Un verdadero ícono de la cultura musical murió este miércoles a los 81 años. Sixto Rodríguez, protagonista del icónico documental Searching for a Sugar Man, falleció según comunicó su sitio web oficial.
En información publicada por El País, “Con gran tristeza, anunciamos que Sixto Díaz Rodríguez ha fallecido hoy temprano. Mandamos nuestras condolencias a sus hijas, Sandra, Eva y Regan, y a toda su familia”.
«Searching for a Sugar Man»
Rodríguez, de clase obrera y origen mexicano, nació en Detroit en 1942. Pasó por diferentes empleos extramusicales hasta que empezó a actuar en clubs de su ciudad, lo que atrajo la atención de varios productores relacionados con el mítico sello Motown Records: parecía que del underground de la Motor City surgía un diamante por pulir, uno que se parecía al mismísimo Bob Dylan. En su breve carrera solo grabó dos discos, a comienzos de los sesenta: Cold Fact (1970) y Coming from Reality (1971). Pasaron sin pena ni gloria.
Muere Sixto Rodríguez a los 81 años
En el documental Searching for sugar man (que hace referencia al título de la canción Sugar man, “hombre de los caramelos”, es decir, a un camello), escrito y dirigido por el sueco Malik Bendjelloul (fallecido en 2014, al año siguiente del Oscar, con solo 36 años), se cuenta la historia de cómo Rodríguez descubre, tras muchos años, ya sexagenario, que en la lejana Sudáfrica es toda una estrella a la que rinden pleitesía decenas de miles de personas que intercambian sus grabaciones durante los setenta y ochenta. Incluso corrían rumores sobre su muerte, cometiendo suicidio sobre un escenario. Su música se convirtió en una inspiración para el movimiento antiapartheid.
Mientras, en Estados Unidos, ajeno a su éxito, Rodríguez vive con un músico fracasado: la poca aceptación de sus discos le obligaban a trabajar como obrero de la construcción, lejos de su vocación musical. La película, y su éxito en los Oscar, donde obtuvo el premio a Mejor Documental, devolvió a Rodríguez a la primera fila musical y le hizo disfrutar de su fama en Sudáfrica. Y, ahora, merecedor de obituarios.