De su nuevo libro, «Los niños del Interdom», que aborda historias sobre niños chilenos varados en la Unión Soviética tras el golpe de Estado, conversamos en Palabra Que Es Noticia con su autor, Cristián Pérez, prolífico autor que durante más de 20 años se ha dedicado a la investigación de distintos casos de militantes de izquierda, exilios y efectos de la dictadura militar.
Este libro es realmente la continuación de otro. ¿Cuál es el origen?
En cierto modo es una continuación porque los chicos habían ido antes del golpe militar y se habían tenido que quedar allá y es toda la historia que conocemos. Siguiendo esa historia me enteré de que muchos chilenos, de niños, de niñas, que habían estado en este internado construido para proteger a los hijos de los revolucionarios perseguidos por el mundo. Ahí habían estudiado hijos de comunistas alemanes que habían sido perseguidos por Hitler, hijos de Mao Ze Tung con nombres falsos, con chapas, y también hijos de los jefes de las FARC en Colombia, cubanos miembros del partido comunista, hijos de republicanos, de los principales dirigentes de la república española. A ese lugar llegan los chicos y esta historia me pareció que debía ser conocida.
¿Qué tipo de personas se forjaron ahí?
Estos chicos salen de Chile muy dañados, con padres asesinados o que desaparecen en Argentina. Son niños de 4 a 12-13 años y es un internado de excelencia y en el que tienen que estar 9 meses al año. En el internado reciben de la mejor educación que podía haber en la URSS, tenían comodidades. Era una preocupación importante del gobierno soviético con estos niños. Hay relatos tremendos, como cuando una hermana entra por la ventana para consolar a sus hermanos que estaban llorando por las noches, u otro donde una niñita de 6 años acuna y acompaña a otra niñita porque echa de menos a su mamá. Se forman personalidades en lo intelectual, la instrucción es de primer nivel, porque aprenden a hablar ruso sin acento, aprenden de ciencia, de física, de química. Les va muy bien en las universidades cuando entran después y en ese sentido es impresionante, pero la tristeza, los recuerdos por el país, la preocupación por los seres queridos, el estar solo por 9 meses es bastante duro.
¿Cuáles son tus reflexiones, como por ejemplo la de un hijo que está en La Moneda en el bombardeo?
Las reflexiones que me comentas son bastante comunes y los y jóvenes de la izquierda chilena se hacen preguntas y se las contestan y hay respuestas distintas entre los chicos. Por ejemplo, del niño que tú me estas contando, que se refiere al padre que era asesor de Allende y desaparece de La Moneda. Hay unos que lo ven así y hay otros que piensan que los padres hicieron lo que tenían que hacer. En el caso de estos chicos del internado, esa pregunta es menos frecuente, en gran medida porque se educan en un internado donde la revolución, donde la solidaridad, donde la lucha por construir un mundo mejor está siempre presentes. Entonces ellos ven a sus padres y los idealizan porque eran luchadores sociales y ellos pensaban que tenían que cumplir con su parte de ese trabajo, que era estar en el internado. Hay un pasaje del libro donde uno de los niños dice que para ellos los héroes no eran los héroes soviéticos, sino que los chilenos, como sus padres que estaban luchando en distintas partes de Chile.
¿Han vuelto a Chile estos niños?
Algunos están por Zaporiyia, otros en Moscú, Kiev. Están repartidos en varias partes del mundo. Para los que han vuelto a Chile, el país significa el exilio, solo es conocido por la idealización que hicieron. Muchos de los niños vienen con títulos universitarios, como las agrícolas que son muy importantes del mundo en esas materias. Acá los miran con desdén por venir de la Unión Soviética, y deben hacer aquí los siete años de medicina como si no supieran. Para muchos les fue muy difícil porque nunca pudieron ejercer su función, los títulos, enfermeras, médicos. Algunos optaron por vivir en otras partes del mundo y algunos se quedaron haciendo vida aquí.
¿La historia es de angustia, de dolor, de abandono?
Sí, porque los niños tenían familias en Chile que se destruyen con el golpe de Estado. Tienen que abandonar sus colegios, tienen que salir del país, muchos de sus padres son asesinados. Es una consecuencia muy directa del golpe militar, entonces llegan a ese lugar y se aferran a lo que queda de su familia, muchas veces a su madre, pero cuando llegan al internado su mamá no está. Otras personas en el internado los quieren, como las tías, amigos, las educadoras, los quieren, los protegen, pero no son la familia, no está la mamá, la pena es tremenda. En el caso que me comentas de Patricia Salgado, tenia que salir de su piso porque era mayor y tenía que ver a sus hermanos, consolarlos en las noches y luego salir. Tuvo que asumir durante mucho tiempo el rol de mamá.