciertos en directo porque no se escuchaban los instrumentos, apagados por los gritos de la gente. Se apartaron del foco público, ya que no soportaban la presión. Y crearon su propio mundo. Siempre estaban los cuatro juntos. Cuando se llevaban bien no había problema, pero cuando arreciaron las tensiones era una tragedia. El que intentó mantener al grupo con vida siempre fue Paul. Él era consciente de que si no tiraba del carro era el final».
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Esa infame autoentrevista de McCartney provocó la ira de su compañero. Lennon llamó a su periodista de cabecera, Ray Connelly, para ofrecerle unas declaraciones, espetando: “Está adjudicándose el mérito de romper el grupo cuando yo lo dije en septiembre”. Desde su confinamiento en Nueva York el escritor Peter Ames Carlin, autor de «Paul McCartney. La biografía», dice para El Pais: “Había algo de mezquino en la relación entre Paul y John. Pero esa competitividad era parte de lo que les hizo ser tan brillantes juntos: retándose para conseguir logros artísticos mayores. El amor les mantuvo unidos mucho tiempo, pero la presión de la fama llegó a un punto que les hizo comportarse de manera lamentable, sobre todo al final».
En la guerra McCartney/Lennon, la prensa y la mayoría de los fans se posicionaron por el segundo. Mientras Paul se deprimía por las malas críticas a su disco debut, John frecuentaba a periodistas influyentes, los trataba con inusitada amabilidad para ser una estrella arrogante y les contaba que el judas se llamaba Paul. Todos le creyeron. Los dos amigos ponían fin a su relación. John se enamoró de Yoko y Paul de Linda, ambos usaron a sus parejas como reemplazo del otro.
El siguiente movimiento de McCartney deterioró aún más su imagen. Paul no podía admitir que el 20% de sus ganancias fueran a los bolsillos de Allen Klein. Y puso una demanda contra los Beatles. Paul se defendió, aunque removiera porquería íntima. “Paul llegó a decir que Klein había intentado congraciarse con él poniendo a parir a John, y sobre todo a Yoko, cuando la pareja no estaba delante», dice Ames Carlin. Años más tarde la justicia dio la razón a McCartney y los Beatles (los cuatro, no solo Paul) recuperaron el porcentaje de Klein.
Durante los meses siguientes se recrudeció la guerra entre los Beatles. Paul McCartney dedicó a John algunos mensajes nada elogiosos en su siguiente disco, «Ram» de 1971. Lo hizo de forma sutil. Lennon, sin embargo, escribió temas como «How Do You Sleep» de “Imagine”, de ese mismo año, desde el odio y sin filtro, con frases como «lo único que hiciste fue Yerterday» o «el error que cometiste está en tu cabeza». Carlin reflexiona: «Es triste que una banda tan alegre tuviese un final tan doloroso. Proyectaron tanta luz en el mundo que se pasa por alto la oscuridad que les rodeaba al final. La ola de amor que dieron tuvo una resaca: las presiones de la fama y el lado oscuro de la adoración que sentían por ellos sus admiradores».
Ese 1970 vio seis discos de miembros de los Beatles: los mencionados «Let It Be» y «McCartney», dos en solitario de Ringo Starr («Sentimental Journey» y «Beaucoups Of Blues»), uno de John Lennon («John Lennon/Plastic Ono Band») y uno triple de George Harrison («All Things Must Pass»). En ellos hay material suficientemente bueno como para tumbar la discografía entera de agrupaciones fundamentales en la historia del rock. El fin de The Beatles como banda no impidió que su influencia se sienta más viva que nunca, incluso medio siglo después.