Desde 1963 -y por largos 20 años- Temuco fue la frontera sur del fútbol chileno. A través de la Panamericana, los 700 kilómetros que separaban a Santiago de la Araucanía se hacían eternos. Sin embargo, el camino no era mejor hacia el Norte Grande: aún así el profesionalismo pronto fue trepando de a poco desde Antofagasta a Arica. Eso era bastante más lejos y desolado; muchas veces el viaje se hacía por tierra en un calvario a través del desierto que podía durar fácilmente dos días.
Obviamente al sur del Cautín se jugaba a la pelota y los hinchas locales clamaban para que sus ciudades fueran representadas en los torneos nacionales. ¿Por qué tardó tanto la dirigencia central en integrarlas a su estructura?
La respuesta, quizás, está en la endémica alergia a la lluvia que desde los años 30 define a nuestro fútbol. Podemos jugar sin problemas a 2.200 metros de altura, con 34° a la sombra o en canchas que parecen campos minados, pero en Santiago caen tres gotas y se empiezan a suspender partidos.
Y en el sur llueve tupido y parejo.
Argumentando la falta de canchas decentes, desde mediados de los 60 sistemáticamente la Asociación Central de Fútbol (ACF) le cerró el paso a las postulaciones de Valdivia, Osorno y Puerto Montt. Ciudades grandes, prósperas y futboleras, veían con rabia cómo podía jugarse profesionalmente en pueblitos como El Salvador o Cauquenes, pero allá no.
Al cabo, integrarlas fue una decisión política. En 1983, la Dirección General de Deportes y Recreación (Digeder) -siempre encabezada por militares durante la dictadura- poco menos que forzó a la ACF del nefasto Rolando Molina a integrar un lote de equipos de la X Región. Cada uno, por cierto, debía partir de cero y llevar un nombre obvio que identificara a su provincia.
Así, a toda carrera y casi en paralelo, a mediados de ese año nacieron Deportes Valdivia, Provincial Osorno y Deportes Puerto Montt. ¿Por qué tanto apremio? La idea era que los tres pudieran sumarse esa misma temporada a Segunda (a la que objetivamente entraron por la ventana, porque ya existía la Tercera División). Apenas un par de meses después de su fundación, los tres cuadros de Los Lagos ya estaban jugando en el profesionalismo: ese año en el Ascenso participaron 24 clubes; nada raro, considerando que en Primera había 22.
Esa historia es conocida. Lo que pocos saben es que la instrucción original de la Digeder a Molina era sumar también en Segunda a equipos de La Unión y Castro. En ambas localidades se organizaron comités pro-ingreso al fútbol profesional, pero simplemente no había cómo armarlos.
Así, tal como en 1963 se decidió que Temuco era la frontera pelotera austral, en 1983 se corrió ese límite a Puerto Montt. Fue la última expansión territorial del fútbol chileno, que cerró un proceso iniciado en 1952 en Talca. Y en los últimos 30 años a nadie se le ha ocurrido que quizás en Chiloé -o, por qué no, incluso más al sur– se puede jugar perfectamente a la pelota a veces embarrándose hasta el cuello.
Fotos: Todostoros.blogspot.com, Deportesvaldivia.cl