
A las 14:30 arrancó el caos. Desde ese momento, el Hipódromo Chile se convirtió en un campo de batalla: sudor, metal y cerveza al límite. Cada canción desataba un nuevo mosh, una nueva descarga de cuerpos chocando al ritmo del metal más extremo. El público no paró ni un segundo: cerveza o destilado en mano, gritando, saltando, dejándolo todo. El thrash no dio tregua, y el volumen tampoco. Fue una jornada ensordecedora, marcada por la velocidad implacable de las bandas. Una locura total: intensidad pura, sin pausas. El espíritu del metal se vivió a fondo.
Dezaztre Natural: el under con rabia y convicción
La jornada comenzó con Dezaztre Natural, que abrió el festival con una descarga corta pero furiosa de crossover, thrashcore y metal antifascista. Su energía cruda, letras viscerales y postura confrontacional encendieron los primeros pogos del día al ritmo de Violencia Perpetua. El vocalista lanzó mensajes directos entre tema y tema, dejando claro que lo suyo es más que música. A pesar del horario, se armó el primer mosh, prueba de que tienen una base fiel. En un cartel dominado por leyendas del metal, Dezaztre Natural defendió el under con rabia, actitud y compromiso.
Decessus: técnica y liderazgo femenino
Luego fue el turno de Decessus, destacada banda chilena de death metal progresivo liderada por Ignacia Fernández. Su vocalista fue el centro de todas las miradas: con un registro gutural poderoso y una presencia arrolladora, rompió esquemas en un género tradicionalmente dominado por voces masculinas. Su show fue sólido y técnico, y la respuesta del público fue inmediata: aplausos y respeto absoluto. Con proyección internacional, Decessus demostró que el metal chileno también puede romper moldes.
Sadism: death metal con historia y vigencia
Con la llegada de Sadism, el mosh ganó intensidad. La legendaria banda nacional, pionera del death metal chileno, ofreció una actuación contundente que reafirmó su vigencia. Repasaron temas emblemáticos de su discografía con precisión y fuerza, conectando con un público que respondió con devoción. Fue un set directo, sin adornos, donde dejaron claro por qué siguen siendo referentes del género tras más de tres décadas de historia.
Atreyu: metalcore con cercanía
Desde Estados Unidos llegó Atreyu, que aportó variedad al festival con su característico metalcore. Su vocalista, Brandon Saller, sorprendió al bajarse del escenario para recorrer la cancha y la galería, desatando la locura entre el público. A ratos usaron voces robóticas, mientras los guitarristas Dan Jacobs y Travis Miguel no paraban de moverse y saltar. El bajista Marc McKnight sumó teatralidad soltando el bajo como parte del show. El setlist recorrió sus hits más reconocidos, mezclando melodía con agresividad. La audiencia respondió con energía, coreando cada tema y lanzándose al mosh.
Dark Angel: clase magistral de thrash sin concesiones
Pero si alguien pensaba que la jornada ya había alcanzado su clímax, estaba equivocado. Desde California, Dark Angel subió al escenario para ofrecer una lección de thrash sin concesiones. Con más de 40 años de historia, la banda entregó una descarga imparable de velocidad, precisión y brutalidad. Desde los primeros riffs quedó claro que venían a arrasar. Clásicos como «Darkness Descends«, «Merciless Death« y «Perish in Flames« desataron el caos total en el Hipódromo.
Ron Rinehart lideró con energía arrolladora, acompañado por Eric Meyer y Laura Christine en guitarras, Mike Gonzalez en el bajo y Gene Hoglan en la batería. El sonido fue ajustado, feroz y demoledor. No hubo pausas ni concesiones. Fue, sin discusión, uno de los puntos más altos del festival, a la par con el despliegue de Sodom.
Sodom: los amos del thrash alemán cerraron con fuego
El cierre estuvo a cargo de Sodom, la banda más esperada de la jornada. Los alemanes transformaron el Hipódromo en un campo de guerra con un show demoledor que reafirmó su lugar como íconos del thrash europeo. Con Tom Angelripper al frente, acompañado por Frank Blackfire y Yorck Segatz en guitarras, y Toni Merkel en batería, ofrecieron una avalancha de riffs agresivos y ritmos aplastantes.
Clásicos como “Agent Orange”, “Nuclear Winter” y “Ausgebombt” fueron coreados por una multitud encendida que no paró de moshear. El sonido fue crudo y directo, la puesta en escena sobria pero intensa. Angelripper, con su presencia imponente, condujo un show sin tregua. Fue una descarga de thrash veterano, ejecutada con la furia intacta. Sodom no vino a celebrar su legado. Vino a reafirmarlo. Y lo dejaron claro con cada riff.
Metal Beer Open Air 2025 no fue solo un festival: fue una celebración del metal en todas sus formas. Desde la furia del under local hasta la experiencia demoledora de las leyendas internacionales, cada banda aportó su sello, su rabia y su verdad. El público respondió con pasión incondicional, convirtiendo el Hipódromo en un ritual colectivo de sudor, pogo y distorsión. Una jornada intensa, vibrante y memorable, que confirma que el metal sigue vivo, creciendo y rugiendo más fuerte que nunca. El trono del metal está intacto… y se defiende a punta de riffs.