Hasta 1957, San Luis era “un cuadrito acostumbrado a las zozobras”. Al menos así lo definía Julio Martínez, sorprendido por el buen comienzo de temporada del cuadro amarillo.
JM tenía razón: San Luis de Quillota llegó en 1952 al profesionalismo casi por accidente, cuando la necesidad de forjar una estructura de campeonatos descentralizada instauró una 2ª División conformada en su mayoría por pequeños clubes capitalinos y de ciudades vecinas. En estricto rigor, incluso hoy parece una anomalía que una ciudad con menos de 90 mil habitantes tenga un representante en la élite del fútbol rentado.
Sin embargo, los quillotanos se tomaron el desafío en serio. Y en 1955, casi con pura gente de casa, lograron el ascenso. Su primer año en Primera fue malo y se salvaron jabonados. Nada hacía presagiar lo que vendría.
La campaña de los canarios en 1957 tuvo un par de puntos de inflexión. Primero, un 6 a 2 de local a Magallanes auguró que esta vez el equipo no pasaría tantas angustias para mantener la categoría. “Puede que esta victoria levante el entusiasmo en Quillota. 4.700 personas nos parece una asistencia demasiado magra para esa plaza”, evaluaba Estadio: hoy sería juzgada como una multitud.
Luego vino un brillante triunfo de visita por 3 a 2 ante Colo Colo en el Nacional. Ese partido fue catalogado como el mejor que hubiera jugado San Luis en su historia; el portero René Quitral -quien contuvo dos penales- mostró “nivel de selección”. En efecto, el veterano arquero -que ya llevaba 12 temporadas demostrando sobriedad y buenos reflejos en los pastos nacionales- fue convocado por primera vez a La Roja. Todo un logro para San Luis, que dirigido por Ulises Ramos lucía un fútbol simple y disciplinado, una sólida defensa liderada por el zaguero Francisco Torres y un ataque movedizo a cargo de los argentinos Juan José Negri y el goleador Héctor “Colorado” López.
Al cabo, San Luis peleó la punta todo el año. Como vemos arriba, la gente empezó a colmar el estadio municipal e incluso el club se dio algunos gustitos, como ganarle en Playa Ancha al Estudiantes de La Plata, en el marco de un cuadrangular porteño junto a Everton y Wanderers. Su campaña ratificó que la sangre provinciana estaba revolucionando al fútbol criollo.
La revista Estadio se entusiasmó: “Tres clubes han salido de la división de Ascenso. Rangers, primero; O’Higgins, en seguida; San Luis, al tercer año. En los campos y pueblos de sus alrededores los chicos juegan al fútbol en los potreros, en las calles, en los patios del colegio. Tratan de hacer lo que vieron el domingo anterior a los astros, a los que salen fotografiados en los diarios, a los que vistieron la casaca internacional. Ellos tienen ahora una meta. Quisieran ser estrellas del field, internacionales, figuras conocidas, ídolos. La población futbolística crece, se extiende. Ya no es patrimonio de la capital y de dos o tres grandes ciudades. El fútbol salió a dar su batalla de cordialidad y de juventud a los campos. Todo eso lo consiguió la división de Ascenso”.
En la tabla de posiciones de abajo vemos que a 3 fechas del final de un torneo muy parejo, San Luis estaba 2°, apenas a dos puntos de Audax Italiano. Faltaba el partido entre ambos líderes: el sueño canario de lograr la corona parecía real. Sin embargo, perdieron por 2 a 0 y los verdes lograron el que sería -hasta ahora- su último título.
A la postre, San Luis se relajó en las fechas finales y culminó en el tercer puesto, ante la arremetida de las U donde se fraguaba el Ballet Azul. De haber ganado varios puntitos tontos que perdió en la primera rueda, los quillotanos habrían dado el gran golpe: no se pudo.
No fue un final del todo feliz, pero el desastre que vino sería mucho mayor. Sólo meses después, descendido por secretaría, San Luis volvía a partir de cero en Segunda. Este insólito episodio ya lo revisaremos.
Fotos: revista Estadio.