
Tool es una anomalía dentro del mundo de la música. Bajo los parámetros actuales de la era de la inmediatez, en que se pide que todo sea corto y rápido, sin mucha profundidad y donde importa más como se vea el artista que su contenido, ellos parecen remar contra la corriente: música densa, canciones largas, mucha intro, mucho subtexto, hay que prestarle mucha atención, la banda es poco comunicativa mediáticamente, su base de fans es a menudo ridiculizada y pertenecen a ese género aparentemente en extinción que sería el rock. Según esta lógica, deberían tener todo en contra para ser reconocidos masivamente.
Sin embargo, a Tool le va bien. Con más de 30 años de carrera, son uno de los nombres grandes de la industria. Cuando sacaron su último disco “Fear Inoculum” en 2019 se dieron el lujo de desplazar del número 1 en ventas al imparable fenómeno pop de Taylor Swift. Cuando se hizo el histórico megaevento estadounidense Power Trip, juntando a los más grandes del rock y el metal de los 80 y 90, como Metallica, Iron Maiden y Guns n´Roses… ahí estaba Tool, como uno más del selecto y exclusivo lote.
A Chile llegaron encabezando uno de los festivales más convocantes del continente, Lollapalooza. En la cima del cartel, al lado de estrellas pop como Justin Timberlake, Olivia Rodrigo y Alanis Morissette… ahí estaba Tool. Cerraron el último día, impresionaron con su sonido y su show y por estos días todos han hablado de Tool, hasta el presidente de la República alcanzó a saludarlos. ¿Cómo es que un grupo así, con todas esas características mencionadas al principio, tiene este éxito y esta repercusión? No hay una respuesta definitiva, puede que sea de esos extraños casos en que simplemente triunfa la música bien hecha. Insólito en un mundo donde la tendencia parece ser todo lo contrario.
Dispuestos a dilucidar este misterio, llegamos al Movistar Arena al primer concierto en solitario de Tool en Chile. Único show que dieron en Sudamérica fuera de los festivales. O sea, un lujo. Ya habíamos quedado boquiabiertos con la actuación en Lollapalooza y lo interesante ahora era ver cómo funcionaba en un formato techado, con otra disposición y para otra cantidad de gente. El recinto estaba todo agotado desde el día en que se pusieron a la venta las entradas, por cierto.
Hay varios puntos que ya habíamos visto en Lollapalooza y que se reafirmaron en esta segunda velada: el sonido impresionante, fuerte y nítido, se escuchaba cada detalle de lo que hacían los instrumentos; la ejecución impecable, ya se sabe que los cuatro integrantes son muy buenos pero sentir lo que hacen en vivo y en directo es otra cosa; las visuales que proyectaban por las pantallas, alucinantes. Al igual que en Lollapalooza, prácticamente no mostraban a los músicos, pero a quién le importa, si fuimos a vivir la música y los que la tocan no están ahí por lindos.
Los aludidos: Maynard James Keenan como maestro de ceremonia, encabezando la procesión sin siquiera moverse mucho fuera de su metro cuadrado; Adam Jones y sus apabullantes riffs de guitarra; Justin Chancellor y su bajo que es realmente un manjar; y el baterista Danny Carey afirmando la estantería con una performance al nivel de los más grandes monstruos de la historia (y lo seguiremos viendo, porque el 6 de mayo viene con Beat, el supergrupo que recrea el material de King Crimson de los 80). Cada elemento del grupo es algo destacable y el resultado final es más que la suma de las partes.
En lo visual, el formato Arena permitió que el grupo se viera más cerca desde todos los ángulos. También se usaron mejor las luces y se aprovechó el espacio para hacer algo más inmersivo.
En cuanto al repertorio, estuvo cargado a “Fear Inoculum” y “10.000 Days”. Curiosamente tocaron sólo una canción de “Lateralus”, un fundamental de su catálogo. La elegida fue “Schism”, en que se equivocaron y tuvieron que parar para rectificar, un momento extraño pero en el fondo es bueno, porque los humaniza, ahí nos quedó claro que no son extraterrestres ni bichos raros que hacen todo perfecto, es un grupo de seres humanos y es bueno recordarlo.
Para los fans más antiguos que los siguen desde los 90, sonaron “Stinkfist” y “Ænema” y la sorpresa fue “Flood”, de su primer largaduración “Undertow” de 1995. Del resto, algunas de las más celebradas fueron cortes como «The pot», «Jambi», «Descending» o el cierre con «Invincible».
Finalmente no encontramos la respuesta a cómo diablos es que Tool se hizo tan famoso contraviniendo todas las reglas para ser famoso en la actualidad, pero sí encontramos una experiencia increíble de música en vivo, que nos deja reflexionando sobre cómo están cambiando los formatos típicos de conciertos de rock y con la idea de que pueden ser algo más, juntando música, arte y la conexión con la mente y alma de las personas.
Esto último es muy importante en la lógica de la banda. Toda su propuesta tiene que ver con conectar con la naturaleza, con emociones, con los pensamientos. Esos memes que hacen para reírse de los fans de Tool donde aparecen personas con cabeza y cerebros exageradamente grandes, porque piensan mucho y eso sería algo risible… bueno, sí, es música para pensar, y qué tanto. Pensar no mata a nadie. De hecho a varios les vendría bien hacerlo alguna vez.
En fin, teorías puede haber muchas, pero lo importante es que la gente salió feliz y emocionada luego de más de dos horas de viaje sensorial.
¿Concierto del año? Hasta ahora, puede ser. Habrá que ver lo que nos deparan los próximos meses.