Diversas opiniones ha generado la resolución del Segundo Tribunal Ambiental de Santiago, que dejó en pausa el proyecto de DataCenter de Google en Cerrillos. El principal problema tendría relación con el impacto de la iniciativa en el Acuífero Santiago Central.
A raíz del caso, los centros de datos han causado mucho revuelo, especialmente en términos de su impacto ambiental. Por esta razón, en Palabra Que Es Noticia, tomamos contacto con la arquitecta española Marina Otero, autoridad internacional en el tema, que en 2022 recibió el Premio Wheelwright de la Universidad de Harvard por su proyecto sobre el futuro del almacenamiento de datos.
Metáfora de la nube
“Nos han contado esta historia tan bonita de que nuestra información digital se almacena en una nube, y nos lo hemos creído, pero en realidad no”, dijo Otero al comenzar la entrevista. Al respecto, agregó que “todos los archivos digitales que producimos, que consumimos, están almacenados en centros de datos, llenos de servidores que funcionan 24 horas al día, todos los días del año”.
“El funcionamiento de estos centros de datos se basa en que no haya pausas”, señala Otero. Por esta razón, deben ser refrigerados, y, para eso “se necesita muchísima agua y energía”, complementa la arquitecta. Todo el proceso termina siendo “muy disruptivo para los lugares en los que se asientan estas infraestructuras”.
Industria de datos
“Yo creo que hemos aplaudido la posibilidad de conectividad, de hablar con personas que están en el otro lado del planeta, de compartir información”, señala Otero, respecto al mundo digital. “Esto se ha pensado siempre como que va a ayudar a la humanidad y al planeta”, agrega.
Sin embargo, la arquitecta mencionaba los costos ambientales de los servidores, e insiste en que la industria ha guardado silencio sobre el tema: “Las empresas son conscientes de ello desde hace tiempo, pero no nos lo han comunicado”. “Están a favor de que usemos más y más”, agregó.
Otero comenta que los usuarios somos conscientes de que “no podemos tener el grifo abierto cuando nos lavamos los dientes”, pero que “no tenemos esa misma conciencia con el uso de lo digital”.
Para mejorar la situación, la arquitecta dice que la fórmula debiese ser “acumular menos, usar menos y borrar” archivos digitales.
El “invisible” impacto de los datos
Consultada por las emisiones de CO2 de los datos, la arquitecta citó un estudio. “La emisión de CO2 entre un selfie y conducir un coche durante una hora, más o menos. Era casi equivalente”, comentó Otero.
“Entonces, cada vez que tomamos un selfie en realidad estamos emitiendo CO2 casi como si estuviéramos conduciendo un auto. Yo creo que eso ya dice bastante”, concluyó.