
Jim Morrison era un enigma. Para sus compañeros de The Doors, podía ser el mejor amigo o una persona difícil de tratar.
«Podría serlo. Podría ser el mejor tío con el que pasar el rato. Y luego, a veces, podía ser el peor», recordó Robby Krieger en una entrevista con Rick Beato.
El problema, según John Densmore, era el alcohol. Cuando bebía, emergía otra versión de sí mismo, a la que la banda llamaba «Jimbo».

El inicio de su transformación
Según Rock FM, al principio, Morrison era alguien con quien se disfrutaba pasar el tiempo. «Era genial estar con él», comentó Krieger. «Le gustaba provocar, ver hasta dónde llegaban los límites de la gente».
Sin embargo, con el tiempo, su comportamiento se volvió más impredecible. «A medida que aumentaba su autodestrucción, nos echábamos atrás», explicó Densmore.
El último concierto de The Doors
La situación se hizo insostenible en Nueva Orleans, el 12 de diciembre de 1970. Fue el último show de The Doors con Morrison.
«Estábamos tan bien, y luego en Nueva Orleans, estaba tan borracho que ni siquiera pudimos terminar el show», recordó Densmore.
Después de esa noche, la banda decidió tomarse un descanso. Densmore había estado insistiendo en que dejaran de tocar en vivo.
La relación con Manzarek
Ray Manzarek, el tecladista de la banda, intentó controlar a Morrison. Era el mayor del grupo y una especie de figura paterna.
«Al principio, sí», dijo Krieger. «Pero con el tiempo, nadie podía hablar con él».
Densmore agregó que sentían que su destino estaba ligado a Morrison. «Teníamos la corazonada de que estábamos haciendo algo bueno, y nuestro karma era tener a este cantante maníaco kamikaze».
El legado de Morrison
A pesar de sus problemas, Morrison tenía un talento innegable. «Tenía esa voz, esas letras y esas melodías», dijo Densmore.
Krieger, por su parte, aseguró que valió la pena seguir adelante. «Habríamos hecho cualquier cosa para que siguiera».