Esta noticia nos golpeó a todos al caer la tarde del miércoles 15 de enero de 2003. De un infarto mientras estaba en la playa La Herradura de Coquimbo, fallecía a los 57 años, y a solo una semana de cumplir 58, Eduardo «Gato» Alquinta, la voz inconfundible de Los Jaivas y uno de los personajes emblemáticos de la historia de la música chilena.
Estaba lleno de proyectos. En ese 2003 se venía la celebración de los 40 años del grupo y un viejo anhelo que ya empezaba a cuajar: dedicar el siguiente disco del grupo al pueblo mapuche. El “Gato” volvía de una convivencia en la Araucanía con machis y campesinos. Vivió en rucas, conversó con toquis, se empapó con las urgencias de un pueblo que se sentía oprimido. Nuevamente, la sangre de la abuela Alquinta se asomaba en forma de inquietud social, de arte, de música.
Daba absolutamente lo mismo si Los Jaivas eran de tu gusto o no. Cuando supimos de la muerte del “Gato” Alquinta sentimos que todos habíamos perdido un amigo. No cualquiera, sino uno que compuso algunas canciones que llenan nuestras bocas y emergen al cielo en forma de silbido.
Se nos fue con total sorpresa. Chile estaba de vacaciones y pese a ello, fue casi un país entero el que se movilizó para despedirlo en uno de los «adiós» más concurrido que recuerde la historia de Chile.
«Gato» Alquinta y Los Jaivas, en general, nunca entendieron la música al margen de las convicciones o de los sentimientos. Por eso, lucharon por autoproducir sus discos y ser dueños del destino artístico del grupo evitando las presiones económicas de las discográficas. Fue así desde los orígenes.
Y hoy, a 21 años de su muerte, le dedicamos la jornada de lunes en su memoria. Sube el volumen a la 88.9 por sus antenas en todo Chile y todas las plataformas de Futuro, la radio del rock.