En la pantalla grande, las películas de Venom desde el principio cumplieron con una premisa. Liviandad ante todo. Un buen rato palomitero. Y risas garantizadas. Y la fórmula, sumándole el PG-13 en la primera entrega, les reportó resultados en taquilla que aseguraron una continuidad. Pero el elemento diferenciador y, a la larga, el único a rescatar como hilo conductor, es la interpretación de un relajado Tom Hardy como un Eddie Brock siempre en colapso junto con el simbionte. La fisicalidad y el tinte de comedia necesario que llega a su fin con «Venom: The Last Dance».
Vaya nombre para confirmarnos que esta es la última estación de una dupla que se fue ganando los corazones del público. Y todo a pesar de un ritmo de relato que veíamos en el género de películas basadas en comics hace ya dos décadas. Este Venom siempre se sintió algo pasado de moda. Sabiendo tocar las teclas precisas. Ese absurdo que aumentó considerablemente en «Venom: Let There Be Carnage» ahora está sencillamente desatado.
En “Venom: The Last Dance”, la amenaza de Knull (una aparición muy esperadas por el mundo comiquero pero desconocida para el público general) se mantiene latente pero termina importanddo poco al lado de la posibilidad cierta de que este, de verdad, será «el último baile» de esa dupla de ficción que Hardy llevó a la excelencia del entretenimiento. Es esa química la que promete despedirse en esta pasada. Y la gran promesa de darle un broche de oro a una combinación que, a todas luce, rindió frutos para Sony Pictures.
No por nada la esquina de Venom es la que más ha funcionado para el público de este Spiderverse que tiene menos aciertos que pasos en falso. El camino del simbionte nos demuestra que basta cn un par de elementos certeros para calar hondo y apagar tu cabeza por un rato en una sala con pantalla gigante.
“Venom: The Last Dance” se estrena en cines de Chile este jueves 24 de octubre.