Hoy en Palabra Que Es Noticia conversamos con el periodista y escritor Carlos Basso.
En septiembre de 1970 en la Casa Blanca una reunión entre el presidente de Estados Unidos Richard Nixon y el jefe de la CIA sellaron el destino de Chile: había que evitar a cualquier costo que el socialista Salvador Allende llegara a la presidencia del país. Para ello, decidieron crear una fuerza especial y enviaron a dos agentes que hablaban español, tenían una nutrida experiencia en espionaje y habían participado en varias operaciones de ese tipo. Henry Hecksher y David Atlee Phillips.
El primero era el jefe de la CIA en Santiago en ese momento y el segundo era un agente que había sido reclutado como tal en 1950, cuando vivía en la capital chilena. Ambos fueron protagonistas de múltiples acontecimientos de la Guerra Fría: el golpe de Estado de Guatemala, la invasión de Bahía de Cochinos y los intentos por matar a Fidel Castro, la muerte de John F. Kennedy y el viaje de Lee Harvey Oswald a México, así como un intento de asesinar a Allende. De eso trata el libro Fantasmas de la Cia y vamos a conversar con su autor.
¿Cuál es el punto central de la obra?
“Hay un detalle muy interesante que debemos comprender. A pesar de todas las decisiones que tomaba Estados Unidos, había un factor doméstico que influía en las decisiones específicas de Nixon. Esta decisión se basa en el viaje que realizó Agustín Edwards a Estados Unidos, donde se le abrieron las puertas de la Casa Blanca. El motivo por el cual Nixon dio instrucciones a la CIA fue una cuestión personal: Kendall era quien financiaba sus campañas. Más allá del anticomunismo y otros aspectos, esto tenía un trasfondo bastante básico, casi de favoritismo. Alguien llamaba al presidente y él lo hacía. Nixon se sentía en deuda con Kendall, y esta decisión culminó en un magnicidio porque su financista lo llamó. Ese es un poco el tema central aquí”, señala Carlos Basso.
“Pero además de eso, la historia se centra en dos agentes de la CIA que, a pesar de su amistad y participación en numerosos eventos importantes, conspiraron en el golpe de estado en Guatemala y en los intentos de asesinato de Fidel Castro, participando de diferentes maneras. Estos personajes, con esa trayectoria, se encontraron en 1970 cuando Allende asumió el poder, y esta decisión condujo a un golpe de estado que carecía de sentido. En ese momento, uno de los agentes en Santiago se opuso, lo cual no fue sencillo. A menudo pensamos que estas instituciones son inmutables y que todos obedecen sin cuestionar, pero aquí tenemos evidencia de lo contrario”, indica el periodista y escritor.
“Este agente afirmó que las condiciones en Chile no eran adecuadas para un golpe. Dijo que en Chile no habría una dictadura como la de Castro y que la derecha estaba preparada para hacer negocios bajo el gobierno de Allende. Sin embargo, desde su perspectiva, las condiciones no eran las adecuadas y Chile no era un «país bananero». Su posición resultó en su marginación de esta operación y la posterior inclusión del jefe de inteligencia de Estados Unidos debido a esta marginación”, afirma Carlos Basso.
¿Qué opinas sobre los debates recientes en la agenda?
“Toda esta especie de negacionismo tiene que ver con un contexto que es mucho más amplio que el nuestro. A menudo tendemos a pensar que lo que sucede aquí es único, pero la verdad es que este contexto se está desarrollando en todas partes. Cuando analizamos la historia del golpe de estado, vemos que la CIA estuvo detrás de su gestación en 1970, pero para 1973, la CIA brindó apoyo en términos de inteligencia y financiamiento de campañas, aunque no tuvo una intervención directa como la que tuvo en 1970”, asegura el periodista y escritor.
¿Cuál crees que debería ser el acuerdo en este asunto?
“En esto, hay mucha subjetividad, pero objetivamente, existen antecedentes en documentos públicos que muestran una intervención directa, aunque de manera sutil. Además, a pesar de que existen menos pruebas, también hay una intervención soviética, aunque esta es más tenue en términos de financiamiento y se debe en parte a que los soviéticos no tienen la política de abrir sus documentos, a diferencia de Estados Unidos. Creo que estos hechos están más claramente establecidos en la actualidad. El asesinato del General Schneider, por ejemplo, fue investigado como un magnicidio en Estados Unidos, por lo que podemos decir que son hechos concretos, no meras interpretaciones”, concluye en Palabra Que Es Noticia Carlos Basso.