Tengo que reconocer que durante la primera mitad de los ’80 crecí influenciado “malamente” del trabajo de Tumulto. El influjo de un colegio innombrable, de curas, compañeros y una ideología innombrable, me formaron una imagen distorsionada del verdadero sentido que Tumulto le daba a su música, a su arte y, por extensión, a sus fieles seguidores.
Porque no hay dobles lecturas. La marginalidad en la que transitó la banda “pionera en esencia, forma y fondo del hard rock chileno”, no fue otra definición que la honestidad pura y sincera de su mentor y líder: Alfonso “Poncho” Vergara, un soldado de mil batallas libradas en su querida Sala Lautaro, el Anfiteatro San Miguel, el Estadio Nataniel, el Teatro Caupolicán, Cariola, discoteques de Pudahuel, Quinta Normal y Maipú, entre otras locaciones.
David Ponce, autor del libro “Prueba de Sonido” (2008), define a la banda de “Poncho” Vergara como la encarnación suprema del “rock chileno activo tras 1973, periférico, precario y simbolizado en un himno con que el grupo se transformó en el más importante de su generación: “Rubia de los ojos celestes”.
Quiéralo o no, la familia Tumulto respondía a los estereotipos del loquito bueno “pa’ los cuetes”, medio hippie, con la de pisco como mamadera y el discurso de “amor y paz” a flor de labios. Mi pregunta, en esos años, era y qué. A mí, en lo personal, me importaba poco la forma. Lo relevante era y sigue siendo el fondo del mensaje. Los vi por primera vez en 1985 en la Sala Lautaro, calle Euclides, donde comenzaba la Gran Avenida. Junto a Millatún y Andrés, Ernesto y Alejaica y Amapola (vaya cartel) me convencí que los prejuicios son nefastos en cualquier ámbito.
Alfonso «Poncho» Vergara
Al menos esa noche vi puro corazón sobre el escenario. La banda era un trío con “Poncho” Vergara en el bajo, Orlando Aranda en guitarra y voz y Robinson “Tete” Campos en la batería. “Fantasías”, “Estoy en tu recuerdo”, “Muñeca de trapo”, “En las sombras” y, claro, “La rubia…” se fundieron con covers de Led Zeppelin y Grand Funk.
Pasaron los años y repetí la experiencia un par de veces en la misma Sala Lautaro, el Estadio Nataniel y el gimnasio Manuel Plaza. “Poncho” seguía batallando contra el sistema y la industria musical. La gloria y la fama no llegaban. Tampoco le interesaba. Tras la partida de Orlando Aranda a España -un pedazo de guitarrista- y la muerte del “Tete” Campos, “Poncho” asume la responsabilidad de empujar a la banda.
Acompañado de James Robledo -ex cantante de Turbo, otro gigante- , Andrés Retamal (guitarra) y Billy Benz (batería) graban el disco “En vivo” (2000). Con esa formación los vi por última vez en la discoteque Laberinto (en Vicuña Mackenna). Todavía recuerdo lo bien que sonaban, pesados, intensos y rockeros al palo.
Pasaron unos años y “Poncho” cayó enfermo. No se desanimó y continuó dando batalla. El 12 de enero se cumplieron 9 años de su muerte y no escuché ni vi nada. Tal vez La Cuarta publicó algún párrafo o breve por ahí. No me consta, pero prefiero aferrarme a esa esperanza como siempre lo hicieron con los shows de Tumulto y sus amigos.
Pocos, hay que decirlo, luchan día a día por mantener vivo su legado. Ahí están su hijo, Oliver Vergara, bandas como Mandrácula, Hielo Negro, El Cruce, Silencio y Weichafe, que el mismo año de su muerte -en 2004- cerró su disco Pena de ti con la inolvidable “Rock del Poncho”.
Otro dato para no olvidar a “Poncho”. En 202 se cumplieron 50 años de la edición del primer disco de Tumulto (homónimo, 1973), el mismo de “Prefiero tinieblas”, “I feel blue”, “No soy de nadie, soy feliz”, “Lo lograré” y “Razón de vivir”, entre otros, con una carátula cuya arte y sonido recordaba al clásico de Santana Abraxas.
A estas alturas tengo muy claro que Tumulto es eterno. La muerte de “Poncho” Vergara a los 57 años, lejos de representar el fin de un camino recorrido, abrió la puerta para que nuevas generaciones de rockeros conocieran su obra con la banda de siempre. Fue el único que permaneció (y sobrevivió) en todas las épocas de desarrollo y formaciones. Inició su camino en el rock duro con Percival y los Ensambles del Rock en 1972. Al año siguiente se unirían Sergio del Río (guitarrista de Los Jockers) y Rodolfo Ibarra (batería). Nacía Tumulto y su historia. Insisto, no nos olvidemos del gran Poncho.