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Cynic y «Focus»: Un camino por donde nadie iba

En la previa al debut de la leyenda del metal progresivo en Santiago, Patricio Jara comenta el clásico disco a 30 años de su lanzamiento.

Patricio Jara |

Cynic 1993 Web

Cynic 1993 Web

Falta apenas un par de semanas para que Cynic se presente en Santiago. Es acaso una de las últimas grandes bandas que aún quedan por ver. Los norteamericanos estarán en el Club Chocolate el próximo jueves 20 como parte del tour de celebración de los treinta años de “Focus”, su álbum debut, que los puso en el mapa internacional en tiempos de una escena underground turbulenta y polarizada.

No son los mismos integrantes, desde luego. La muerte de Sean Reinert (batería) y Sean Malone (bajo) en 2020 hizo que Paul Masvidal, su líder y fundador, sumara nuevos músicos para este propósito.

Asociado en un principio, y con razón, a la camada death metal de Florida de comienzos de los noventa (se formaron en Miami en 1987), Cynic tuvo el respaldo del sello Roadrunner en su empeño por renovar los sonidos de su catálogo en una época cuando las ideas comenzaban a escasear. Ellos traían un metal progresivo, libre y sin complejos por la fusión.

Publicado en septiembre de 1993, el disco fue, más que una sorpresa, una confirmación del talento que Paul Masvidal y Sean Reinert habían mostrado como parte de la alineación de Death en su disco “Human” (1991). Masvidal, de hecho, fue invitado como guitarrista a la gira del “Spiritual Healing” en México cuando tenía diecisiete años. Chuck Schuldiner necesitaba compañeros a la altura de su nuevo proceso creativo y para conseguirlos, además del bajista Steve DiGiorgio (Sadus), invitó a estos músicos de apenas veinte años que no tenían más experiencia en el estudio que grabando demos.

Sin embargo, el camino de “Focus” aún tenía aspectos por definirse. Cynic sabía tocar death metal pero buscaban otra cosa. Había que limpiar, corregir y enfrentarse al menos-es-más tan decisivo en el primer álbum de muchas bandas. Aunque hubo un hecho que marcó ese camino: a mediados de 1992 el huracán Andrew devastó varias zonas de Florida, afectando las casas de algunos de los músicos y también la sala de ensayo que, literalmente, quedó destruida. La anécdota la contó Paul Masvidal a Jeff Wagner, autor de “Mean Deviation”, libro que aborda las primeras cuatro décadas del metal progresivo. “Ese proceso de reconstruir y mirar atrás lo que habíamos hecho ayudó a conseguir el corazón del lenguaje de Cynic”, dijo el compositor.

La familia death metal recibió al disco ariscando la nariz. Era álbum más concentrado en la búsqueda, la meditación y la espiritualidad que en los códigos y lugares comunes tan rentables. De hecho, lo único que podría asociarse a su antigua tribu son los riffs de guitarras distorsionadas, algunos pasajes veloces y los guturales que irrumpen entre las tonalidades vocales robóticas y ultraprocesadas intencionalmente. Temas como “Veil of Maya”, “Uroboric Forms” y “How Could I” son lo más representativo de su proyecto por empujar la música un paso más allá. No por nada, tampoco, la grabación en el popular estudio Morrisound con Scott Burns no tuvo mucha onda. Cynic iba para un camino donde nadie iba.

Poco antes de comenzar su gira sudamericana, Cynic tocó en el festival-crucero 70000 Tons of Metal en Estados Unidos. Los nacionales Nuclear también fueron parte del cartel y su vocalista Matías Leonicio pudo ver los dos shows que ofreció la banda.

“Lo de Cynic en vivo va más allá de un mero concierto”, comenta. “Es casi una experiencia sensorial. Paul Masvidal es un tipo muy espiritual y eso queda de pleno manifiesto en su música y performance en el escenario. El set se basó en su mayoría en «Focus» pero también sonaron un par de canciones de «Ascension Codes». Sin parafernalias ni excesivos recursos escénicos, fue un show hipnótico y potente. Era uno de los que esperaba y cumplió plenamente mis expectativas”.

Cynic trae de vuelta un disco que se engancha a la sicodelia y la multisonoridad. Es un desafío para quien lo tiene enfrente. Más en una época cuando todo parecía ir en una sola dirección. Decirlo hoy, a treinta años, parece una obviedad, pero en aquel momento no eran muchos los que se atrevían a entender el metal como un espacio de libertad. Cynic lo hizo y, como el dinosaurio del cuento de Augusto Monterroso, cuando despertamos, ellos aún estaban allí.

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