En 1952 la recién creada Segunda División contó con dos equipos que hacían de local en el hoy demolido estadio Alameda de Rancagua: América (que representaba a los comerciantes) e Instituto O’Higgins (de los Hermanos Maristas).
El torneo chileno comenzaba recién a expandirse más allá de Santiago y el litoral central: empeñada en su miope política de “un club por ciudad” según el modelo francés, la Asociación Central de Fútbol (ACF) no estaba de acuerdo con la existencia de dos equipos en Rancagua. Lo toleró, sin embargo, mientras sucediese en su patio trasero del Ascenso.
A inicios de 1954 los blancos de Instituto se aliaron a los poderosos verdes de Braden Copper, auspiciados por la cuprífera norteamericana homónima. Así nació el O’Higgins-Braden, de breve y notable historia.
Establecidos en el «simpático» estadio Braden (hoy El Teniente), los nuevos alviberdes formaron un plantel para ascender y lo lograron; en segundo puesto llegaron los amarillos del América. Ahí quedó la tendalada: apenas acabado el campeonato, la dirigencia advirtió desde Santiago que los equipos rancagüinos deberían fusionarse para que la ciudad contara con un cuadro en Primera. O’Higgins-Braden y América se negaron terminantemente: estos últimos argumentaron que no tenían problemas en seguir en Segunda y que de ningún modo querían ser absorbidos por sus más odiados rivales.
En vez de propiciar la selección natural de los clubes más fuertes, la ACF decidió entonces que ese año no habría ascenso. Y no sólo eso: amenazó a los cuadros de Rancagua con la desafiliación del profesionalismo (justo esa temporada había descendido La Cruz de Valparaíso, el otro caso de duplicidad). “Ya lo saben los próximos participantes del Ascenso. Si quieren subir algún día, no se les ocurra ganar el campeonato… Ya estamos viendo que un día de estos van a obligar a fusionarse a Wanderers y Everton”, protestaba la Revista Estadio.
Nadie cedía y la crisis se prolongó todo el verano de 1955: sólo cuando quedó claro que Rancagua perdería irremediablemente sus cupos en 1ª y 2ª, a regañadientes los tres equipos aceptaron la fusión. Tras muchas discusiones, en abril se eligió O’Higgins como nuevo nombre; el celeste de la camiseta se adoptó porque ningún club de Primera usaba ese color. El escudo del club, que incluye los colores de los tres fundadores y al ave fénix que renace de las cenizas, resume esta curiosa historia.
En estas fotos de 1976 -que sirven de excusa para recordar la absurda fusión forzosa- se ve al cuadro celeste (auspiciado por Tur Bus) jugando en Segunda contra Coquimbo y Trasandino. Y, como buen “capo de provincia”, siempre a estadio lleno.
Fotos: Óscar Lagos, Archivo Estadio.