Antonio Larrea, Vicente Larrea y Luís Albornoz dieron vida a más de 100 carátulas de la Nueva Canción Chilena, entre 1967 y 1973, además de otro importante número de carteles y afiches relacionados a la Unidad Popular, movimiento político del que fueron adherentes sin ser militantes de partido político alguno. La Oficina Larrea, por esos días, fue el depositario de cientos de encargos gráficos y donde la relación con el sello ‘Jota Jota’, primero y luego la DICAP (Discoteca del Cantar Popular), establecieron un parámetro en lo que fue la imagen del sonido de la Nueva Canción Chile. De Quilapayún a La Sonora Palacios, pasando por Inti Illimani o Víctor Jara, el trabajo gráfico era un complemento a la música, no se trataba de una portada más, era un elemento que sumaba al sonido y que a través de la portada entregaba las primeras directrices al oyente.
El arte aplicado a un producto de consumo que en este caso fue un disco, sin aceptar obligaciones, todo desde el trabajo colaborativo y una ética de trabajo que siempre exigía lo mejor, fueron las claves de una oficina histórica que marcó un momento en el diseño chileno que no ha tenido nada cercano o parecido en días posteriores al 11 de septiembre de 1973 hasta nuestro días.
¿Qué pasó con la oficina Larrea después del 11 de septiembre? Hubo un cambio de rumbo obligado, pero siguiendo los mismos lineamientos que rigieron su trabajo en la Unidad Popular, la oficina Larrea se volcó al trabajo de marcas, de todo tipo quienes buscaron en ellos el desarrollo de una imagen que resumiera un concepto, una idea o un servicios simplemente. Encargos musicales hubo pocos, y los años le dieron el peso que se merecía a todo el trabajo que se hizo desde finales de los años sesenta.
Una charla histórica de un lugar con uno de los integrantes de una oficina de diseño que creo un imaginario único arte gráfico, aplicado, nacido y desarrollado en Chile con Vicente “vicho” Larrea.