Lo hemos vivido antes, y esta semana lo comprobamos en Santiago. Una cita con Paul McCartney inunda a la ciudad de un aire especial. Una fiebre que no podemos controlar y que nos brinda felicidad y dicha para los que nos hemos criado escuchando sus canciones durante toda nuestra vida, y que esta noche vivió la cuarta fecha de la Got Back Tour 2024.
En verdad no importa cuántas veces lo hayas visto antes. No hay caso con Macca. Los nervios te consumen en la cuenta regresiva. Son miles de historias diferentes las que se juntaban en el Estadio Monumental (su primera vez en el coliseo de Colo Colo). Vas con tus papás. Con tus hermanos, tus hijos, tu pareja. Con tu familia, tus amigos de siempre. Los corazones que bombean como respuesta a las melodías que resuenan desde que entras por el recinto de Pedrero y que te acompañan hasta tu lugar en la cancha; tu asiento en las tribunas; o tu silla numerada en la parte de adelante. No importando de dónde vengas, el sentimiento es el mismo.
Denver y el habitual set de DJ con remixes de remixes de clásicos y covers; antes de que las pantallas se encendieran para mostrar la habitual huincha que culmina con un bajo gigante y las secciones finales de “The End” y el acorde de piano final de “A Day In The Life”; para que comience lo que un repleto Estadio Monumental estaba esperando desde que se anunció a mediados de año.
La fiesta arranca a las 21:13. Sir Paul sale al escenario con el puño en alto, y se da la primera nota de «Can’t Buy me Love», el clásico de The Beatles con el que está comenzando su set este año. Y en 37 canciones, además hay espacio para cortes de Wings y su camino en solitario. Después del golpe de adrenalina de Beatlemanía, toca repasar tracks irresistibles como «Junior’s Farm» y «Letting Go». Mientras tanto, el público completo absorbe y devuelve amor respondiendo al “hola chiquillos, hola chiquillas” con los que Macca saluda en español. Todo esto, justo antes de que McCartney vuelva el tiempo atrás con «Drive My Car» y «Got to get You into my Life». Y no hay caso: el músico vivo más imprtante del mundo entero lo vuelve a hacer, como si fuese nada a sus 82 años.
Si bien el paso del tiempo denota el gasto de voz, la energía es la misma. Toma una Gibson Les Paul para el riff inconfundible de «Let me Roll it» y pasa a una electrificante «Getting Better», una con su sello directo del «Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band». Ahora al piano, las sutilezas de «Let ‘em In» y «My Valentine» antes de traer una favorita de los fans, «Nineteen Hundred and Eighty-Five». «Maybe I’m Amazed» cierra una sección cargada de sentimiento, dedicatorias a su actual esposa, Nancy Sewell, y un saludo mirando al cielo para Linda.
La prehistoria de los Beatles hace un buen rato que la repasa Paul McCratney cada noche sobre el escenario. Así presenta «In Spite of All the Danger», la primera canción original que grabaron siendo aún The Quarrymen. Y por supuesto, «Love Me Do», el primer single de los Beatles. La acústica no se deja de lado. Y sir Paul queda solo para sacarnos lágrimas de los ojos con “Blackbird” y “Here Today”, dedicada a su amigo John, levitando en una plataforma y dejando en silencio al Monumental completo, una postal preciosa que no importa cuántas veces la hayas visto, te emociona de igual forma.
Otra de las sorpresas del actual set de Paul McCartney es el estreno en vivo de «Now and Then», la última canción de The Beatles, y que interpreta completa y complementada con emotivas imágenes de la juventud y de esos amigos que ya no están, John Lennon Y George Harrison. Y esta noche funciona como un homenaje a lo que fueron, a lo que fuimos, a lo que somos y seremos. Esto no se termina, aunque pareciera que, con Paul McCartney tocando ante nuestros ojos en Chile, siempre fuese como la última vez.
«New» y «Lady Madonna» van en el mismo piano vertical de colores psicodélicos con el que Paul McCartney se sienta mirando de frente al público. Esa misma vibra que da paso a una brillante interpretación de «Being For the Benefit of Mr. Kite!», que volvió a sus sets. Justo al lado de su ya emblemático homenaje a George Harrison cubriendo «Something» y fotos gigantes del menor de los Beatles, el chico que entró a la banda recomendado por su amigo y compañero de colegio. De la emoción a la distensión en «Ob La Di, Ob la Da» y el «álbum blanco» demostrando que tiene absolutamente todas las veredas de la música popular retratadas.
Pero lo de McCartney nunca fue solo The Beatles. No nos olvidemos de esa obra magna que es «Band on the Run», una mini ópera rock en formato de single demoledor que nunca ha dejado los shows de Macca, y que en el Estadio Monumental se escucha poderosa, al igual que «Get Back» ya acercándose a redondear a estas alturas la treintena de canciones sobre el escenario. El mood nos invita a prender velas y las linternas de los celulares para «Let it Be». Y dar paso, siempre desde el piano al costado, a la pirotecnia sonora y visual de «Live and Let Die». Los fuegos artificiales convierten el recinto en un festejo absoluto que llega a una catarsis celestial en «Hey Jude» y la participación de todo el público. Un himno absoluto con el que recién sir Paul se retira del escenario.
Pero vuelve a lo grande. Y llega para hacernos cruzar un umbral con «I’ve Got a Feeling» y un dueto virtual con John Lennon. Su amigo, su socio. Y su otra mitad en la banda más grande de la historia. Gracias a Peter Jackson y la tecnología que desarrolló para «The Beatles: Get Back» tenemos un dueto soñado que cruza dimensiones. Y por si es tu cumpleaños, un cambio en el set habitual trae la intensa “Birthday”, refrescante como ella sola. Esto ha sido una fiesta tremenda y ya está llegando a su punto culmine. Ese que ya sabemos está cerca com la reprise de «Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club band». Un corto que nos prepara para sacudir las cabezas en «Helter Skelter». McCartney inventó el heavy metal a punta de riffs en el tono de Mi y las pantallas dan cuenta del delirio.
Pero todo llega a su fin. Y los primeros acordes de «Golden Slumbers» nos recuerdan ese medley final de «Abbey Road». Ese que nos avisa que el final está cerca y que en «Carry That Weight» nos da una sugerencia. Pero es con los primeros instantes de «The End» que la audiencia completa entra en trance con el cierre del medley de «Abbey Road», con Paul McCartney saltando del piano para tomar la guitarra eléctrica. Claro, se viene el tridente de guitarras que complementan Bryan Ray y Rusty Anderson. Todo una vez que Abe Laboriel Jr se manda un solo de batería. Juntos reproducen esas marcas registradas de Lennon, Harrison y McCartney alternándose licks. Pero el teclado de «Wix» Wickens es absoluto.
«Y al final, el amor que recibes es igual al amor que das» es la frase que lo sella todo y no lo puedes creer. Como siempre, esta puede ser la última vez que veas a Paul McCartney dando una clase de dicha, sabiduría, dominio, oficio y comunión sobre un escenario. Pero sí, es una realidad. Ese acorde de Do Mayor es el último de una velada perfecta, y probablemente el último de tu vida. No necesitas más y a la vez quieres agarrar un bus o un avión y viajar la próxima semana a Sao Paulo o a Lima o Córdoba, donde sigue el Got Back Tour. O endeudarte para ir a verlo a México o Europa en noviembre y diciembre. Pero no. Paul McCartney en tu casa siempre será uno solo. Y siempre lo vivirás como si fuera la última vez.