2010 no fue un año fácil, no hay duda de aquello. El país se levantaba de uno de los terremotos más grandes en la historia. Pero había buenos augurios. Chile volvía a jugar un mundial de fútbol después de haberlo hecho en 1998 en la cita francesa. La llegada de Piñera a como Presidente de la República marcaba el regreso de la derecha a la Moneda después de más de 50 años. Pero esto mismo daba el puntapie inicial para lo que sería la revolución estudiantil. Las calles se llenaron, la educación pública pasó a ser una prioridad; las cifras de la economía podían esperar; Chile comenzaba a construir sociedad.
El 11 de octubre de ese año también sería una cita única. Y que para los casi 20 mil asistentes que estuvieron esa noche sería uno de los conciertos más espectaculares que han pasado por Chile. Algo así como quienes vieron a Metallica en 1993. O a Guns N’ Roses en 1992. O a Carlos Santana en ese mítico show del Parque Intercomunal ese mismo año.
Rage Against The Machine debutaba en Chile y desde el comienzo se sabía que sería la Batalla de Santiago. ¿Un show programado con cancha VIP? Mala idea. El público estaba en la calles, no había miedo a la autoridad; y cuando la injusticia se planta en tu cara solo quedaba combatirla y así fue, cientos de fanáticos pasaron el cerco y no aceptaron esta división que no tenía cabida alguna para un show como este.
«Testify», «Bombtrack», «Know Your Enemy», «Bulls On Parade», «Guerrilla Radio», «Freedom», «Killing In The Name» y una versión de la «Canción de Minero» de Víctor Jara fueron algunas de las ráfagas que arrasaron en una cálida noche santiaguina. Rock, enojo y potencia sobre y bajo el escenario, tanto así, que mucho tiempo después Tom Morello reconocería esa noche como una de las mejores y más intensa en loa historia de la banda.
Fue un día como hace 12 años. Santiago se levantaba, Santiago despertaba, Santiago salía a la calle y exigía lo imposible y Rage Against The Machine ponía la música de fondo en lo que quedaría para siempre como la Batalla de Santiago.