En la tarde de un domingo 25 de Julio de 1965, Bob Dylan se encontraba probando sonido junto a la Butterfield Blues Band. Ahí ensayaban, medio apurados, un par de temas.
La situación no se hace tan extraña debido a que en esas fechas se estaba realizando una nueva versión del Newport Folk Festival. La cita indiscutida de la música de contracultura. Todos los exponentes del Folk tocaban ahí. Durante la primera mitad de los 60s, y quizás antes, dicho festival había adquirido tintes de conciencia social. En medio del Movimiento de Derechos Civiles, era ese el lugar en el cual todos los activistas se podían juntar y renovar sus «votos de compromiso» con la causa. Se veía a la guitarra eléctrica y al rock and roll en general como herramientas del sistema para adormecer conciencias.
Por eso, rechazaron de plano cualquier acercamiento con el mundo de las masas. Odiaban al rock and roll. La guitarra eléctrica era vista prácticamente como bandera confederada. Y los emergentes grupos británicos, como meros imitadores de lo que fue de verdad hace unos 7 años atrás. Los únicos que ·»se salvaban», a juicio de ellos, eran los viejos exponentes del blues que habían encontrado en la guitarra eléctrica una poderosa voz de acompañamiento. El resto, «que se pudran».
Bob Dylan ya era considerado como «la voz de una generación». Con 5 Discos editados a la fecha, en “The Freeweelin’ Bob Dylan” y “The Times They Are A-Changin’” se consagró ante el público por sus espectaculares líricas llenas de reflexión, misticismo, pasión y realidad. Creó verdaderos himnos. Y, obviamente, era uno de los números fuertes en el festival de ese año. Ya había sorteado con éxito presentaciones en ediciones anteriores, y varios intérpretes consagrados del circuito folkie versionaban sus temas.
Pero, para esa tarde de domingo, Dylan tenía otra cosa en mente: introducir 110 volts de electricidad para sonar más fuerte que nunca. Su reencantamiento con el rock and roll de viejo cuño (recuerden que, en su adolescencia, tocaba covers de Little Richard mientras azotaba el piano en las fiestas de colegio) lo llevó a tomar de nuevo la guitarra eléctrica. Cansado de la estigmatización con los movimientos político-sociales, Dylan comienza a escribir letras más personales. La primera muestra fue en su cuarto disco, “Another Side Of Bob Dylan”. La transformación vino a comienzos de 1965, con su disco “Bringing It All Back Home”, en el que pretendía (citando al título) «traer todas las raíces de vuelta a casa». Y la mitad del disco es eléctrico. Pero nada comparado a lo que pensaba hacer para esa noche de domingo: darle un giro a su carrera y recorrer nuevos caminos.
De seguro no lo tenía completamente claro en el momento; sólo lo sabe él. Y se hizo acompañar por los respetados blueseros de Paul Butterfield, entre los que se contaba el genial guitarrista Mike Bloomfield y el tecladista Al Kooper. Dylan ensaya con los músicos versiones improvisadas de un par de temas nuevos. Para los pocos que observaron el ensayo, se notaba la espontaneidad de la situación.
Y así subieron ese domingo en la noche. La gente estaba esperando ver al joven Dylan con guitarra acústica y armónica al cuello. Y se encontraron con un Dylan con chaqueta de cuero y Fender Stratocaster al hombro, que dio apresuradamente la partida a su breve set. “Maggie’s Farm” dio el puntapié inicial. Y la gente reaccionó airada. Comenzaron a abuchear insistentemente. Les shockeaba estar expuestos a música de tanta intensidad como la que estaban tocando Dylan y los músicos que lo acompañaban.
Le siguió un futuro nuevo himno universal llamado “Like A Rolling Stone”. Más de 6 minutos de la fusión de letra delirante con música dura pero sobrecogedora. Pero el público purista de Newport no lo podía comprender ni aceptar. Siguieron abucheando. Y el show se detuvo ahí.
Dylan salió del escenario con lágrimas en los ojos y temblando. En cuasi estado de shock, al igual que toda la audiencia, que seguía abucheando insistentemente. Sorprendentemente, le rogaron a Dylan que volviera al escenario, pues estaban pidiendo su regreso.
Volvió a escena con la guitarra acústica. Seguía temblando. Y tocó, como entre profetizando y sentenciando, `”Its All Over Now Baby Blue”. Para la siguiente canción, necesitaba una harmónica en Mi. Y no encontraba una en ningún lado. Mientras tocaba, pidió una. Se la pasaron. La puso en el gancho y tocó “Mr. Tambourine Man”. Sacó aplausos y se bajó del escenario, un poco más calmado.
Pero el «daño» ya estaba hecho. Hace exactos 57 años, Dylan dio un giro en su carrera y, de paso, en la música popular.
37 años después, volvió al mismo escenario. Obviamente, sacó aplausos. Ya todo había cambiado.