Scorpions saludó a la nueva década con su undécimo álbum de estudio el 6 de noviembre de 1990. «Crazy World» marcó simultáneamente un regreso al sonido familiar de la banda (brillante, limpio, pero duro con guitarra). Y una ruptura con algunos de las tradiciones más mantenidas por el grupo.
Ese sonido había sido notablemente abandonado en el LP anterior de los Scorpions, «Savage Amusement «de 1988. Que se entregaba a una electrónica inusualmente omnipresente, sintetizadores de guitarra e incluso ritmos de baile. Pero en medio de la locura del pop-metal, aun así vendió un millón de copias. Y alcanzó el puesto número 5 en Estados Unidos.
Pero también fue el último disco de Scorpions producido por Dieter Dierks. Hhabía dirigido todos los álbumes de Scorpions desde «In Trance» de 1975. Por esto, fue tan importante como cualquier miembro de la banda en la creación del sonido clásico de Scorpions. Así que recurrieron a Keith Olsen (Foreigner, Fleetwood Mac, Ozzy Osbourne, Whitesnake) para «Crazy World». Y, para empezar, decidieron cambiar su enfoque de composición.
Durante años, la mayor parte de esos esfuerzos recayeron en el guitarrista rítmico Rudolf Schenker y el vocalista Klaus Meine, con frecuentes asistencias del baterista Herman Rarebell (el mejor hablante de inglés del grupo), pero en Crazy World, el guitarrista principal Matthias Jabs e incluso el bajista Francis. Buchholtz se unió a la refriega, todos ellos ayudados e instigados cuando fue necesario por el destacado doctor de canciones Jim Vallance (Bryan Adams, Kiss).
El resultado, como se mencionó anteriormente, fue una resurrección exitosa del sonido de hard rock melódico clásico de los Scorpions de los años 80, salpicado de letras traviesas y giros de frases, como lo demuestran los puños revitalizados como “Tease Me, Please Me”. “Don’t Believe Her”, “Lust or Love” y “Kicks After Six”, así como rockeros de ritmo medio como “To Be With You in Heaven”, “Restless Nights” y la canción principal.
Y el complemento final a esta fórmula imbatible llegó inevitablemente a través de un par de poderosas baladas en “Send Me an Angel” y “Wind of Change”, inusualmente política y silbante de Klaus Meine. Este último, que trataba del movimiento Glasnost en la Unión Soviética, captó el optimismo global que llegó con el fin de la Guerra Fría. Se convirtió en uno de los sencillos más vendidos de todos los tiempos de la historia, con un estimado de 14 millones de copias vendidas en todo el mundo.
A pesar del éxito sin precedentes del sencillo, el álbum tuvo una presentación comparativamente menos que estelar en la lista de álbumes de Billboard, alcanzando el puesto 21. Las cosas nunca volverían a ser las mismas para Scorpions. En 1992, Buchholtz se fue, seguido por Rarebell en 1998. Los LPs posteriores verían muchos retoques sonoros en contraste con el vistazo de la formación y el sonido «clásicos» del grupo en» Crazy World».