Dennis Stratton, décimo guitarrista que pasó por Smiler y Iron Maiden entre 1975 y 1979, contactó a Clive Burr para que hiciera una audición. Doug Sampson acababa de oficializar su renuncia de la banda por motivos personales y el puesto de batería estaba vacante.
La suerte para el muchacho nacido en el East Ham de Londres no podía ser mejor. Había abandonado Samson, una suerte de filial de la Doncella de Hierro por aquellos años, para auxiliar a Paul Samson tras un berrinche más de Barry “Thunderstick” Graham, baterista de la agrupación que también lanzó al estrellato a Bruce Dickinson.
Su ingreso oficial a Iron Maiden se concretaba en 1979, justo antes de registrar su primera referencia discográfica: «The Soundhouse Tapes», una maqueta de tres temas grabada en honor al viejo club de Londres donde comenzaron el largo camino hacia la fama. “Iron Maiden”,”Invasion” y “Prowler” fueron esa primera muestra.
Resulta extraño percibir en esos años que, mientras en Inglaterra estaba todo pasando con la masificación de la New Wave of British Heavy Metal a fines de los ’70, en Chile recién comenzaba a escucharse esa música tímidamente en las pocas radios FM que se atrevían a tocar heavy metal en sus programaciones promediando 1982.
Radio Galaxia era una de esas pocas (en 1984, creo, Carolina hizo lo propio, también los domingos, a las 18 horas, con un programa auspiciado por Rockshop). Los domingos, a las 15 horas, dedicaba dos horas a difundir la música de Judas Priest, Motorhead, Grim Reaper, Tygers of Pan Tang, Angel Witch, Saxon, Ozzy, Black Sabbath, AC/DC, W.A.S.P. y, claro, Iron Maiden.
«Purgatory» fue el primer contacto con el mundo que estaba por conocer. Su vértigo me llamó la atención y la frase «Please, take me away, take me away, so far away…» jamás la olvidé.
Volviendo a 1980, en abril de ese año, saldría al mercado Iron Maiden. Desde ese momento, el grupo no detendría su marcha triunfante. Son invitados por Judas Priest para el estreno de British Steel en el Hammersmith. Luego serían parte del cartel del Reading Festival para compartir escenario con Girlschool, el héroe irlandés de la guitarra Rory Gallagher y Ozzy.
Clive Burr, el nuevo integrante de Iron Maiden, era un tipo bonachón, talentoso tras los tambores de su Ludwig y con una disposición al trabajo como pocos. De ahí que su muerte, ocurrida el 13 de marzo, fuera lamentada por la mayoría de los músicos contemporáneos a la NWOBHM.
La grabación de «Killers», segundo larga duración de Iron Maiden, sorprendería al joven Clive con el despido de su amigo, el guitarra Dennis Stratton. Era sólo el comienzo de una nueva etapa en la banda. En otoño de 1981 sería el turno de Paul Di Anno. La Doncella quedaba huérfana y el tiempo apremiaba.
Bruce Dickinson, otrora vocalista de Samson, concretaba su arribo a la banda en septiembre de ese año. El trabajo de composición de The Number of the Beast había comenzado y sus dos primeros sencillos, “Run to the Hills” y el tema que daba el nombre al tercer LP escalaban rápidamente al Top 20 de los UK Charts. Además, 104 shows en Estados Unidos certificaban la conquista del esquivo mercado norteamericano.
Pero llegó diciembre. Tras presentarse como número principal en el Reading, Clive Burr anunciaba su partida. El ritmo de las giras y un par de discusiones con el jefe, Steve Harris, lo obligaron a dar por terminada su aventura. “Todo lo que puedo decir es que el tiempo que pasé con Iron Maiden fue realmente divertido, no tengo ninguna queja. Iron Maiden fue para mí lo adecuado en el momento adecuado”. Todo un caballero en el adiós.
El 13 de marzo de 2013 Clive Burr fallecía en su casa acompañado de su familias tras luchar por años contra una esclerosis múltiple que, a la postre, le quitó la vida. Su principal legado a la música está ahí a la vista. Iron Maiden, Killers y The Number of the Beast. No hay mucho más que agregar. Son parte de la historia al igual que el joven Clive, quien hoy hubiese cumplido 67 años.