El productor Tony Visconti dijo que el álbum número 25 de David Bowie, «Blackstar», es una reacción a «The Next Day» de 2013, que los colaboradores de toda la vida sintieron que estaba demasiado arraigado en el estilo clásico de rock ‘n’ roll del artista. En otras palabras, nos dijeron que esperáramos menos Ziggy, más «Low».
Pero en una carrera que se desvió más de una vez en los últimos 45 años, y a menudo de maneras innovadoras y emocionantes, «Blackstar» no fue tanto un álbum anti-rock ‘n’ roll sino una continuación del género. El camino flexible y experimental que Bowie trazó de manera más consistente y exitosa que casi cualquiera de sus pares. Y lo hizo hasta el último de sus días.
«Blackstar» se lanzó el 08 de enero de 2016, en su cumpleaños 69, y a solo 2 días de su muerte. Y a todas luces, resultó ser un disco menos accesible que «The Next Day». Pero no es el choque cultural de sonidos que recibieron a los fans cuando llegó la Trilogía de Berlín a finales de los 70. El saxofonista Donny McCaslin agrega un pulso de jazz vertiginoso, llenando a «Blackstar» con una sensación de ansiedad del fin del mundo que también funciona como noir underground.
No hay duda de que es un proyecto artístico. La canción principal dura 10 minutos y se deshace de las etiquetas. Todo mientras pasa de un ámbito musical a otro con una inquietud que refleja la de su creador. Pero «Blackstar» es más profundo que uno más de los proyectos artísticos de Bowie. Pocos o ninguno de sus contemporáneos hacen música tan desafiante o significativa como ésta. «Blackstar» desafía las convenciones y las expectativas mientras une sin miedo componentes de jazz, hip-hop, ópera, ruido y música electrónica.
Hay un elemento de rock ‘n’ roll burbujeando debajo de la superficie de un puñado de temas. Pero son los paisajes sonoros borrosos de «Blackstar», la aterradora «Lazarus» y la hipercinética «Sue (Or in a Season of Crime)» que se queda contigo e invita a escucharla repetidamente. Es un disco nocturno que no teme mostrarse a la luz del día. Los desvíos ocasionales del sonido y la visión son aventuras audaces en mundos que Bowie visitó, de alguna forma, antes.
«The Next Day» fue un regreso sorpresa después de una pausa de 10 años. Y «Blackstar» es un álbum aún más seguro, una obra de arte (énfasis en esa última palabra) que postula persuasivamente a Bowie como uno de los pocos innovadores que siempre hizo mejores discos que sus muchos discípulos. Y su álbum número 25 es uno de confrontaciones intransigentes y notas laterales abrasivas. No es fácil, pero una música tan desorientadora y fascinante rara vez lo es. Y tiene una reinterpretación impresionante tras su partida.