Retrocedamos hasta 1958. La Primera División chilena cumple un cuarto de siglo de vida. Acaba de coronar campeón a Santiago Wanderers, que por primera vez lleva el título al puerto.
A diferencia de la precariedad organizacional que reina en Perú o Paraguay, por ejemplo, nuestro torneo está consolidado. Arrastra multitudes entre La Serena y Talca, una docena de equipos luce trofeos en sus vitrinas y tiene una Segunda División seria con reglas de promoción medianamente claras.
¿Cómo anda la “tabla histórica” de campeones chilenos en estos primeros 25 años de profesionalismo? Líder absoluto ya es Colo Colo, con 7 coronas. Sorpresa: en el podio aparecen Audax Italiano -que no por nada anima el “clásico criollo” contra los albos- y el viejo Magallanes, ambos con 4 títulos (por cierto, carabeleros y audinos no volverían a sumar nuevas estrellas).
Más atrás asoman la Universidad Católica, Unión Española y Everton, ambos con 2 campeonatos. Y luego, un lote de clubes que entre 1933 y 1958 han sido campeones sólo una vez: Santiago Morning, Green Cross, Palestino y el recién coronado Wanderers.
Ah, y la U, con su solitaria estrellita conseguida en 1940, apenas 2 años después de su estreno profesional.
En 1958, la Universidad de Chile es aún un equipo del montón que usualmente está peleando de la mitad de la tabla para abajo. De vez en cuando, incluso, roza el descenso. Su papel estelar se reduce a animar el clásico universitario, carnaval estudiantil donde el fútbol es más bien el relleno.
Pero algo grandote se fragua en la U. Luis Álamos lleva años moldeando un plantel de cabros ambiciosos y buenos para la pelota -Leonel, Braulio Musso, Carlos Campos- que aspiran a algo más que ser comparsas en fiestas ajenas. En el ambiente futbolero se habla de que los azules están listos para dar el salto; sin embargo, nadie está preparado para la increíble explosión que viene.
En una definición de infarto, en 1959 la U le gana la definición 2 a 1 a Colo Colo. Ahí nace una bonita rivalidad -al “superclásico” aún le falta un par de décadas- y también por fin emerge casi de la nada un contendor de peso para los albos.
En 1969, apenas una década después, el “chuncho” ya luce 7 coronas y le pelea el cariño del pueblo a los albos. ¿Cómo explicar que de repente un equipo modesto se transforme en gigante? No es tan difícil. Ese lejano 1958, la U ya tenía un buen capital ahorrado: nada menos que 27 mil socios con sus cuotas al día. Sólo faltaba que el equipo comenzara a rendir en la cancha para que se desatara el monstruo.
Luego, claro, vendrían otros 25 años de infierno, pero su gente no se fue: ahí está la gracia.
Fotos: revista Estadio.